Vértices

Identidad Marrón: “Nadie se pregunta por qué en la mayoría de los espacios progresistas todos son blancos”

El colectivo Identidad Marrón cobró forma en 2019 para visibilizar y denunciar el racismo estructural en la sociedad. Talleres, memes y actividades culturales son el camino que eligen para mostrar que la Argentina no es tan progresista como se cree.


Por Ayelén Rives. Fotos Julieta Bugacoff

Es la tarde de un miércoles caluroso de octubre, que anticipa la llegada del verano a una Buenos Aires tensa, a pocas semanas de las elecciones presidenciales definitivas y a pocos días del antes llamado Encuentro Nacional de Mujeres (al que las bases presionarán para llamar Plurinacional y con Disidencias). Ya desde mitad de cuadra entiendo por qué Flora Nómada y Alejandro Mamaní, integrantes del colectivo Identidad Marrón, eligieron el Café de los Angelitos sobre la Avenida Rivadavia para encontrarnos. En ese amplio salón repleto de personas merendando, quieren llamar la atención sobre algo que está a la vista de todos pero que nadie dice: “Algo bastante común para las personas no blancas o racializadas (o las personas marrones, como decimos), personas con rasgos indígenas, que vienen de contexto de provincia, campesinado, comunidades y demás, es el tema de la barrera invisible. O sea, no es que no podamos pagar un lugar así, no es que sea muy caro, no es que esté prohibido, pero hay algo que te dice que acá no. Que no es tu lugar. Entonces una de las prácticas que tenemos con las notas es darlas en cafés, para ocupar nuevos lugares”, explica Alejandro.

Flora Nómada tiene 23 años, egresó del Nacional Buenos Aires, es ilustradora y estudia Artes Visuales en la UNA. Creó un perfil de Instagram llamado Indi0ses en el que busca decolonializar la belleza. Alejandro Mamaní es abogado, asesor legal en derechos humanos para ONGs y colabora en Abogados Culturales. Ambos son activistas del colectivo Identidad Marrón, que cobró forma en 2019 y plasma sus debates y acciones de visibilización en las redes sociales, pero que realiza además innumerables conversatorios, charlas, talleres y actividades culturales con el objetivo de visibilizar un tema complejo y muy silenciado en la Argentina: el racismo estructural.

En las últimas décadas, diversos investigadores y sociólogos latinoamericanos coincidieron en una lectura que señala la matriz colonialista del poder en nuestras sociedades y discute la falsa universalidad del pensamiento occidental (y principalmente europeo) que arribó a nuestro continente con la invasión europea en el siglo XIV. Este pensamiento rechaza y cuestiona la historia del poder de la civilización occidental y piensa a nuestras sociedades con los componentes que tienen desde la colonización: una estructura social desigual apoyada en el racismo.

La barrera invisible

Antes de llegar a la entrevista ensayo varias preguntas, ¿cómo abordar un tema tan complejo y que cruza tantas aristas en nuestra sociedad? Pero Alejandro y Flora hablan rápido y saben lo que tienen para decir y, antes de tener mi café en la mesa, ya llegamos al nudo de la cuestión.

Alejandro Mamaní: El racismo (si bien hay una cuestión de cultura occidental en la que claramente el blanco es el patrón de deseo) responde a lugares, a contextos sociales diferentes. Es muy complejo. Acá por ejemplo hay un tema que es como el “drama de blancas”: personas que no son rubias que te dicen “yo no soy blanca”, pero… porque no soy rubia. Como no está en el estándar noruego, en su mente puede ser “negra”. Pero hay un juego que es re complicado porque en Latinoamérica, por lo menos la parte hispanoparlante, no se habla de racismo. Rita Segato a mí me parece un re ejemplo porque juega el juego de “al final nadie es blanco acá”. No, Rita: sí, sos blanca, tenés ojos claros y es genial. Ella te dice “pero cuando yo voy a España, yo ya dejo de ser blanca, inmediatamente llego al aeropuerto y dejo..”. No, no dejás de ser blanca, dejás de ser nacional. Pasás a ser extranjera y posiblemente seas víctima de xenofobia. 

Como mucho podemos identificarnos como “sudacas”.

AM: Pasa que esto nos olvida, porque sino somos todos sudakas. Entonces es ese juego… Los autores de decolonialidad, por ejemplo, en su mayoría son blancos. El problema es que para nosotros no son blancos, porque tenemos otro estándar de lo que es “blanco”. Pero [Silvia Rivera] Cusicanqui tiene ojos claros, es blanca en Bolivia y ella misma dice “yo soy mestiza, no soy indígena, pero tuve una nana indígena. Yo abracé la cultura”. Y está genial pero va a Noruega, y para el noruego ya es indígena. Es un juego de cómo es cada uno en cada lugar. Y todos ellos tienen maestrías hechas en Essex o en contexto europeo, estadounidense. Nadie se decolonializó…

“Hay una cuestión particular con respecto al racismo en Argentina, con respecto a las personas marrones, indígenas, que se enlaza al silencio. ¿Por qué? Porque la agresión no es un golpe directo, es algo como un corrimiento silencioso.”


