Una mirada sobre la literatura patagónica y las escrituras regionales, influenciadas y condicionadas por el centralismo y ombliguismo porteño. Una nota que incluye la reflexión de lxs escritorxs de esa región sureña de un país llamado Argentina.
Por Miguel Selser y Jorge Hardmeier.
La literatura nos otorga el privilegio de juzgar,
tomar una decisión sobre los hechos que han sucedido.
(Hannah Arendt)
Pasaron muchos años después de esa escuela primaria en Lanús. Reencuentro virtual. Discutimos sobre la existencia de las literaturas regionales, como admitiendo de por sí que existe una literatura nacional que las incluye y protege. Que sí, que no y, como un juego que quizás alguna vez jugamos en el patio de la escuela, nos fuimos reencontrando en la palabra. ¿Y si les pedimos a escritoras y escritores que nos cuenten sobre esta cuestión? Dale. ¿Hay una sola Patagonia? ¿La escritura también se sostiene y define en relación al lugar que habitamos? Habitar no es meramente vivir, también es sufrir y ser parte de la idiosincrasia de ese lugar. En Patagonia se habita el desierto, los valles, el bosque y la nieve. Las músicas y las historias. El mar. Los Benetton y los Exxon. Las viejas matanzas y las actuales. Los pueblos que afincan desde antes que nuestra lengua. El viento, mucho viento. Cenizas y temblores. Y desapariciones.
Una Patagonia de la mente
Nacido en Regina en 1978, Cristian Carrasco, poeta y narrador, reside hace años en Neuquén: “No sé si hay una influencia clara de la geografía en la producción literaria. Puede ser que las grandes distancias que se recorren en la Patagonia para ir de un pueblo a otro creen una cierta forma de captar el mundo. El paisaje patagónico siempre va a estar relacionado con la poesía, pero es por una experiencia personal, no por un determinismo geográfico. Toda la Patagonia, desde la cordillera al mar, es extremadamente bella y de esa belleza algo se filtra inevitablemente en lo que estés escribiendo”.
Matías Castro Sahilices, rosarino hincha de Newells, editor y escritor afincado en San Martín de los Andes afirma: “Creo que esto de la literatura patagónica es más una expresión de deseo que una cuestión reconocible en el lenguaje o en la sintaxis del territorio. ¿A qué respondería la carátula de “patagónica”? ¿A la literatura producida dentro de esta geografía de límites brumosos, a la producida por autores nacidos en el lugar, a la que da cuenta del territorio en la obra? Creo que no hay rasgos distintivos que agrupen a los escritores de la región”.
Marcelo Gobbo, escritor y ensayista nacido en Buenos Aires, se afinca en Neuquén y también trabaja en producciones audiovisuales. Da su opinión sobre la cuestión de la incidencia de la geografía en la escritura: “Inevitablemente, la geografía influye en cualquier producción artística, a menos que quien crea lo haga desde un absoluto aislamiento, o desde la memoria, y en tal caso influye desde el recuerdo. Tal vez, más que la geografía en general, influya un aspecto particular: el clima. El factor climático es, para mí, relevante en más de un sentido: por predisposición al acto creativo tanto como por su incidencia en aquello que narro o poetizo”.
¿Una geografía tan particular como la de la región patagónica influye directamente en los diversos actos creativos y en las existencias personales? “La geografía determina la vida de las personas en cualquier lugar del mundo. Este territorio vasto tiene mar, montañas, valles, mesetas, glaciares, estepa, bosque y selva fría. Es evidente que la fuerza de la tierra te cautiva y esta elección del medio desde donde enunciar se vuelve poderosa y necesaria” opina Cristina Venturini, poeta y narradora oriunda de Entre Ríos.
