Literaturas

Cultura en alerta | En defensa del mundo del Libro

Entre las luchas unificadas de todo el sector cultural en defensa de las instituciones culturales clave para nuestro país, se encuentra la lucha que llevan adelante librerías y editoriales por defender la Ley del Libro.


Por Ayelén Rives. Fotos gentileza: Typeo

La cultura argentina está en alerta. La Buenos Aires famosa por sus librerías que conocemos, pronto podría dejar de serlo. Es que en la Ley ómnibus que Javier Milei presentó al Congreso incluye, entre los artículos destinados al sector cultural, junto con la eliminación del Fondo Nacional de las Artes, el Instituto Nacional del Teatro, el Instituto de la Música (INAMU) y la Comisión de Bibliotecas Populares (CONABIP), la derogación de la Ley 25542 de Defensa de la Actividad Librera.

Firmada en 2001, la ley prevé el establecimiento de un precio de venta al público por parte de la editorial que debe ser aplicado en todo el territorio nacional. Su aplicación impulsó el crecimiento y la profesionalización de la industria del libro a nivel nacional, tanto en el sector editorial como librero. Como explica Laura Forni, librera, editora, integrante de la cooperativa de editoriales Typeo y de la Cámara Argentina de Librerías Independientes (CALI), esta ley “favorece la bibliodiversidad porque al fijar un precio único hace que las librerías no tengan que estar preocupadas por quién puede tenerlo más caro o más barato. Al dejar de pensar en qué precio tener que poner a un producto tan complejo como es el libro (que tiene su aspecto cultural y su aspecto comercial) se pueden ocupar más de la producción, de difundir y de tener variedad de catálogo. Su forma de competir (porque es mentira que no estamos compitiendo y que la derogación de la ley fomentaría la competencia) es por tener la mejor oferta, con la mejor variedad y con mejor calidad. Nos centramos en competir en el contenido y no nos tenemos que preocupar por el precio, que ya está fijado y que todos los actores de la cadena están de acuerdo”.

La bibliodiversidad, para quienes leen esta palabra por primera vez, es simplemente la diversidad cultural en el mundo del libro. Y esa diversidad se asegura con cuantos más actores existan y cuanto más diversos sean entre sí. Mientras que en el año 2003 se contabilizaban cerca de 700 librerías, quince años después esa cantidad se duplicó en más de 1500 comercios pequeños y medianos que no solo aportan su propio catálogo y estilo, sino que también son espacio de encuentro, de actividades culturales, de talleres y exposiciones. “Las librerías son fundamentales para los barrios y para la cultura, porque no son un comercio más. Nuclean muchísimos aspectos culturales, por esa posibilidad de dialogar con su comunidad y las manifestaciones culturales de su zona. Y por otro lado, traen en forma de libros un montón de expresiones de culturas de todas partes del mundo, desde su forma editorial, de autores, etcétera, con ese intermediario que es el libro” señala Laura desde su Librería Tren Nocturno, ubicada en Banfield. Desde allí, busca “interactuar con otras redes culturales de la zona como centros culturales, bibliotecas, teatros; tratamos de hacer actividades conjuntas. También a nivel educativo se hacen actividades o ferias en colegios, o se charla mucho con los docentes y sobre los libros que dan en las aulas. Este intercambio es una continua formación y promoción de lectores”.

“Las librerías son fundamentales para los barrios y para la cultura, porque no son un comercio más. Nuclean muchísimos aspectos culturales, por esa posibilidad de dialogar con su comunidad y las manifestaciones culturales de su zona”.


Esto es así no solo en la ciudad de Buenos Aires y conurbano bonaerense, sino también en pueblos y ciudades de las provincias. Maru Pons, de Ponsatti Libros, se encuentra en Funes, muy cerquita de Rosario, donde actualmente tiene su hogar el campeón de fútbol Lionel Messi. 

Maru explica que “en Rosario, al igual que en el resto del país, la situación es difícil” y tuvo que cerrar su local del barrio Fisherton. Sin embargo, “el de Funes sigue siendo muy concurrido como siempre y experimentó la caída promedio del sector”. Señala que la gran ventaja de las librerías es la impronta cultural, por encima de lo comercial: “Nos hemos vuelto espacio de cobijo, de conversación, de pertenencia. Ese modo de estar en la librería, en mi experiencia, va en aumento. Se ve en la demanda de encuentros donde las letras y la música se encuentren y la gente pueda sentirse reconfortada, que pertenece, por lo menos por un ratito”. Esa forma de hacer espacio, muestra que el sector comercial del libro es a la vez un ámbito de amistad, de familiaridad, donde ver crecer a los lectores y lectoras. Y eso solo ocurre en las librerías de barrio, “esas atendidas por sus propios dueños, a quienes los lectores le piden una recomendación y después se vuelve a comentar el libro. Son esos espacios irreemplazables porque generan complicidad, dan lugar a la fragilidad que se siente frente a tantas jugosas posibilidades, hacen sentir a las y los lectores como de la casa”.