Entonces surge el marrón como para señalar que hay una cuestión del color que visibilizar. ¿Cómo llegaron a construir esa categoría de “lo marrón”?

AM: Nosotros fuimos la semana pasada al Encuentro Plurinacional en Quilmes y la discusión que teníamos con las compañeras es que hay momentos que no nos identificamos indígenas. Hay compañeras que sí. Pero a mí en lo personal me parece una falta de respeto enunciarme como indígena cuando yo no nací en un contexto comunitario. Yo nací en Salta, mis padres son campesinos. Pero esta discusión de tener que encajar para el ojo blanco me parece bastante cruel. Tenemos una compañera, ella es indígena, se llama Aymara, y es abogada. Y siempre cuenta que, cuando van a hacer las entrevistas, van a la persona que tiene el traje típico. Es como las mujeres mapuches, no es que andan siempre con la platería. O sea, van a las marchas con la platería porque es una forma de manifestarse. Pero hay algo detrás que es: para quién nos vestimos, para quién hablamos. Es el racismo. Este debate también lo tuvimos con una persona del colectivo afro: “Decirse marrones es entrar en el colorismo, y el colorismo ya pasó”. Bueno, la verdad que el debate del racismo en la Latinoamérica no fue el debate que hubo en el contexto estadounidense. Eso es una cosa, y la segunda es que tener que enunciarte indígena es fuerte: ¿por qué yo me debería enunciar indígena o “native american” que es la categoría que usan los yanquis para eso? ¿Por qué debería? ¿Para qué? ¿Para entrar en la categoría? Y lo que planteamos con otros compañeros de comunidades es: “Si vos sos mapuche, o tehuelche, o aymara o sos de la 31; cuando vos entres a la estructura social, la justicia, la salud, un hospital, etc, la otra persona siente que vos le vas a robar, o que vos no mereces el trato, etc. No lo hace en base a cuál es tu origen indígena, comunitario, autopercibido, sino lo hace en base a lo que ve.

Flora Nómada: Al fenotipo.

AM: Nosotros conocemos bocha de gente blanca que dice “bueno, pero mi abuelo era mapuche” ¡¿Quée!? Nos encanta, nos fascina. Pero claramente el racismo estructural no va a incidir en tu vida de manera determinante. ¿Porqué? Porque justamente el racismo funciona con lo se ve, y no con lo que se siente.

Y no se trata de una cuestión interpersonal de cómo decida ser cada uno sino de una estructura.

AM: Sí, y una estructura simple. Con muchos entramados pero simple. Es sin enunciados, sin autopercepciones. La estructura te determina acorde a lo que se ve… Porque nosotros podemos ser súper deconstruidos y no tener género y todo eso, pero si en la calle la policía ve un cis marica chabón, no es lo mismo que que vea una cis mujer o trans . Y es así. 

¿Y también piensan en la intersección de estos factores, no? El cruce entre género, color, clases sociales…

AM: Hay todo un tema relacionado con el empleo doméstico. Uno de los trabajos donde realmente se intercala esta cuestión del racismo, el poder estructural, la pobreza y los malos sueldos es el empleo doméstico. Donde las personas quedan en la disposición de un hogar privado, donde los aportes pueden o no ser pagados, donde la persona se somete, inclusive si esa persona está en la categoría “cama adentro” (que es trabajar en el lugar sin salir del espacio) hasta su vida sexual está controlada. Esa persona no va a hacer entrar a alguien más. El empleo doméstico es súper complejo por ese lado. Nosotros vemos que hay mucha discusión sobre el tema del trabajo sexual como una cuestión patriarcal, explotadora, etc., pero para las empleadas domésticas hasta hace siete años no había una ley. O sea no eran trabajadoras como cualquier otro trabajador. Y la militancia de derechos humanos, ONGs que lo han venido trabajando, no les importa porque básicamente…

¿No les conviene? ¿No hay una intención real de saldar esas diferencias estructurales?

AM: Va más allá de eso, es una categoría que no interesa. En Europa mueren en las pateras, acá están los migrantes. Bourdieu tenía una frase para esto…

¿Está naturalizado?