Para la escritora Carla Potenza no existe una tendencia marcada en los textos surgidos desde la Patagonia que se relacione directamente con la geografía. Rafael Urretabizkaya, por su parte, es docente y escritor. Reside en la región desde la década del ochenta: “Te cambio geografía por territorio y digo que se construye con deseos, proyecciones, con recuerdos. Pienso en cosas del estilo dónde hacer el gallinero, poner en condiciones el día para llegar a un recodo del río donde se pesca mucho, regalarse el tiempo para escuchar a Don Aníbal, enamorarse de una persona y decírselo, aprender a andar en bici, saludarse a los ojos con alguien que cruza, ayudar, ser ayudado, pasar una tormenta fuerte, ver llegar los pájaros que emigran, las bandurrias que se amigan con tu árbol y lo anidan, pedir fiado y que te den, fiar, hacer algún gol, perder, ganar, jugar a la escondida y quedar para lo último, picar piedra libre para todos los compas. El territorio se construye de estos modos me parece. El territorio es donde uno es“.
“Inevitablemente, la geografía influye en cualquier producción artística, a menos que quien crea lo haga desde un absoluto aislamiento, o desde la memoria, y en tal caso influye desde el recuerdo. Tal vez, más que la geografía en general, influya un aspecto particular: el clima“. (M. Gobbo)
Luciana Tani Mellado es investigadora, docente universitaria y poeta. “Mi opinión sobre el tema parte de una renuncia: la renuncia a reproducir una perspectiva determinista o lombrosiana del vínculo entre la geografía de un lugar y la literatura que se escribe allí. Los contextos geográficos, pero también los contextos sociales, inciden en la creación artística. Lo hacen de modos sutiles y a veces misteriosos”. Tani nació en Buenos Aires y hace años reside en Comodoro Rivadavia. “Afortunadamente, la literatura actual de la Patagonia se abrió a una pluralidad que no se agota en la celebración de un paisaje ni en la ratificación de alguna postal turística. Lo que predomina, puntualmente después de los años ’70, es la conciencia crítica en escritoras y escritores que asumen sus prácticas atravesadas por dimensiones estéticas, pero también políticas arraigadas a un suelo concreto. Las imágenes de vacío de los discursos imperiales y del nacionalismo fundacional, así como las de una naturaleza pródiga para los extractivismos se revisan junto con las ideologías que las legitiman”.
Para la poeta Liliana Campazzo existe mucha fantasía acerca de la Patagonia: “Aquí también hay ciudades superpobladas con situaciones muy complejas como las que genera el capitalismo y el consumo desmedido. Escribir en la Patagonia significa muchas veces un recorrido diferente a lo que puede hacer un escritor en Buenos Aires. Pero no soy la persona indicada para responder sin ponerme arisca; Graciela Cros lo dice mucho mejor en su ensayo La Ley del Coirón o Juan Carlos Moisés en su texto Escribir en Patagonia. Sí puedo dar fe de que mi escritura se sostiene en un tempo diferente al que hubiese tenido si viviera en Escalada o en Banfield, patrias de la infancia”.
Una excursión al linaje patagónico
La zona patagónica recibe nuevos habitantes en modo constante ya sea por motivos laborales o existenciales. Y muchos de lxs nacidxs en la región, también, emigran en busca de otros horizontes. Por eso Potenza, poeta oriunda de Castelar, opina que “no existe algo como una ‘construcción regional’ sino que eso está en ‘vías de construcción’. Es difícil que haya cierto linaje en una región que recibe a nuevos/as habitantes constantemente”.
Para Cristian Carrasco ya existe una suerte de linaje: “Hay mucha literatura crítica que habla de la creación desde cero en la Patagonia, como si todo se estuviera por descubrir, en un estado de virginidad, pero se trata por lo general de textos de los 70-80. Ahora, casi cincuenta años después, tenemos nuestros próceres. Cuando me los cruzo en algún encuentro o feria los llamo así, los próceres: Mansilla, Burton, Costa, Cros, Campazzo, Corvalán, Finzi, y algunos más que me olvido. En la Patagonia estamos en un límite muy bello donde el linaje es suficiente para reconocerlo pero no tan pesado como para querer deshacerse de él”.
