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No es Disney | Hallar un sentido entre las ruinas

La comedia dramática de Tadeo Pettinari nos relata la historia de una familia que lucha por reconstruir su identidad, en medio del desencanto de los años 2000 y el sentimiento de pérdida.


Por Marvel Aguilera.

¿Cuál es el sentido de la vida? ¿Existe uno? La mayoría de los grandes pensadores ha tratado de desentrañar este interrogante a lo largo de los años. El amor, el prestigio, el honor, el éxito. Las finalidades pueden ser inabarcables. Erich Fromm decía que el horizonte siempre va a estar marcado por las metas que cada uno se proponga. A pesar de ello, hay algo en que la filosofía está de acuerdo, en la idea de que los seres estamos impulsados a partir de un deseo de liberación: una necesidad por romper las cadenas del engaño para acercarnos a vivir más próximos a una verdad. No es Disney de Tadeo Pettinari parece querer poner en eje del debate la ruptura sobre aquellos relatos que obnubilan nuestra subjetividad, que nos pierden en deseos impropios y nos hacen ficcionalizar una realidad más cruenta, una donde buena parte de los héroes mueren y los finales felices son solo para unos pocos.

Florencia es la madre de una familia tipo en plenos años 2000. Histriónica y con aires de grandeza, transcurre su cotidianidad como una doncella en su casa del barrio del Once, criticando los deseos de sus hijos y subordinándose a las decisiones del marido. Los jóvenes, Andreina (Vera Noejovich), una poeta introvertida que busca refugiarse en la racionalidad de las palabras, e Iván (Juanse Cobo), un músico que se divide entre el sueño de irse a Nueva York y el carameleo con su impulsiva novia Pamela (Rocío Ambrosoni). La razón y la pasión que ellos tensionan se dirime con la jactancia de la madre desde su más sentido común.

Pero esa lógica tradicional se verá quebrada cuando el padre, luego de un accidente en la ruta, pase a congelar la vida de la familia. El derrumbe anímico, económico y existencial se filtra a través de la pérdida de la cotidianidad. Los espejos se rompen y ellos empiezan a ver sus verdaderos rostros: identidades en ruinas que deben volver a reconstruirse, a reencontrarse con sí, en un mundo donde el futuro es cada vez más incierto. Trabajos precarizados, sueños inalcanzables, broncas y recuerdos “de lo que pudieron ser” que vuelven para comparecerse de su presente. La vida empezará a ser cada vez más pesada, un mal sueño del que no se puede escapar tan fácilmente.

“El derrumbe anímico, económico y existencial se filtra a través de la pérdida de la cotidianidad. Los espejos se rompen y ellos empiezan a ver sus verdaderos rostros”.


La puesta de la obra juega entre los crecientes dramas familiares, más próximos al culebrón; el relato en off en donde se atisban las reflexiones más lúcidas sobre lo que acontece, y el show coreográfico que transforma abruptamente el clima de la obra para multiplicar las sensaciones festivas del público. Es que si bien No es Disney está basada en el clásico El Zoo de Cristal de Tennessee Williams, uno podría cruzarla a su vez con la argentinidad de los Gasoleros en plena crisis, el desencanto filosófico de Belleza Americana y la exuberancia latina de las performances de Thalia.

El trabajo de Mariana Giovine se luce de principio a fin. Los cambios de humor, el paso de la arrogancia a la pena, los cortes de “diva” que se filtran a través de su memoria. Todo en ella se acopla a medida que avanza la obra. Es que el personaje de Florencia atraviesa en poco tiempo una transformación en la que se evidencia más nítidamente ese trasfondo existencial y a su vez también social. Por medio de ella vemos el cuestionamiento de aquellos cimientos que han sabido trazar las tradiciones del pueblo sobre las mujeres; las convenciones de décadas pasadas respecto a la familia, el concepto del éxito y la pertenencia a la farándula, tan agigantados durante los años noventa. Rupturas que la dejan al borde del abismo, pero que a su vez le abren un camino de libertad para ver las cosas en otra perspectiva, una en donde lo realmente importante, a pesar de todo, son aquellas personas que nos sostienen.

Además, una escenografía muy bien constituida, en sintonía con la iluminación, permite que los personajes hagan un uso más amplio del espacio, en donde los laterales de la puesta juegan un papel más intimista, casi como recuadros. Ya sea para hablarle al padre que reposa en el limbo entre la vida y la muerte o como pequeños recortes confesionales que propician otra búsqueda de las emociones. El humor en No es Disney se bifurca entre la sátira y lo grotesco. Entre la incomodidad de ciertas situaciones realistas que nos reflejan con precisión arriba del escenario, muchas de ellas muy bien logradas por la hilaridad de Federico (Pablo Kusnetzoff), y los absurdos que ofician como cortes del drama y que son parte de ese universo mágico, y absurdo, tan parodiado por la obra.

No es Disney es una obra que nos demuestra que las luchas para superar tiempos de crisis se dan siempre desde pequeños lugares, y que detrás de cada gran pérdida hay un sentido de vida que permanece en cada uno de nosotros, a través de lo que hacemos, de nuestras elecciones, de la memoria. Porque es posible que lo que defina nuestra libertad como seres sea poder encontrar un sentido propio, con sus claros y oscuros, pero personal, frente a un presente en donde abundan las narrativas de lo que tenemos que ser y conseguir.

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA


Dramaturgia:Tadeo Pettinari
Actúan: Rocío Ambrosoni, Juanse Cobo, Mariana Giovine, Pablo Kusnetzoff, Vera Noejovich
Diseño de vestuario: Julieta Harca
Diseño de escenografía: Julieta Harca
Diseño de luces: Fernando Chacoma
Fotografía: Gastón Bejas
Diseño gráfico: Romina Pontoriero
Asistencia artística: Marisa Vernik
Prensa: Ati Zarate
Producción ejecutiva: Marina Kryzczuk
Coreografía: Marisa Vernik
Dirección: Tadeo Pettinari


Animal TeatroCastro 561, CABA.
Funciones: Sábado 20:00 hs.

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