Piedra Libre

El cruce epistolar | Con Juano Villafañe

El género epistolar nunca perdió su magia, pero en medio de una pandemia, se revitaliza como una forma de conversación. Un encuentro entre artistas acerca de las bajantes y subidas del río y los escenarios.


Por Pablo Pagés.

Junio 2021
Desde algún lugar del Delta Primera Sección.

Estimadísimo Juano Villafañe:

Ya nos pisa la cola del otoño, el invierno. Acá las cosas se ponen más complicadas, sobre todo cuando se va el sol. Usted debe tener presente que vivo rodeado de agua, la humedad es altísima y si viene algún vientito es mejor tener todo bien tapado, al menos, para que no entre ningún chiflete por la noche.

Hace más de un año que estoy por acá. La pandemia afectó al teatro. Lo sé. Es terrible la crisis que todos estamos sufriendo por esto. Yo escribo, eso es distinto. Una servilleta y un papel alcanza para que mi estado de ánimo se encuentre un poco mejor. Pero, aun así, no puedo voltear mi rostro a la cantidad de personas que están sufriendo por este virus.

Lo único que veo perenne a mi alrededor son ciertas coníferas y las araucarias que bordean al arroyo sobre el que vivo. En verano no se distingue nada, pero ahora todos los árboles muestran su esqueleto y en esas siluetas se ve perfectamente la capacidad de adaptación que tiene cada uno. Ramas que van directamente hacia el cielo, otras que crecen hacia los costados, algunos medio inclinados dan luchan por ganar la mayor cantidad de sol posible. De eso se trata, todos necesitamos la luz del sol.

Esta, junto con el invierno es la estación de Tim Burton. De los cuadros de Monet. De Van Ghog, de Ian Tiersen, de Chopin y los terribles asesinatos de la calle Morgue.

Mi primera acción del día es sentarme en la punta del muelle y ver cómo amanece, la bruma se escapa y los pájaros comienzan a cantar por todos lados. Distinguí tres clases de martines pescadores. Uno es pequeñísimo y tiene la velocidad de un colibrí, hay otro un poco grande y más lento, pero de colores amarillentos y otro más grande que le cruza una raya roja por el pecho. Cada uno es maravilloso y tiene su propia forma de cazar los peces que se arriman a la superficie.

Juano, tengo entendido que la última vez que hablamos usted hizo referencia a que una de las etapas de salida hacia una normalidad posible tenía que ver con pensar una cartografía de la cuestión cultural nueva. Entiendo el concepto y el propósito de la misma, pero ¿quedará terreno para hacer esto? Y siendo el cuerpo el único mapa de mi existencia, ¿qué fracciones de los mismos serán habitados por una ruptura con lo habitual después que este huracán categoría ocho nos termine de pasar por encima?

Donde vivo, unos boteros que van y vienen, nos cruzan de una vera a la otra del río. Botes con motores internos que pueden llevar entre seis u ocho personas. No puedo depender más de esto. De sus horarios. Necesito algo que me de independencia. Creo que solo un bote a remos alcanzaría pero voy a ver si me puedo estirar a algo chiquito con un motor fuera de borda de tres a cinco caballos de fuerza. Esta última medida es algo anticuada pero se sigue utilizando hoy. Creo que en los comienzos de la Revolución Industrial, que más que revolución fue un patético genocidio, ahí mismo, el mismísimo James Watt, empezaría esta modernidad con su máquina a vapor y sus medidas de potencia. La historia nos vincula de manera extraña a través de los siglos.

La gata de mi vecina parió tres gatos. Uno tan distinto al otro. Vaya a saber quien es el padre. Por aquí, por la noche, todos los gatos son pardos y ese debe ser el padre porque el pardo es el más lindo, a mi gusto, claro. Creo que voy a adoptar uno, no me decido, pero tengo que tomar esta decisión de forma inmediata porque crecen y cuando eso pasa más cuesta su adopción.

Volvamos al infierno. ¿Cuántas cepas se reconocen hoy en el mundo del Covid? ¡Que maldito infierno! Los virus siempre tuvieron adaptabilidad al medio donde existían, pero a lo largo de mucho tiempo, este parece que frente a diferentes contextos regionales y climáticos te manda una versión nueva con la que hay que andar nuevamente corriendo con una vacuna. ¿Si esto fuese el infierno del Dante, en que lugar del mismo estaríamos ahora?