Marcelo Gobbo difiere en su mirada crítica: “Tal vez el único linaje territorial que considere indispensable sea un concepto sobre el que Raúl Artola [poeta oriundo de la Provincia de Buenos Aires y radicado en Viedma] ha escrito ejemplarmente: la periferia es el centro. Y vale para cualquier territorio. Más allá de esto, creo que por ser la patagónica una literatura hecha, en gran medida, por quienes llegaron a este territorio desde otros lugares, hay una heterogeneidad que elude etiquetas o encasillamientos”. Cristina Venturini realiza un pormenorizado análisis sobre el tema: “Hay un lenguaje mestizado desde el español como lengua dominante que incorpora términos de las lenguas originarias y las de los inmigrantes de la región. La realidad de hoy es el mestizaje, la diversidad. Esto se evidencia en la literatura, sobre todo en la poesía. Esta periferia elegida es el centro desde donde se escribe con una identidad en constante renovación”.
El tema es de larga data: creación, universalidad, territorio, la propia aldea como plataforma desde donde surge cierta expresión artística. “La literatura patagónica existe, más allá del nombre que se le asigne” – afirma Tani Mellado –. “Entiendo que toda literatura es local en un sentido básico, pero también sé que no todos los lugares son iguales. Los espacios se diferencian en múltiples sentidos. En la Patagonia no es lo mismo escribir en una ciudad que en un pueblo. No es lo mismo escribir en castellano que en mapudungun; hacerlo desde una disidencia sexogenérica o no; no es lo mismo publicar en editoriales independientes de circulación regional que hacerlo en catálogos de proyección nacional. La literatura que se escribe en la Patagonia es local, regional, nacional e internacional, todo esto a la vez. No es un souvenir para la estantería de nadie. Sin embargo, existen otras concepciones que en vez de atender a la heterogeneidad histórica, discursiva e ideológica reparan solo en las semejanzas, y concluyen sus planteos con tesis esencialistas, paisajísticas, de costumbrismo estereotipado o de exotismo for export. Su origen está en los llamados textos fundacionales escritos por foráneos, inicialmente europeos, y después argentinos. Su idea del sur reitera el imaginario del último confín del mundo, pura naturaleza, inmensidad idealizada o bárbara”.
Campazzo remata: “A veces creo que la definición literatura patagónica no sirve, otras veces pienso que es una forma de situar lo regional como modelo de resistencia cultural a una metrópoli que se fagocita todo mientras abre sus ventanas a lo que llaman el exterior o la literatura de las grandes multinacionales del libro. Siento que hemos construido una poética que se sitúa en un espacio al que se llamó “Desierto” y que nunca estuvo ni deshabitado ni vacío y que posee una larga tradición de creación literaria escrita y oral”.
“La literatura que se escribe en la Patagonia es local, regional, nacional e internacional, todo esto a la vez. (…) Sin embargo, existen otras concepciones que en vez de atender a la heterogeneidad histórica, discursiva e ideológica reparan solo en las semejanzas, y concluyen sus planteos con tesis esencialistas, paisajísticas, de costumbrismo estereotipado o de exotismo for export. Su idea del sur reitera el imaginario del último confín del mundo, pura naturaleza, inmensidad idealizada o bárbara” (L.T. Mellado)
El Dios Editor atiende en Buenos Aires
En la totalidad de los aspectos, ya sean políticos, económicos, sociales o culturales, es indiscutible el centralismo porteño. Una situación que debe ser revisada. La circulación de la creación literaria no es ajena a esta estructura. La capital de este país peca de ombliguismo. Matías Castro Sahilices manifiesta: “El centralismo porteño y su visión unitaria obligan a los territorios a aislarse o blindarse. Y eso no sucede solamente en esta región, sino que se replica a lo largo del territorio. Por ello, en esta tradición de ‘dar la espalda’ al norte, esto es, de entender que se puede laburar sin estar en sintonía con la literatura producida en Buenos Aires [NdE: algo en lo que estoy de acuerdo completamente], aparecen cuestiones propias de toda comunidad endogámica: los autores se leen entre ellos, se publican entre ellos y las obras se distribuyen dentro de ‘los límites de la zona'”.