AM: Sí pero no quiero usar esa idea. Es como el aire, está ahí. En la mayoría de las organizaciones de derechos humanos, en la mayoría de los espacios progresistas nadie se pregunta por qué todos son blancos. No hay una duda. Y también hay algo numérico. Pero no te das cuenta que en la mayoría de las marchas la gente que está adelante es blanca, la gente que está atrás y tiene los carteles es marrón e indígena, -de hecho, en este lugar, la persona que estaba limpiando es la única con rasgos oscuros y andinos. Son tan invisibles… O sea vos vas a las cárceles de acá y gran parte de la gente tiene rasgos indígenas y después tenes un tema de pigmentocracia, una tabla de pigmentos que delimita dónde vas a estar yendo. Hay un meme bastante conocido…

FN: El meme de la tabla de distintas tonalidades de piel, de Family Guy.

AM: Es esta cosa de mientras más oscuro sos, bueno… ahí está tu lugar. Cuándo sos terrorista y cuándo no, o cuándo te pido DNI y cuándo no. Que no es consciente. Hay algo que a mí no me gusta usar que es lo de la “supremacía blanca”. No sé, me parece un concepto bastante fuerte.

FN: Esa idea es muy chocante, como que directamente vas al choque. Pero bueno esto de la existencia también te afecta no solo en lugares a los que venís a tomar un café. Capaz te afecta a tu entorno laboral, social, educativo. Por ejemplo, yo fui al Nacional Buenos Aires y ahí no van muchas personas marrones o indígenas. Éramos una población completamente minoritaria. Yo creo que en mi turno, que eran cinco divisiones de 20 pibes cada una, como mucho eramos 4 personas marrones. Y era increíble. Yo sentí esta barrera invisible, de decir “me siento rara en este lugar, no sé por qué”. Hasta que uno asume su posición en la sociedad, su color de piel, a lo que a uno lo condiciona, a lo que no. Es un tema.

¿Hubo un momento en que sentiste una toma de conciencia del racismo, de que la “barrera invisible” tenía que ver con eso?

FN: Yo creo que fue después de que terminé el Nacional, que estaba tratando de encaminar mi vida, decidir qué estudiar y qué no. Darme cuenta, en la reflexión e introspección, qué fui haciendo hasta acá, qué fue pasando, los lugares en los que habité. Ahora estoy estudiando en la UNA, Artes Visuales. Y en el arte también… No pasa mucho de encontrar personas marrones o indígenas. Básicamente porque también se nos destina a una determinada serie de estudios o de labores: enfermería, odontología, cosas así. Artes no. En Artes vas a encontrar otro tipo de personas, en general se espera eso. Entonces es como que ahí me puse a relacionar un montón de cosas. Desde chica yo siempre estuve en el arte, fui al Instituto Educacional de Artes y ahí también sentí esa cosa y tampoco entendía muy bien por qué. Y después empecé a notar estas diferencias tanto económicas, como sociales y raciales.

¿Y en qué momento eso se convirtió para vos en algo político, no solo una sensación personal?

FN: Cuando me cansé de estar triste… (risas). Sí, bueno, esto es así. No me sirve de nada quedarme con el enojo, la tristeza. Si esto no lo convierto en una herramienta…. Yo hago ilustración, dibujo, grabado y desde mi lugar, desde mi posición, desde lo que yo puedo hacer, tratar de transmitir determinadas ideas y poder interceptar un poco en lo que está pasando también. De alguna manera se va encontrando gente que tiene una misma visión y una misma mirada. Y así fue como llegué a Identidad Marrón. Pero además, esto no es personal, no es una percepción mía. También pasa mucho eso, te dicen que sos suceptible, súper sensible, estás flashando y no. 

AM: Es casualidad que toda la gente sea blanca en las series… (risas)

“Las pobres abortan… pero en el micrófono no tienen voz, no tienen nombre. No tienen foto, no tienen nada”.


Hasta en la casa de las buenas familias

En Argentina el conflicto racial está invisibilizado por ciertos mitos: que los argentinos bajamos de los barcos, o que, como mucho, somos un crisol de razas, pero en la estructura social se evidencia lo que Flora y Alejandro llaman la “barrera invisible”, los lugares donde difícilmente accedas según tu color y fenotipo. Una de las acciones para visibilizar su ausencia en lugares clave de la sociedad fue la intervención de la tapa del libro “La revolución de las hijas”, de Luciana Peker, en la que mediante edición digital incluyeron a mujeres marrones que estaban en la misma marcha a favor del aborto legal, seguro y gratuito. Pero la repercusión fue inesperada. 

AM: El tema con la tapa se dio simplemente porque se compartió mucho más de lo que vimos. Se compartió por grupos privados, nos llegaron capturas de periodistas súper conocidas diciendo que no lo compartan. Se planteaba como un ataque, pero no era un ataque.