Lo bueno de estar en la isla es que siempre, desde que te levantás hasta que te vas al catre, tenés algo para hacer y en el caso contrario podes salir a caminar por la vera de algún arroyo o ponerte a leer. De todas maneras uno es otra persona más y el ego del artista se va diluyendo entre tantas crecidas y bajamares. En este preciso momento es cuando te das cuenta que desde el silencio empezás a establecer una comunicación con otras personas mucho más rica que la verborrea capitalina.

Esto quería decirte Juano: estuve escribiendo mucho en estos tiempos. Escribiendo y reescribiendo. Tengo unos quince cuentos y una novela a mitad de camino. Pero los cuentos llegaron a interesarme mucho más. La verdad es que no tengo ganas de hacer una publicación ahora, prefiero esperar y ver gente, preparar un día, comer unas empanadas y poder andar en algún que otro medio. Así que la cosa va a esperar un tiempito.

No quiero hacer más extenso esto de lo que verdaramente lo merece, pero vió usted que con toda esta cuestión las cosas se han vuelto un poco superficiales y casi tienen la forma de una compulsión. Lo entiendo, pero entonces la pregunta sería otra y estaríamos hablamos de un exceso mediocre de información en la cual emisor y receptor están completamente alienados.

Bueno, cambio y fuera.

Abrazo enorme Juano Villafañe.

Pablo Pagés


Desde Balvanera, Ciudad de Buenos Aires, julio de 2021.

Estimadísimo Pablo Pagés

Te escribo desde esta Ciudad de Buenos Aires. Hoy miércoles 30 de junio, ya en pleno invierno. Se nota la llegada del invierno. Yo vivo en un departamento muy grande, con muchas, muchas, aberturas. La calefacción es buena, pero en un lugar tan grande el frío no solo se siente sino que también se piensa.

El desafío de este intercambio epistolar fue inducido por el hecho de que vos me escribís desde El Tigre. El Delta y el agua del río tienen para mí memorias de infancia, familiares, de amistad y también literarias. Te cuento un poco. Entre los años 1950 y 1960 viví sobre un gran arroyo que desembocaba en el Río Reconquista cerca de Parque Leloir y más cerca aun del Puente Roca por donde pasa la ruta Julio A. Roca, en el oeste de Buenos Aires. El agua está asociada a mi casa de infancia, a las inundaciones y a los viajes. En verano los fines de semana yo viajaba mucho a la casa que Miguel Ángel Asturias tenía en el Tigre, una casa de fin de semana que se llamaba Shangri-lá, sobre el río Capitán. Asturias me llevaba a nadar por el río. Tengo además un poema dedicado al Tigre en mi libro Públicos y Privados que se titula: El Tigre no es un animal. Y por otra parte recuerdo mucho el libro de cuentos de Haroldo Conti Todos los veranos que transcurren justamente por el Delta. También por cierto, cultivé la navegación por esos lares y la pesca.

En mi caso, la pandemia la he pasado en esta ciudad. También escribiendo y luchando con la tecnología. Estamos muy saturados con las nuevas tecnologías. Tienen ventajas y desventajas. Pero esta era digital se ha instalado con velocidad producto de la pandemia, todo lo que era el mundo presencial, los capitales simbólicos, las imágenes, las metáforas, circulan intensamente por las redes. Las empresas digitales concentran mucho. Se han apropiado de capitales simbólicos. Se venden las palabras y las imágenes. Los valores de uso y los valores de cambio se pueden aplicar a las metáforas como a cualquier otro objeto comercial. Existen nuevas mercancías experienciales, hay un nuevo tráfico de la mercancía. Las sociedades vigiladas avanzan. Veremos hasta donde confrontarán con los Estados-Nación o hasta dónde los Estados regularán el comercio electrónico y la soberanía digital. También la pandemia nos ha colocado a reconsiderar nuestros contratos con la naturaleza, cuidar la ecología, la necesidad del buen vivir. Grandes temas para debatir.

Uno piensa seriamente si no hay que irse a vivir con la naturaleza. Irse al campo, al río o la montaña. Son dudas que uno tiene. Para un animal urbano la ciudad pesa mucho. Pero siempre me atrajo el encuentro con la naturaleza. De hecho mi infancia y primera juventud la viví en el campo, en el río.

Está muy bueno que escribas. Por lo visto tienes muchos cuentos y una novela en camino. Yo también estoy escribiendo un nuevo libro de poemas que he titulado Último mar. Bueno, el mar es mi otra debilidad. Tengo una casa en Valeria del Mar donde voy con mi mujer, mis hijos, mi familia o solo. En diciembre que no hay mucha gente y que es un mes hermoso, todos los años me voy y me quedo en el mar hasta fines de enero. El mar también ha sido para mi parte de mi vida.