Marcelo Gobbo conjetura: “El tema de la distribución es problemático, tanto o más que el de la publicación. Casi todas las editoriales de la región se ocupan de lo que llamamos ‘publicaciones de vanidad’, con excepciones que van desde las ediciones mixtas (el escritor paga una parte de la publicación) hasta las casi milagrosas que son posibles porque la editorial logró algún acuerdo con un ente estatal. Pocas editoriales de la región tienen distribución nacional y los libros circulan entre ferias, amigos y familiares”. Carla Potenza, indica los efectos de cierto modo de publicación: “El tema de la circulación es problemático para esta región al igual que para otras. La extensión patagónica dificulta la circulación de textos en la propia región y hacia otros puntos del país. Hacia afuera de la Patagonia eso provoca que se erijan ciertos nombres de autores/as como ‘representantes de la región’ y que sea difícil que nuevas voces se propongan, se distribuyan, se escuchen”. Rafael: “Estamos lejos de Buenos Aires pero a veces estamos lejos de alguien que vive en nuestra casa. Los libros hacen más por nosotros de lo que somos capaces sin ellos. Además tienen paciencia”. Yendo de la cama al living. Sientes el encierro.
“Hay tres asuntos – analiza Tani Mellado – que rondan este punto. Primero, la Patagonia, como otras regiones, sigue siendo periferizada por políticas estatales que no son federales ni equitativas. Segundo, el desconocimiento se reproduce en el interior de la región, en comunidades que consumen mayormente los productos literarios de una máquina cultural hegemónica, Tercero, la restricción en la circulación de amplias zonas de nuestra literatura como consecuencia del centralismo afecta a todo el país. Esto es difícil de ver, quizás por la fuerza de la costumbre con que le achacamos todos nuestros males al porteñocentrismo. Las periferias no son fenómenos regionales ni nacionales sino globales”. Según Lili Campazzo los textos producidos en la región circulan en ese ámbito: “Se debe no solamente al centralismo porteño. Hay factores que hacen a la industria del libro y que exceden las causas de la distancia, tienen que ver con políticas económicas, culturales y con criterios de mercado. Cuando la Patagonia deje de ser marca registrada en lo comercial y se mire con menos exotismo, y no sea territorio de extractivismo y paisaje de postal, la producción literaria será entonces capital cultural integrado a lo nacional”.
Pinta tu aldea
¿Qué temáticas recorren esa literatura patagónica, esa geografía que es a la vez un clima y un estado existencial? “Los primeros relatos son orales – analiza Cristina Venturini-, historias al lado del fogón, epeu, consejos, las historias de los pueblos originarios, las pinturas en las cuevas. Hay relatos fundacionales transcritos de la oralidad de las lenguas ona, mapuche y tehuelche conocidos en parte por el trabajo de Gregorio Álvarez, Juan Benigar, Willy Hassler o Bertha Koessler. Después vienen los relatos de viajeros como Musters, Cox, Villarino, Menéndez, Mascardi o el Perito Moreno, con la mirada del extrañamiento y la descripción de esos primeros encuentros con una tierra y un entorno hasta entonces desconocido para ellos. Los relatos ficcionales posteriores como los de Asencio Abeijón, o la poesía de Bustriazo Ortiz toman el tema de la naturaleza en su dimensión exaltada. Durante la dictadura hubo un exilio interno desde los centros más poblados del norte hacia la zona, como es el caso de Artola, Peluffo o Cros. Hoy los temas y géneros más variados circulan por ferias, librerías, encuentros e internet en una sopa de picorocos con mollejas sin precedentes. Las voces más disímiles conviven en el territorio y en la red en una aventura multifacética. Hay una intención deliberada de darle voz a los secretos silenciados, hay tres historias sobre la desaparición de Natalia Ciccioli, un caso aún no resuelto, escritas por Gobbo, Impemba y Selser”.
La Patagonia y los huincas
Los habitantes originarios de la región patagónica fueron atacados, reprimidos y asesinados en diversas situaciones históricas. Esa lucha aún continúa. ¿Cuál es la influencia de las literaturas de esos pueblos, sea escrita u oral, en la actual escritura? Cristina Venturini afirma: “Existe una construcción que se retroalimenta de los decires anteriores y contemporáneos. Hay un lenguaje mestizado del español como lengua dominante que incorpora términos de las lenguas originarias y las de los inmigrantes de la región”.