FN: Se había percibido como un ataque personal.

AM: Podría haber sido el de ella como cualquier otra tapa de un libro feminista. Salvo los de dibujos… Si hay foto de personas, son todas blancas; pero si hay dibujos, representaciones, está la blanca, la afro, la indígena, la trava. Cuando es una performatividad se puede ser representativo, cuando es la realidad, es más complejo…

En la foto no salen todas esas personas juntas

FN: Exacto

AM: Claro, en la vida real eso no pasa. Y sí pasa… Una de nuestras compañeras, Sandra San, ella milita en la Campaña por el aborto, en zona oeste. Y Sandra San es super militante, super conocida, bastante cuerpo le ha puesto, pero por ejemplo nunca tuvo visibilidad. Hay una cuestión particular con respecto al racismo en Argentina, con respecto a las personas como nosotros, a las personas marrones, las personas indígenas, que se enlaza al silencio. ¿Por qué? Porque la agresión no es un golpe directo, es algo como un corrimiento silencioso.

¿Una omisión?

AM: Sí, una omisión de ver, que muchas veces no es adrede, puede ser inconsciente. Hay algo del “fue sin querer”.

FN: Son cosas que la gente ya tiene asumidas, entonces simplemente salen y no se dan cuenta el daño que pueden generarle al otro.

AM: Es un formato… Los racismos tienen diferentes formatos. De hecho el antisemitismo es una forma de racismo. La mayor cantidad de libros que se han escrito sobre racismo fue posterior al antisemitismo. Y son personas blancas. En Azerbayán hay un tema con el racismo hacia personas blancas, porque el foco de poder no lo tienen ellos, hubo una invasión y demás. Los lugares y las particularidades determinan cómo esta maquinaria de exclusión va funcionando o no. Y en el caso argentino particularmente, con respecto a lo indígena, el mito de lo blanco, del venimos de los barcos, la televisión, es algo que ha determinado esto de “no están”. Pero tal vez sí está una persona afro, porque viene mucho de un gran laburo que se hizo en el contexto yanqui. Que ahí está: afro, asiática, blanca y capaz que una trans ahora.  ¿Viste la publicidad de ropa de Mercado Libre? ¡Amo esa publicidad!

FN: ¡Está muy bien hecha!

AM: Pero porque el patrón publicitario es yanqui. Este nuevo mercadeo de identidades, vos te das cuenta… Mercado Libre es una empresa argentina y su publicidad son el patrón publicitario yanqui, con 4 personas: un varón o una mujer afro, una persona semilatina (Camila Cabello) y después dos personas blancas que podrían ser no binaries. Claramente todas flacas porque es la lógica.

Claro, excepto por esta publicidad lo marrón no aparece.

AM: Lo marrón, como por ejemplo… Wendy Zulca. Ella es famosa. Más allá de que fue consumo irónico (es todo un camino súper complejo), pero estéticamente es bella, sus rasgos son bellos. O Yalitza Aparicio, de la zona de Oaxaca sur, pero hay un tema que no…

FN: Es más probable que encuentres una persona trans blanca haciendo publicidades que una persona indígena, con rasgos indígenas.

En las redes de Identidad Marrón hace un tiempo hicieron una especie de relevamiento de personajes de la televisión argentina que fueran marrones y creo que salieron algunos de Chiquititas que estaban planteados de forma muy racista…

AM: Sí, “Corcho”, alias “quemado”. O “Mora Leja”, la nena afro. Estaba esa nena chiquita que su trauma era que era fea. Era la mejor amiga de Agustina Cherry, que sí era buena y linda, y ella era la india mala problemática, que estaba enojada todo el tiempo, nadie la quería. Entonces todo el tiempo estaba enojada y era agresiva y cuando iban al hogar a adoptar gente, adoptaban a todas menos a ella. Porque era violenta.

FN: Y marrona.

¿Qué podemos esperar de Cris Morena?

AM: Igual, de cualquiera. No voy a defender a Cris Morena (risas) pero también es eso… Nosotros tenemos esta cuestión de “hasta en las casas de las buenas familias”. Porque cuando pasó lo de la tapa de “La Revolución de las Marronas”, nos llegó eso: nombre y apellido en grupos de periodistas súper copadas, deconstruidas y sororas, diciendo que eso era feminismo caníbal… Y después órdenes expresas de que esto no se comparta. Eso nos pasó. Y después hubo contacto posterior con Luciana por una compañera, que le dijo “bueno, vení”. Y ella le dijo: “bueno, pero nosotros somos un grupo, no soy sola”. Y realmente el cuestionamiento no pasa por “bueno, sí, es verdad, me equivoqué”. A menos que te escrache, no hay un reconocimiento. Aparte nadie le pide a Luciana Peker que cambie su tapa. Solamente fue eso, decir: ¿quién es esta ola joven y verde?