Observar los pájaros marítimos y los pájaros del Delta es una tarea que también hago. No sabía que había tres tipos de Martín Pescador (que también conozco como Bicho Feo). En mi casa del mar les cargo una pileta con agua que está en el jardín donde vienen en verano a tomar agua. El espejo de agua lo ven desde el cielo y bajan todos los pájaros que hay en el mar, menos las gaviotas, que no se acercan mucho al continente. Dejándoles comida se llena de pájaros que van tomando el jardín como propio. En el Delta lo del espejo de agua en el jardín es un poco precario porque los pájaros andan por el río y por las islas con total libertad. Tengo varios amigos que viven en el Tigre.

Sobre una nueva cartografía cultural, o sea la creación de nuevos mapas para la vida artística, será sin duda un gran desafío entre los mundos urbanos y rurales. La nueva normalidad no sabemos a dónde nos llevará. Pero se hace necesario integrar más las ciudades a la naturaleza y los espacios rurales a las ciudades. Hay que descentralizar las ciudades y crear nuevos proyectos urbanos más integrados a la naturaleza. Pero también está el cuerpo de uno como parte de los mapas. Habrá que definir antes en qué sociedad queremos vivir para que se definan políticas más sociales sobre la propiedad de la tierra y sobre el hábitat con arquitecturas más integradas a la naturaleza. Pero con estas sociedades altamente concentradas, centralizadas y expulsivas es difícil el equilibro democrático para vivir bien.

Resulta muy grato volver a la carta, a la cultura epistolar. Estos momentos de reconcentración ayudan al intercambio.

Te mando un gran abrazo.

Seguimos si quieres con el intercambio.

Juano

Desde algún lugar de las islas del Delta del Tigre, primera sección.

Hola Juano,

¿Cómo van las cosas por ahí en esta carrera desacompasada a una nueva normalidad que, a decir verdad, suena más a un párrafo de 1984 que a otra cosa? Este mes acá, en la isla, hace un frío terrible. Tenga en cuenta usted que el agua nos rodea y esto produce altísimos niveles de humedad.

Con los vecinos del barrio nos juntamos hace un tiempo y tapamos un par de lugares críticos por donde entraba agua con las crecidas normales. Está todo mucho más seco y eso permite que uno pueda proyectar arreglos en la base de la cabaña.

Estuve cambiando todo por quebracho, es eterno el quebracho. La verdad es que hay algo que por lo menos a mí me perturba. Las bajamares. Hay menos agua en ríos y esto se debe a que el índice de lluvias por donde se forma el mayor caudal de aguas de nuestros ríos se esta modificando. Solo hay agua cuando Brasil decide abrir las compuertas del Iguazú para permitir que los barcos que cargan containers lleguen a lugares que de otra manera sería un colapso de autos y camiones por todo Brasil. Pero el tema es que cuando ya se fueron estos cargueros se cierran las compuertas y se vuelve a tener los ríos con mucho menos agua. O sea que no solo es un problema de cambios meteorológicos sino también de políticas claras, en donde la falta de cooperación es el tema clave.

A todo chancho le llega su San Martín.

El otro día salí tipo seis de la mañana. Súper de noche. En el muelle vecinal no se veía nada, un frío glacial y una perspectiva visual de unos diez metros. En esas circunstancias es peligroso andar por ahí, porque los barcos que transportan troncos o arena aparecen de repente sin darte posibilidad de maniobra. Hay que andar sigiloso, con todas las luces reglamentarias prendidas y, si se puede, alguna linterna potente. Es un espectáculo maravilloso poder ver desde el muelle cómo aparecen de la nada esos grandes barcos cargadísimos de troncos.

Me quedo en el muelle hasta que pueda ver el sol arrimando entre los árboles y a medida que la profundidad terrible de una noche sin luna se iba comenzaban a aparecer garzas por todos los juncales, algunas paradas en la punta de los muelles otras sobre un montón de camalotes que se juntan bajo algún muelle medio abandonado. ¡Qué espectáculo magnífico, en un plazo de unas horas aparecía un mundo bellísimo oculto bajo un manto un poco gris y espectral!

Tuve la oportunidad, el otro día, de ver en el Centro Cultural de la Cooperación, esta nueva versión del Macbeth de Pompeyo Audivert. Magnífica. Sentí que los siglos se confundían entre los movimientos intestinos de esta nueva puesta de Pompeyo.