Cristian Carrasco analiza esa tradición centrándose en su propia obra: “En mi obra, las literaturas de los pueblos originarios no tienen ninguna incidencia. Me parecería una falta de respeto hablar de algo que no conozco lo suficiente y no domino. No me parece mal que un escritor saque temáticas o historias de cualquier fuente, pero si lo hace desde el desconocimiento, el resultado suele ser malo. Si en algún momento de mi vida tengo algo para contar que se encuadre naturalmente en la visión de mundo o cosmogonía de algún pueblo originario, lo haré. Más allá de la distancia temporal obvia, hay una diferencia en la cosmovisión que, si no se conoce y no se trata con respeto y fidelidad, cae en una especie de chamuyo new age, que no suma para nada a la obra”.
Marcelo Gobbo opina que esa impronta de los pueblos originarios es distinta en cada autor o autora, no es lo mismo en Ancalao que en Campazzo: “En lo que a mí respecta, siempre traté de evitar caer en el exotismo o el pintoresquismo: a fin de cuentas, soy un huinca y no quiero ser irreverente con una tradición y una comunidad a las que no pertenezco y a las que siempre me he aproximado con respeto. Las aproximaciones a la cultura mapuche que me he permitido han sido siempre desde el lenguaje (incluido el musical), ya para reflexionar acerca de la traducción de algún vocablo dentro de alguna narración, ya para ir al rescate de una oralidad en el testimonio de alguna figura emblemática de la comunidad mapuche, ya para incorporar una sonoridad a un idioma ajeno, y en todos esos casos desde una posición política que sea, a su vez, estrictamente poética”.
Para Carla Potenza es un tema a debatir: “En San Martín de los Andes hay, por un lado, circulación de cierta literatura de tradición oral mapuche transcrita por voces externas a la comunidad, como lo son por ejemplo la compilación de ‘leyendas mapuches’ que realizó Bertha Koessler. Esos textos no fueron escritos con el consentimiento ni la colaboración de las comunidades y además fueron traducidos a distintos idiomas lo que hace pensar que se pueden haber agregado/sacado cosas (y no deja de ser una reversión a manos de una persona ‘foránea’). Creo que este tipo de textos confunden, banalizan y abordan de manera ‘superficial’ la tradición literaria oral de los pueblos originarios”. Para Urretavizkaya lo esencial es recordar que esos pueblos originarios fueron víctimas de un genocidio perpetrado por el Estado Argentino: “La literatura escrita por integrantes de pueblos originarios hará su parte en este proceso de estar vivo e ir por toda reivindicación. Lo escribirán Liliana Ancalao o Viviana Ayilef, lo cantará Anahí Mariluán, lo explicará con toda la data Adrián Moyano. No nos olvidemos que es el silencio quien hace posible la palabra”.
Según Mellado “son muy importantes las textualidades indígenas en la región, como en otras del país y de América Latina. En el sur, las comunidades originarias están comprometidas en proyectos de recuperación de sus territorios, culturas e idiomas. En este marco, sobresale la revitalización de la lengua mapuche, el mapudungu, lengua de la tierra, o mapudungun, hablar de la tierra, de raigambre oral y de origen milenario”. Campazzo aporta su mirada: “Puedo decir que conocí la oralitura, término que me enseñó Liliana Ancalao y que se aplica a las comunidades ágrafas que poseen una literatura oral. La contingencia cultural del reconocimiento de los pueblos preexistentes es algo que ha permitido conocer la poética de muchos autores y autoras que han remontado su lengua y su estética a sus ancestros y que a su vez nos ha vinculado a los no hablantes a otra cosmogonía y una estética de mayor profundidad, estableciendo lazos que fortalecen y sustentan una literatura de cruces y entrecruces que la convierten en múltiples voces que recorren un espacio en el que todavía se sueña con una anti tradición construida sobre la pluralidad”.