FN: ¿Quiénes son las hijas?

AM: Hacés un análisis étnico a la hora de la discusión del aborto y las pobres inicialmente están: vos necesitás a la niña wichi abusada, violada por tres hombres, que no tiene nombre, porque es “la niña wichi”. Lo que más importa de esta mujer abusada es la etnia, como bueno, “salvamos a las pobres”, pero las personas que hablaban…

FN:  La compañera Sandra San habló, contamos otra más. Es decir: las pobres abortan… pero en el micrófono no tienen voz, no tienen nombre. No tienen foto, no tienen nada.

AM:  Hay algo de que no terminas de empatizar. Yo me hago cargo, personalmente, de esto que digo porque hay cosas que no pertenecen al grupo. Pero a mí me pasó con Santiago Maldonado. Los indios se mueren todo el tiempo, en las comunidades, la comunidad wichi. Y realmente te das cuenta la diferencia que hubo con Rafael Nahuel y Santiago Maldonado. Rafael Nahuel capaz ni siquiera te acordás cómo se llama. Y sí, claramente es un horror que desaparezca una persona, que muera por la persecución estatal es un horror, pero la empatía es selectiva. Y marcar eso no está mal. 

Los asesinados y desaparecidos indígenas no son tan conocidos…

AM: No hay remeras, no hay banderas. La whipala es estética, el juego de “volver a la naturaleza”, “tocar a la Pachamama” es estético. Tenemos un trabajo sobre el tema de los niños, esto de irse al norte, o a las villas, sacarse fotos con niños pobres… Y los niños pobres tienen una estética fenotípica indígena, claramente. Pero cuando vos llevás esto al mundo de la gente buena, blanca, progre, vos le preguntás: si ven a un extraño que agarra a tu hijo y le saca una foto, ¿qué haces? Aunque no sea un extraño, y estamos charlando como ahora y antes que nos despidamos te digo “bueno, dejame sacarme una foto con tu  hijo” o ni te digo, me la saco. 

FN: Como una cosificación de los niños hasta la animalización, porque cuando vas al norte ¿qué te sacas? Una foto con el nene y con la llama. 

AM: Y también el tema de los derechos, los niños tienen derecho a cuidar su imagen. Ahí lo que estábamos trabajando era: ¿qué niños tienen derecho a cuidar su imagen? Si en estos momentos entra un niño, de los miles que entran con carita de indígena, a pedir monedas, da la vuelta y se va, todo bien. Si un niño rubio anda por la calle solo, se perdió.

“Sororidad también es pagarle los aportes a tu empleada doméstica”.


Volviendo a lo de la falta de personas marrones en espacios clave, ¿por qué no ir al choque y señalar que faltan? ¿Por qué decías de no ir al choque?

FN: Sí, pero nosotros lo hacemos…Visibilizamos. Creo que ir al choque sería por ejemplo atacar directamente a Luciana Peker y decirle sos racista. O decirle: la tapa de tu libro es racista. Pero como su tapa hay muchas tapas, toda la televisión argentina, la historia, la educación argentina, con la que nos crean todo el imaginario. Entonces no podes atacar a las personas, eso para mí es ir al choque. Ir directamente a una persona y acusarla de algo cuando todos somos producto de este mismo sistema que nos condiciona de alguna manera. Quizás se hace mucho más efectivo a la hora de hablar de mediaticidad, vende, es como un escrache individualizado.

AM: Pero nosotros queremos construir y encarar lo que estamos haciendo de una forma más política.

FN: Además el racismo no es cosa de una sola persona que lo ejerce. Es un sistema, entonces nos vemos afectados por todo un sistema y no una sola persona en particular. 

AM: A nosotros más nos sorprendió la organicidad entre “buenas amigas”

¿Para ocultar?

AM: Tenemos dos notas para Página 12 que no salieron, fotos, pero quedó ahí. Te podés portar mal pero hasta acá, podes atacar a todo el mundo pero hasta acá.

FN: Podes dejar en evidencia determinadas cosas pero…

AM: Claro, por ejemplo podes hablar del macrismo, pero en casa no… 

Claro… no critiquemos al progresismo. Pero la potencia de la acción colectiva es precisamente criticar la estructura.

