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Apurimac: tender un puente

El documental Apurimac: un dios que habla, dirigido por Miguel Mato, es una experiencia sensorial. Retrata la tradicional reconstrucción del puente colgante Q’eswachaka, sobre el río Apurimac, la cual se realiza todos los junios desde los tiempos del imperio incaico.


Por Santiago Zynda.

Desde las alturas se aprecian las texturas de las piedras soleadas, los yuyos resecos, los pasos temblorosos de las cabras, la tierra rastrillada por manos dúctiles en busca de papas. Los ojos de la cámara buscan ser los del espectador, recorriendo con la velocidad de la brisa los 3700 metros sobre el nivel del mar del distrito de Quehue, región apenas poblada del departamento peruano de Cuzco.

La cita elegida para coronar el póster de Apurimac: el dios que habla, el nuevo documental de Miguel Mato, lee en mayúsculas: “una experiencia sensorial” y desde su inicio busca situarse en un presente tangible, dando validez a esa breve definición.

Solo el sonido del viento acompaña a la música calma pero poderosa. El lenguaje se presenta decenas de minutos después, cuando el escenario se muda al centro urbano más cercano, donde un locutor de la radio de los pueblos tupacamaristas convoca a los representantes de las cuatro comunidades (Q’eswachaka, Huinchiri, Chaupibanda, Ccollana Quehue y Choccayhua) responsables de la reconstrucción del Puente Q’eswachaka.

Patrimonio de la humanidad de la UNESCO, el puente colgante se destruye y se vuelve a construir desde los tiempos del imperio incaico, iniciando el proceso, que dura cuatro días, el primer domingo de junio de cada año.

La noche previa al comienzo de las actividades, tres hombres rodean un fuego, rociándolo con un líquido que aviva las llamas. Unas palabras flotan en susurros entre la tierra, el fuego y la luna. Amanece y con la luz llega el deber.

Ya de día, los adultos responsables reciben a los niños, que llegan alegres y uniformados. Están listos para aprender y sumarse a las tareas: cortar y tratar el ichu (pasto andino que significa literalmente “paja” en quechua) para luego trenzar sogas que parecen infinitas. El antiguo puente cae sobre el río Apurimac, que lo lleva corriente abajo donde será olvidado entre el agua y las rocas. El nuevo puente se erigirá fuerte y útil.

Miguel Mato, quien se había destacado por dirigir documentales enfocados en personajes arraigados en la cultura popular moderna como Sandro o Haroldo Conti, aquí también elige titular su documental con el nombre de un personaje. Pero aquí el personaje titular, mitológico además de popular, toma nada más que un rol de reparto. Los protagonistas son, en cambio, muchos y anónimos.

Es a ellos a los que se busca explorar, miembros de comunidades que viven inseparables de las tradiciones y la naturaleza. Parecen seguros de que al honrar ambas, podrán esquivar tragedias innecesarias e injustas. La historia se repite más allá de los intérpretes, que llevan adelante la costumbre desde hace siglos y que mantendrán viva las generaciones venideras.


Su recompensa es el grito triunfal que corona el esfuerzo colectivo. La tarea es imposible desde lo estrictamente individual: alguien tiene que tomar la soga que se arroja cargada de fe desde el otro lado del abismo. Su objetivo, en última instancia, es comparable al de las piezas documentales como ésta, que a través de la observación y la difusión buscan tender puentes que atraviesen creencias, costumbres y kilómetros.



Apurimac: el dios que habla
Documental
Dirigido por Miguel Mato
81 minutos
Proyecciones: ver en el perfil o en Cine.ar (disponible hasta el 11 de enero 2020)

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