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Las ratas: Una humanidad que languidece

Esta historia es la de un grupo de personas que rayan lo animal, pelean por desechos y muerden rabiosas las miserias para sobrevivir en una sociedad cuya humanidad languidece.


Por Pablo Pagés.

En La peste de 1947, Albert Camus narra la historia de unos doctores que descubren el sentido de la solidaridad en su labor humanitaria en la ciudad argelina de Orán, mientras esta es azotada por una plaga. Antes, Kafka en La Metamorfosis contaba cómo Gregorio Samsa se convertía en cucaracha. A estos dos escritores los aleja el tiempo, solo eso. Ya estaban advirtiendo la necesidad de crear una literatura por donde se transitara el símbolo de un desgaste social, determinando la figura de un roedor que se alimenta de los desechos, despojos, restos de comida en las bolsas de basura. Ambos querían advertirle al mundo que la condición humana iba camino a estas hipérboles que nos augura el destino fatal de un capitalismo extremo.

Ahora, a esta altura de los acontecimientos, quedó en claro que la conducta del ser humano languidece errática, mordiendo rabiosa con sus dientes las miserias más espantosas para poder sobrevivir.

Y sí. Es una crítica a este mundo gobernado por lunáticos. Lo del neoliberalismo podemos dejarlo como un detalle, casi técnico, de las ciencias sociales. De abajo hacia arriba y viceversa las órdenes bajan con la crudeza de una coacción que atraviesa nuestros cuerpos.

Pucha, si a todos nos pasó. Tranquilamente podemos pensar que si este Frankenstein llamado capitalismo sigue devorando su cola, en unos años, indefectibles, vamos a estar viviendo una película de esas donde un desierto estéril es el escenario de la lucha por un barril de crudo, o simplemente por un hueso.

Lo que vemos en esta obra llevada a escena con una discreta pero elemental puesta, es a este grupo de personas que rayan lo animal, viviendo en una suerte de cueva o gueto donde intentan sobrevivir de un supuesto “afuera”, feroz y mortal. En este lugar oscuro los espacios de poder que cada uno tiene se irán modificando según transcurra el argumento. La obra es fuerte. Nos vemos como animales capaces de perder toda clase de valores. Todo muy en línea con estos años de gobierno que ya casi son parte de la historia.

La escenografía se ajusta a las necesidades de la dramaturgia y la levanta unos escalones. La falta es lo que los condiciona. Van a mostrarse hipócritas y abyectos, van a intentar no correrse de los lugares que les dan cierta seguridad.

Disonante. Casi no causa risas. Los gritos y los sonidos no empatizan con el público, perturban. Porque de alguna manera espejan en el espectador lo que no se puede dar por imposible. Siempre hay finales feroces cuando los sentimientos más terribles salen a marcar un terreno que defienden, como a la misma propiedad privada.

Esta obra está bien pensada y llega a buen puerto por donde se la mire. Vale pegarse una vuelta por el El Extranjero y participar de esta invitación a ver qué tan posible es llegar a nuestros lugares más oscuros.


Ficha técnica

Las ratas
El Extranjero, Valentín Gómez 3378, CABA
Vinicius Soares, Guillermo Vega Fischer

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