AM: Sí, lo que hacemos es apuntar ahí, y también a los espacios que son medio sagrados, no es que vamos contra el Matienzo, o no sé, fiestas. Queremos cuestionar el derecho, cuestionar las artes, la educación pública, aquella de “calidad” como el Pellegrini: quiénes acceden a eso. Son deconstruidos pero también termina siendo una clase media alta progresista que accede a una educación de súper calidad, pero no es para todo el mundo. Eso para mí es ir a la casa de las buenas personas… ¿son tan buenos? Que no le pagan los aportes a su empleada doméstica. La “casa de las buenas personas” es un re tema porque te das cuenta que nosotros esperamos que los macristas sean garcas. ¿Pero acá? 

El famoso “¿por casa como andamos?”

AM: El debate también se dio porque “no podes tener compañeras que militen por el aborto clandestino”. Y nosotros tuvimos esta charla en La Poderosa, y una compañera te decía “acá las chicas odian el feminismo, odian a las pibas blancas, que vienen con el pañuelo verde a bajarles línea”. Y se ponen el pañuelo celeste, claro que sí. Pero después si alguna tiene que abortar, la llaman todas. Después no se dice. Pero a la hora de ayudar se ayuda. Porque la pobreza lo que hace es colectivizarte: a vos te falta, ponemos de acá, después vemos. Que va más allá de la cuestión política de bajar línea. Le pasó a mucho a las indígenas, a Adriana Guzmán en el Alto, cuando fueron a deconstruir a las bolivianas. Las sacaron cagando: “Nosotras no sabemos qué es el feminismo y tampoco queremos saber”. Esta cosa de ir con el dron de la moral a decir “esto está bien, esto está mal”. Claro, es una cosa de neocolonialismo, de “yo te traigo la luz, la verdad, a vos”. No son espejos de colores, es la deconstrucción (risas). La nueva colonialidad.

Claro, como la bajada de línea de cierto deber ser…

AM: También pasa esto, el determinismo. A mí me pasó con las maricas que muchos dicen que votan al Pro. Y esto de “sos un traidor como el pobre que vota a Macri”. Y es verdad, muchos pobres, muchas personas marrones votan a Macri. ¿Y si el blanco tiene derecho a ser un boludo, a equivocarse, por qué yo no? ¿Pero a quién le vas a pegar, al blanco? Él vota a quien puede, porque puede. Pero no vos que sos pobre, que sos marica o travesti, ¡no! Vos deberías luchar contra el sistema capitalista. ¡Tenes que votar bien, tenes que votar a los que te van a dar derechos! La tutela, el paternalismo: nosotros sabemos qué hay que hacer con los pobres. No… Es lo que te planteaba esta piba: hay pibas que son “provida” y que usan el pañuelo celeste. Pero porque sienten que es una bajada de línea, porque no es que vas a construir: vas a bajar verdad. Y la bajada de línea encuentra choque. 

Me gustó mucho la imagen de “la casa de las buenas personas”: muchas veces con buenas intenciones no alcanza para derrumbar el racismo.

AM: Nosotros conocemos bocha de compañerxs militantes, super deconstruidxs, tienen años en la militancia, pero sus viejos no le pagan los aportes a la empleada.

Y no se lo cuestionan.

AM: Claro. Pero es eso, querer ser bueno pero… Es realmente así, “la casa de las buenas personas”, es eso: qué habilitan, qué no habilitan. Nuestra militancia intenta hacer también esta cuestión de fuerza. Nuestro interés en las charlas que damos es que no queremos tirar el dolor en la mesa. Queremos hacer algo, queremos modificarlo, queremos ingresar a los espacios. Dimos una charla en la Facultad de Derecho de la UBA, en la maestría de Filosofía del Derecho, sobre racismo. Eso fue como un hito. Esas cuestiones, ingresar a espacios. Este año fue la primera vez que estuvimos en el Festival de Cine Migrante y hubo EL espacio de cine marrón, el último día, lo compartió la FUC en su página oficial. Esas cuestiones de ingresar a lugares y que quede, generar esto. Desarmar mitos.

¿Cómo llevar adelante esta lucha contra el racismo? ¿Qué acciones consideran mejores, teniendo en cuenta que venimos de un gobierno (en el país pero aún más en CABA) que no colaboró con esto, que es claramente racista…?

FN: En realidad más que Buenos Aires, el racismo viene desde la Conquista del Desierto y mucho antes. No viene desde hace cuatro o doce años. Creo que más allá del contexto actual, la resistencia está. Pero porque es una cosa que está tan arraigada en la sociedad, en las raíces de todo ésto.

