Literaturas

Valeria Román Marroquín: “Sostener que la mera escritura ya es revolucionaria es una posición muy fácil, porque implica no ir más allá de su ejercicio hacia la organización colectiva”

La poeta nacida en Arequipa, que formó parte de la 46.ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, nos habla de su última publicación, ana c. buena, una serie de poemas que reflejan el recorrido en la vida diaria y rutinaria de una mujer que es vulnerada constantemente por la sociedad opresora.


Por Pablo Andrés Rial.

A través de la voz poética, ana c. buena (La balanza editorial, 2021), hace que lo individual sea político, exterioriza un abanico de realidades crudas y con ellas embarca hacia un desplazamiento: de un pesar asfixiante y de sometimiento, a un lugar de reclamo y acción.

Es una obra que genera estremecimiento e inquietud, ya que abre paso a interrogarnos, a interpelarnos y a tener una mirada focalizada en la otredad.

Quizás, tal como lo menciona la autora “escribir poemas no es la mejor forma de hacer política” pero sin embargo puede que sea el inicio, un frente más, que aporte a la revuelta, a la impugnación de los valores, normas y poderes establecidos, para dar lugar a lo nuevo.


Revista ruda

¿Pensás que hubo un cambio en tu forma de escribir respecto de obras anteriores?

Hay que tener poco pudor para hablar de la escritura de uno mismo, yo pienso. No voy a hablar por los procesos de otros escritores, pero particularmente sí me interesa observar mi propia escritura y sus elementos a través de estos proyectos orgánicos que son los poemarios (porque nadie quiere escribir el mismo libro una y otra vez, creo). Y ana c. buena es un momento en mi escritura que es importante. Los cambios que hay en la escritura de este libro frente a los anteriores siguen girando sobre el mismo eje: feelback y matrioska, y las plaquetas “angst” y “triza la luz”, tienen como universo el mundo doméstico y rutinario. Es evidente que “ana c. buena” es un libro sobre lo doméstico y lo rutinario, solo que con un revés hacia la cosa política. Y ese giro explícito es en el que me gusta rebuscar porque de alguna manera u otra -y esto es algo más inconsciente que deliberado al momento de pensar y escribir “ana c. buena”- es una anotación sobre los sujetos y objetos políticos de nuestra época. Las reseñas al libro siempre señalan que hay un tipo de vuelta a una poesía “militante”, “proletaria” o “setentera”, y en cierto sentido están en lo cierto porque las referencias aquí son muy transparentes para quienes han estado atentos a la poesía de izquierdas en el Perú y otras partes del mundo. Sin embargo, ana c. buena no es un libro que se configura con las mismas categorías ideológicas que cargaban los poemas de ese abanico de autores. Ni las mismas pretensiones de universalidad, a pesar de que a primera vista pareciera apelar a una “sujeta” universal. Más bien, “ana c. buena” se vuelca hacia una literatura de lo menor y lo cotidiano, de la identidad y lo individual para pensar al colectivo. Y creo que eso es algo muy de época o de actualidad. O, dicho de otra forma, podría ser parte de eso que llamamos “lo urgente” si quisiéramos verlo así.

¿De qué modo construiste al yo poético en ana c. buena?

Pues la versión que está publicada aparece a partir de una serie de decisiones tomadas en el proceso de edición. Elegimos (hablo en plural porque mi editor está involucrado, y está muy bien que esté involucrado porque a los libros de poesía hay que editarlos) ahondar en la posibilidad de otra ana que no esté sujeta a alguna etiqueta en particular, sino más bien presentar a un sujeto enfrentándose a sus circunstancias. Lo demás se lo dejo a quien se acerca al libro. Una primera versión de “ana c.” era muy explícita con respecto a la identidad de “ana” como un sujeto que cohesiona orgánicamente el libro. Y aclaro que utilizo sujeto, y no personaje, porque me gusta otorgarle cierta autonomía al libro. ana (en minúsculas, y esta es una decisión política más que estética) habla para los otros y consigo misma. ana es objeto de las discusiones y los mandatos, pero también hay una suerte de autoconsciencia y cierto ejercicio de crítica sobre lo que se hace (trabajar, cocinar, limpiar) y sus implicaciones en el tejido social a pesar de lo pequeño de sus labores y de su universo (hogar, oficina, mercado). Hay también cierta cosa autobiográfica en el libro, ana también es un poco encargarse de la cocina y administrar el hambre cuando no alcanza para el día. Es el agotamiento de la oficina, es la impotencia de no poder hacer nada. Eso lo vemos y lo vivimos todo el tiempo. Al menos a mí me ha pasado.

¿Consideras al poemario como un manifiesto?

No, no lo creo. Aunque el libro utiliza la forma panfleto-manifiesto para la estructura de los poemas, no creo que “ana c. buena” sea un manifiesto en un sentido estricto. Realmente no dice nada nuevo ni tiene una pretensión mayor a la que se muestra. En ese sentido soy bastante transparente. Y no digo que haya una escisión entre la estética del poema y la retórica política de éste, más bien ambos conviven juntos y uno no puede persistir sin el otro dentro del universo del libro. Sin embargo, sí diría que afirmar que el poemario es un manifiesto es sobredimensionar las posibilidades de representación (“ana” como un sujeto que representa a X grupo de personas) y la función del poema.

¿Cómo describirías a Ana?