Cuánto trabajo quedará por delante, Juano. Cuánto necesita el teatro salir a laburar. ¿Cómo quedarán las cosas y de que forma saldremos? La necesidad imperiosa de buscar latitudes y recrear viejas cartografías donde nadie quede sin ayuda por parte de los representantes de cierta organización cultural, donde veamos una nueva forma de expresión por haber transitado esta terrible experiencia.

Más allá de los protocolos, más allá de los cuidados, parece que hemos sufrido y la manera de vincularnos haya cambiado para siempre. ¿Será que este virus apareció de la nada como un cross a la mandíbula a toda una civilización que sigue destruyendo la naturaleza? ¿Nuestra manera de vivir es el cambio y definitivamente estos medios de producción y plusvalías que nunca dejan que termine de reinar este capitalismo salvaje?

Bueno estimado colega, espero sus palabras que portan la fugacidad de los verdaderos poetas.

Pablo Pagés


Buenos Aires, 23 de agosto de 2021

Querido Pablo

Cuando recibí tu segunda carta tuve muy en cuenta la neblina y los descensos del agua en los ríos del Tigre. La neblina por cierto ya se ha retirado de la Ciudad de Buenos Aires. Imagino por esos montes del Delta que la visibilidad debe ser muy baja, como también baja el agua a niveles sorprendentes. Por cierto entiendo que la bajante te ayuda a realizar arreglos en la base de tu cabaña.

Tengo que ir un día y conocer tu casa en el Tigre. Conviene que sea para la primavera o el verano. Conviene también que haya agua para navegar.

Hay una naturaleza que se asocia a mi infancia, adolescencia y primera juventud por el Puente Roca, por el Río Reconquista. Yo vivía por el oeste cerca de ese río y por mi casa pasaba un arroyo, importante afluente de ese gran río. En los años ’60 existieron grandes inundaciones por la zona. Creo que por Campo de Mayo el Ejército Argentino también había cerrado unas compuertas y no permitía la circulación normal del Río Reconquista y cuando llovía mucho el río se desbordaba. Esto estaba asociado a la idea de revalorizar tierras vinculadas a algunos propietarios que no les interesaba que el agua circulara normalmente.

Me alegra igual que con las aguas bajas y la infinita neblina te hayas podido acercar a la Ciudad de Buenos Aires para ver en el Centro Cultural de la Cooperación la obra Habitación Macbeth. Se trata justamente de una obra de teatro muy particular. Un Macbeth en plena pandemia. Como sé también que viniste a ver la obra de Pacho sobre Mario Benedetti. Me alegra que te hayan gustado ambas obras.

Particularmente el espectáculo de Pompeyo Audivert. Es una obra que se gesta en pandemia, inclusive la poética de la obra nace pensada por el propio Pompeyo donde el hombre se propone la idea de trabajar el solo todos los personajes. Originalmente era una obra con varios actores. Un día Pompeyo descubre que sale a ensayar la obra al subsuelo de un teatro y el único actor que se ha hecho presente es el propio Pompeyo, los demás han desaparecido por la pandemia. Entonces se da cuenta que la obra la debe hacer definitivamente él solo. La audacia está asociada a la vida en este presente. Por eso se trata de un Macbeth en pandemia, donde el propio Pompeyo pasa a representar él mismo todos los personajes. Por eso es una obra fabulosa, porque nace de un estado impensado para el teatro: la imposibilidad de representación colectiva donde él convivió no tienen cómo existir.

Asocio la neblina, la neblina que desciende al teatro, las aguas que bajan y dejan solo los desechos de una antigua vida de grandes navegaciones. Como que todos pasamos a ver en soledad los materiales arrojados sobre lo que queda del lodo. En la obra de Pompeyo también hay niebla y como vos lo pudiste apreciar el espacio teatral está destinado a un solo hombre que tiene que representar a todos los que se fueron. Es evidente que el drama sigue. Esperamos cuanto antes que la neblina se vaya, que regresen las aguas, aunque le seguiremos pidiendo a Pompeyo Audivert que continúe representando a todos en aquel espacio original de un subsuelo adonde se había propuesto ensayar la primera jornada de Macbeth con sus compañeras y compañeros actores.

En la próxima tenemos que encontrarnos en El Tigre. Le podemos decir a Pompeyo que nos acompañe para comer un asado.

Gran abrazo.

Juano

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