AM: Quizás con el macrismo y las modificaciones legislativas al DNU de migración o la solicitud de documentos habilitan a que la policía pueda tener más persecución partiendo de su prejuicio. A las personas que le van a pedir el DNI es a las marronas. Eso dalo por hecho. Es la tablita del color. Lo mismo con el tema migraciones: si bien tener un pasaporte boliviano va a hacerte sospechoso, tener rasgos indígenas te va a hacer mucho más sospechoso, no es lo mismo si sos blancx o rubix. Es un tema que no se habla. Si bien entendemos que hay algo relacionado a la construcción jurídica y al debilitamiento del debido proceso, no es algo que haya sido muy diferente antes. En mi caso soy de Salta. Ahora allá ganó la gobernación el macrismo, pero antes estaba el peronismo, y el gobernador era de la misma clase media blanca que el que está hoy. Odio jugar en eso con la izquierda de que todos son lo mismo, pero realmente es tan patricia la cosa, tan feudal, que no varía mucho el quién. Es como un juego de familias, solo que unas agarran un logo y otras otro. El contexto es complicado. Claramente el desabastecimiento, la destrucción de las políticas públicas a las que termina afectando es a las personas pobres. Y, “por casualidad”, las personas pobres son personas marronas.  

FN: Pero nadie lo dice

“En el mundo gay de varones hay una cuestión muy habilitada de decir lo que sea impunemente y claramente lo gay, lo queer, lo no binarie, no te quita lo racista. Como a su vez ser marrón no te quita lo homofóbico”.


¿Y qué acciones o herramientas están llevando adelante o piensan que son mejores para esto?

AM: El primer problema es que esto no se ve, entonces para nosotros visibilizar. Porque no es que nosotros tenemos las respuestas, claramente no las tenemos. Pero nos conocimos en diferentes contextos, cada uno en su contexto hizo su aporte sobre qué creía, qué es lo que pasaba, cuales eran su dudas, qué pensaba que era personal y se dio cuenta que era estructural. Entonces sobre eso el primer paso es visibilizar. Después mostrar en el espacio, tomar los espacios, lugares tradicionales. En Argentina no hay casos por discriminación racial, no hay juicios por racismo. Entonces decimos: las razas no existen pero el racismo sí. Después que lanzamos todo pasó lo de Roma, la película, salió Yalitza Aparicio y toda esta cuestión de lo indígena. Y coincidimos en el tiempo con muchas otras cuestiones que se están dando a nivel internacional, como las tapas de Vogue con las mujeres indígenas. 

¿Y eso por qué creen que se está dando?

FN: Para mí es como toda una movida de juego del progresismo que te habilita puertas. No digo que está mal, demonizar. Realmente es preferible que esté a que no esté, porque la visibilización es importante, más allá de que se empieza a entrar como en ese juego de… que están lucrando por otro lado capaz, pero realmente la existencia en esos espacios es mucho más rescatable. La cooptación está.

AM: Se puede decir: “bueno, utilizaron a Yalitza para tapar que era una película de mierda”. ¿Pero sabés que? No la hiciste acá, no salió de la cuna del arte. Hay algo que no vieron. No vieron que poner una protagonista con rasgos indígenas iba a ser un éxito per se. Porque justamente se iba a destapar todo ese juego. Y aparte compró Netflix. Nosotros entre que esté y no esté, preferimos que esté. Eso es una regla, después las críticas se habilitan.

Porque además permite el cuestionamiento, la película generó mucho debate en torno a las condiciones de trabajo

AM: De las empleadas domésticas, el silencio de las empleadas domésticas. Muchos de nosotros venimos de familias donde la empleada doméstica es la generación anterior a nosotros. También hay un tema… en cuanto a tiempo hay una cercanía y entendemos cómo funciona.

FN: Una de nuestras compañeras, en una foto medio viral, tenía un cartel en la marcha del 8M que decía: “Somos las hijas de las empleadas domésticas a las que no dejaste venir”. Creo que sororidad también es pagarle los aportes a tu empleada doméstica.

AM: Y el trabajo es racializado, nosotros ya sabemos quienes son las personas que limpian, las personas que trabajan en la construcción, en el empleo doméstico. Hay un falso progresismo. No es falso, es lógico que uno lo esconda, hay un debate donde discutían cómo se debería llamar a la “chica que ayuda” con otros nombres. ¿De verdad? Pagale, si tu drama pasa por ahí, respetá sus derechos laborales, sus vacaciones, tenela regularizada como una empleada que es lo que es.

FN: En cuanto a las acciones y próximas charlas, primero el Encuentro. Después hay cuatro encuentros en noviembre, en Tierra Violeta: un taller de periodismo antifascista, un taller de memes decoloniales, tejidos, y escritura y literatura. Algo que vienen trabajando las compañeras, que es la belleza, algo súper tabú. La belleza es algo prohibido, las personas marrones no pueden verse, bellas, ni modernas. Como que se nos está negando el acceso a cierta parte de lo que es la libido, el placer.