Como decía en la pregunta anterior, hablar de “ana” -de quién es y a quiénes representa o a quiénes apela- es una cosa un tanto complicada. O al menos para mí, que la he escrito y siento cierta responsabilidad porque arrojo estas palabras al espacio público, que es muy distinto a lo que los lectores de este libro han decidido interpretar. Empezaría diciendo que la razón por la que no está clara cuál es la identidad de ana, y por qué más bien cabrían distintas posibilidad -¿es ana un ama de casa? ¿trabajadora doméstica? ¿oficinista? ¿universitaria?- es porque de alguna manera u otra es un individuo no totalmente cohesionado, atravesado por ciertas determinaciones de la clase y también del género. Esas son las mujeres que están tanto en el espacio privado como el espacio público. Ojo que no estoy diciendo que es un asunto de realismo, ni que ana representa a alguien -vuelvo a mis palabras y pienso que no es un asunto de representación, principalmente porque me hacen ruido las pretensiones del “dar voz”, “visibilizar”, “representar” desde lo unilateral, más bien me parece harto paternalista, cosa que a veces reproducimos desde estos círculos tan ilustrados (que ciertamente no saben nada)-. Más bien digo que este libro versa sobre las retóricas del género y la clase, sus experiencias y sus espacios de reproducción. La cocina, el mercado y la oficina aparecen de forma lírica, sí, pero no es una oda a la beterraga o al trabajo. Ni es una oda a ana, porque tampoco es una suerte de heroína ultra moderna y contemporánea. Más bien es como descascarar esos procesos cotidianos, disecarlos y mostrar esas tuercas e hilos que nadie ve. O que vemos y no queremos reconocer que efectivamente existen, están ahí e implican entregas inconmensurables. Desde la cosecha, hacia los trabajos domésticos, todos son considerados trabajos inferiores, menores. Sin embargo, si uno para la cadena se cae. Pero nadie te dice eso explícitamente. Pues yo quise escribir sobre eso, y ana de cierta forma también es una herramienta pedagógica para exponerlo.

¿Cuál es el criterio que utilizaste para hacer los cortes de verso?

Ritmo. Un poco porque se me pegó la gana también.

Pude apreciar que en los poemas se entrelazan dos tipos de lenguaje: cotidiano y abstracto. ¿Fue intencional combinarlos?

Pues creo que siempre me han gustado ambos registros. De por sí lo cotidiano es algo que me interesa, pensándolo en retrospectiva siempre he escrito sobre eso, y supongo que son las obsesiones que uno adquiere. Por otro lado, eso del lenguaje abstracto lo llamaría más como el lenguaje teórico. Ciertamente, como estudiante de Filosofía he convivido hasta el hartazgo con la “pura teoría”, y hay cierta forma de asimilar el lenguaje de la teoría para construir los poemas. Es también burlarme un poco de la teoría y un poco de los teóricos, también. Me sirvo de su estructura, sí, pero también me divierto un poco. Y digo esto en el sentido de que la teoría en algunas circunstancias no aterriza por sí sola en el mundo de cosas que se supone debería haber algún tipo de correspondencia (“la pura teoría / quema con burla / mis dedos ampollados”). No soy apologista de que todo deba tener una utilidad concreta, todo lo contrario. Tampoco una realista ingenua. Pero creo que el lenguaje de la pura teoría también tiene una potencia distinta a través de otros lenguajes, pienso en el canto lírico y la mera conversación, pero también en la reapropiación del lenguaje burocrático o de la oratoria y retórica política, el de la consiga (que se encuentra mucho en “ana c.”).

El panfleto #2 menciona “no puedes alimentar a nadie con palabras brillantes” resultándome inevitable relacionarlo con el tópico literario de las armas y las letras. ¿Opinas que la palabra por sí sola es insuficiente y que necesita de estar acompañada de la acción para generar un cambio real en la sociedad?

Anteriormente hablé de la “función del poema” de forma muy suelta, y es que estaba haciendo referencia a esta pregunta que ya me han hecho un par de veces, a propósito de “ana c.”. Y claro, las palabras pueden mil cosas, pero el poema necesariamente no. Para efectos políticos, realmente sería mucho más útil que fuese congresista, dirigente o activista/militante. En vez de escribir poesía sería más útil para las condiciones de las trabajadoras asalariadas y las mujeres que realizan trabajos no-remunerados que se escriban legislaciones. El poema no es el mejor lenguaje posible, ciertamente. Escribir poemas no es la mejor forma de “hacer política”. Y está muy bien eso, en realidad. Yo defiendo su inutilidad, su poca capacidad aleccionadora. La poesía no es resistencia. Lamento ir contra el famoso eslogan, pero así como es inútil y no puede defender su valor en el mercado, también puede ir en viceversa y acoplarse muy bien a sus reglas. De por sí la poesía no es revolucionaria, y más bien sostener que la mera escritura ya lo es, es una posición muy fácil porque no implica ir más allá del ejercicio de la escritura hacia la organización colectiva. Y más aún, relativiza a las escrituras que sí tienen una intencionalidad explícita de moverse en los códigos de la cosa política.

¿Cuáles son tus futuros proyectos artísticos?

Ninguno, estoy en un momento de introspección. Me dedico a cuidar a mi gata.



Valeria Román Marroquín
ana c. buena
La balanza editorial
2021

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