No es novedad que el sector del libro se vio fuertemente afectado por la cuarentena en la pandemia del 2020. Muchas librerías, especialmente las de zonas céntricas como las de la Av. Corrientes, se vieron obligadas a cerrar sus puertas porque poca gente se trasladaba al centro a trabajar. Fue entonces cuando la librería de barrio cobró vitalidad y presencia cultural para reinventarse y sobrevivir. Aquel panorama parece menor ante el futuro que se dibuja si se derogara la Ley de protección de la actividad librera. Tratemos de entender por qué.

La pérdida de un precio unificado haría que los comercios “compitieran” por lograr el precio más barato. Sin embargo, los únicos comercios que realmente pueden asumir ese riesgo son los más grandes, aquellos que son cadenas y acumulan stock. Al tener mayor cantidad, pueden bajar el precio de venta casi hasta el costo. Esto se conoce como dumping y es una práctica que favorece la concentración del mercado, fomenta la competencia desleal, y que hiere de muerte a los pequeños comercios. El precio unificado asegura un pie de igualdad que permite que coexistan múltiples y diversos actores, garantizando el acceso al libro en todos los lugares del país.

Pero la cuestión, lejos de afectar únicamente al gremio de los libreros, impacta también en editoriales, autores y lectores. Como dice Laura, “afecta a un montón de eslabones, porque se van cayendo todos como fichitas de dominó”. Al no poder competir con libros al costo, cerrarían las librerías y con ellas se perderá la variedad y diversidad de catálogos editoriales asociados, el espacio cultural y por ende al lector le llegarán menos opciones de comercios, de libros, de estilos, de criterios (por no mencionar la pérdida de empleos). Muere así la riqueza del mundo del libro argentino. Esa que creció en los últimos 20 años, fomentando la aparición de muchísimas editoriales y autores diversos, y consecuentemente de publicaciones y de librerías.

Cristian De Nápoli, librero de Otras orillas, analizó este tema en varias publicaciones de su cuenta de Instagram. Comparó el impacto favorable de la ley en la Argentina, frente a lo que pasó en los países donde se la derogó, como Inglaterra, y qué ocurre en lugares como Brasil, donde nunca existió una ley similar. En el primer caso, se evidencia la caída: 1 de cada 3 librerías cerraron frente al imperio de las cadenas y apenas subsisten algunas librerías de usados. El precio de los libros además subió más de un 49%. 

En el caso de Brasil, en cantidad de librerías, editoriales y por ende de bibliodiversidad, es significativamente menor que la de nuestro país. De Nápoli explica que “vender libros al costo es una estrategia que Amazon y otros implantaron en Brasil desde hace 6 años y que redundó en el cierre de 1 de cada 3 librerías y en la caída de la bibliodiversidad. Dice un librero paulista: ‘Las librerías nos volvimos el showroom de Amazon. Los clientes vienen a tomar café y mirar los libros que después comprarán en las plataformas a precio de costo’”.

El miércoles 10/01 se reunieron libreros, editores y escritores en una asamblea autogestionada en la que participó la CALI y donde debatieron acciones y medidas para preservar la Ley de Defensa a la Actividad Librera que se quiere derogar en la Ley Ómnibus.

Luego de la asamblea, movilizaron al Cacerolazo Cultural convocado por Unidxs por la Cultura y múltiples actores culturales de nuestro país, con el objetivo de unificar causas y sumar el sector del Libro al paquete de defensa cultural, junto con la defensa del FNA, el INT, el INAMU, la CONABIP, etc. 

Mientras tanto, esta semana el Congreso Nacional está escuchando a los oradores y oradoras de todo el espectro social y cultural, defendiendo las razones por las que ninguna de estas derogaciones y vaciamientos son de necesidad y urgencia, ni necesitan ser eliminadas para la mejora de nuestro país. Tanto la Ley del Libro como las instituciones culturales se autofinancian y no disponen del presupuesto nacional para el ejercicio pleno y autónomo de sus actividades.

Derogar y eliminar el paquete cultural es signo claro del desconocimiento, la ignorancia y un evidente desprecio por la cultura nacional. Legisladores, estamos mirando: Legislen a favor del pueblo. Todo el espectro cultural estará en las calles el sábado 20/01, con asambleas y acciones culturales en el Congreso. Y el miércoles 24 movilizando junto a todo el pueblo argentino. 

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