AM: Vemos los indígenas y los almanaques del INADI. Que son inclusivos, uno de los pocos lugares donde hay personas marrones no tan exotizadas como las publicidades de Salta, como el niño y la olla de barro. Es como el cuerpo encerrado en una vasija ancestral. Cuando habilitás que el cuerpo exista, lo que destaca es el gesto. No tiene deseo, no es erótico. Es como que se entra en ese juego de que no deseas, no podes acceder a esa parte del erotismo. 

FN: Creo que es algo que está en el imaginario de las personas, que está naturalizado. Nosotros buscamos romper con eso. Tenemos una compañera que es poeta y hace poesía erótica marrona y trata esos temas. Yo tengo un proyecto que se llama Indioses que juega con los cuerpos indígenas, con la belleza. Que se considera a la persona indígena más allá de que use su vestimenta o no, y de ubicarlo en el plano de la Ciudad, porque nosotros habitamos acá. Me gusta ver la belleza como es, como a veces veo a Yalitza en las tapas de Vogue, por ese lado. La ausencia de la imagen, de la representación, también te condiciona, no estar en ningún espacio. No tenés nada con qué representarte. El modelo de belleza que hay y está presente en la sociedad es el de la belleza blanca. Entonces cómo vos, entendiendo que ese es el modelo de belleza, vas a poder considerarte bello. Y eso es fuerte, ataca la autoestima de una manera increíble. Y está tan naturalizado que directamente la gente lo pasa por alto. Pero es primordial la representación en todos los espacios, pero el más importante es la imagen.

AM: Nosotros teníamos un artículo que iba a salir en Página/12 sobre el racismo en la comunidad LGTB. Claramente es así. Uno de los talleres que dimos en el Conti fue acerca del racismo en la comunidad LGBT. No sé si conocés Grindr pero, a diferencia de Estados Unidos o Australia que ponen “no black people”, acá había un ejemplo de placa que era “No Evos”, o si no sos blanco, sos migrante. Son cosas que pone la gente en su perfil, del tipo “no bolivianos”. No se puede negar que lo erótico tiene un peso y un valor social y el mundo gay es totalmente estético. Donde el capital erótico gran parte pasa por ser blanco y lo indígena pasa a ser lo que no. Inicialmente todos somos deconstruidos, crisol de razas, amamos a todo mundo, y no me parece mal. Pero está bueno ser sincero. Está bien el deseo de las personas, pero lo que está mal es el viaje. El deseo se rige por determinados factores, y ES o NO ES. Por ejemplo está el mundo de los “osos”, y las personas indígenas no tienen vellosidad, somos lampiños en general. Entonces no entrás en el mundo de los osos si no tenés vello físico, de hecho tampoco hay barbas. Bueno, pasa mucho con las trans, que al no tener vellosidad no se tienen que depilar tanto y hay una contextura física y una serie de factores que hace que haya una cantidad muy importante de trans norteñas acá. También pasa en Tailandia, que personas trans tailandesas migran a otros países, porque tienen una contextura de cuerpo muy finita, físicamente pequeña, poca vellosidad. Son particularidades de la comunidad LGTB. Pero, claramente también todos hemos tenido experiencias con novixs blancxs, y esta cosa de cómo ingresar a su familia y a sus lugares, entender cómo somos mirados y que muchas veces somos el segundo lugar de algo más. Y el deseo no se puede negar. Y me parece súper mal que haya que deconstruirlo. Como decir: está, ya fue. No vamos a dejar de observar lo que está sucediendo. Si te das cuenta, los artistas LGTB, las únicas personas no blancas fueron las travas, porque eran trans, no tenían nada que perder, estaba Lohana Berkins, Diana Sacayán, muchas migrantes norteñas. Ahora aparece una generación de trans blancas de otros lugares. Lo mismo con la militancia gay y lésbica de la Capital, los que consiguieron la ley de matrimonio igualitario, quienes coordinan las organizaciones, son personas blancas. Y, en el mercado del deseo, hay deseos hacia espacios blancos, y hay racismo. Ha habido episodios de insultos en marchas a compañeras. Cómo en Argentina hemos llegado a considerar la nacionalidad como insulto del racismo: lo boliviano, pensar que todo lo indígena es boliviano, que lo boliviano es feo. Particularmente en el mundo gay de varones hay una cuestión muy habilitada de decir lo que sea impunemente, hay un juego. Y claramente lo gay, lo queer, lo no binarie, no te quita lo racista. Es un dato a analizar en ese micromundo, como a su vez ser marrón no te quita lo homofóbico. Son diversos espacios y estratos sociales también, diversos accesos culturales. 


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