Si ya la industria del libro estaba afectada por las políticas de vaciamiento y retroceso cultural dejadas por el macrismo, la pandemia provocada por el covid-19 y el consecuente aislamiento obligatorio que atravesamos hoy nos presenta un panorama aún más desolador. Pese a todo, el camino que se va dibujando entre las partes que conforman los libros puede estar presentando un aporte para pensar en la recuperación de la industria luego de la pandemia, porque cuando las actividades del sector del libro retomen su ritmo y se deba recobrar el terreno perdido, tal vez no quede más que levantar todo esto juntos.
Por Luis Alexis Leiva. Fotos Eloy Rodríguez Tale
¿Por qué persistimos? Y estoy hablando de libros.
¿Por qué persisto en venir acá?
CABA es una de las ciudades con más librerías del mundo. Según un informe de la página web de la ciudad de Buenos Aires, hay 25 locales de libros cada 100.000 habitantes. Una buena razón para dejar el conurbano, tomar el tren y meterse en la ciudad. Caminar por Avenida Corrientes es un ejercicio de entrenamiento para conseguir libros. Revolver los cajones, estantes, y canastos en los que siempre acecha una lectura para quien la busca. Pero estos años últimos años cerraron muchas librerías. Como una dentadura defectuosa, sonríen con tristeza las persianas cerradas o los locales que ahora no exponen libros en sus escaparates.
¿Por qué insisto en querer reencontrarme con esos locales cerrados? ¿Qué libros habré comprado ahí?
Pero en esto no estoy solo. Pensar en el libro nos lleva a pensar en su industria, en la cultura y tradición argentina tan vasta de literatura y conocimiento. La economía argentina está muy grave tras el paso de Cambiemos. La industria del libro fue golpeada de una manera tan feroz que muy pocos pudieron sobrevivir: libreros cerrando sus locales, editoriales independientes dejando de publicar o reduciendo sus publicaciones, escritores trabajando de otras cosas para poder vivir.
La industria del libro, entonces ¿por qué persiste?
Buscando esa respuesta fui hasta el Abasto para encontrarme con tres representantes del sector. Una de ellas es Guadalupe Faraj, escritora y miembro de la Unión de Escritoras y Escritores; la otra es Laura Forni, librera, hoy encargada de la librería La Coop; e Iván Ardiles, integrante de la editorial Indómita Luz. Mate de por medio, comenzamos una charla que parecía venir de mucho tiempo atrás.
“Las condiciones de trabajo son precarizadas. Está claro que no vivimos de los derechos de autor, no es un secreto. Pero además no contamos con obra social ni jubilación. La mayoría somos monotributistas aunque todavía no exista una figura que sea: escritora/escritor.”
Empecemos por los escritores. ¿Qué es la Unión de Escritoras y Escritores?
Guadalupe Faraj: La Unión de Escritoras y Escritores se formó en junio de 2017. Nos reunimos porque no había nadie que nos representara, que tratara las problemáticas del sector. Lo primero fue reconocernos como trabajadoras y trabajadores, luego como trabajadoras y trabajadores precarizados. A partir de ahí pudimos establecer las necesidades que tenemos en nuestro oficio. Hablando desde una generalidad, las condiciones de trabajo no son buenas para nosotros, está claro que no vivimos de los derechos de autor, no es un secreto. Pero además no contamos con obra social ni jubilación. La mayoría somos monotributistas aunque todavía no exista una figura que sea: escritora/escritor.
¿A quién se lo considera escritor para la UEE?
GF: En este sentido hemos privilegiado el criterio amplio, todo aquel que haya publicado algo, en cualquier medio, sea en papel o digital, puede afiliarse a la Unión. En el artículo 5º de nuestro estatuto dice: Podrán asociarse (a la UEE) las personas mayores de 18 años que revistan carácter de escritoras o escritores de nacionalidad argentina, o extranjera residentes en el país, escritoras y escritores de obras originales o traductoras y traductores de obras de cualquier género y temática y que editen su obra en cualquier soporte técnico. Una acción concreta que se hizo en la primera etapa fue cotejar diferentes contratos firmados con editoriales. Generamos un documento que está en el blog: “Apuntes para firmar un contrato de edición sin morir ni matar en el intento”. Fue de gran ayuda, una guía con puntos para tener en cuenta cuando se firma un contrato. Porque vale aclarar que muchos, a la hora de hacerlo, no contamos con ayuda técnica, un abogado por ejemplo. Para mí la militancia hay que hacerla en todo momento, diría que es un modo de vida, una posición ética. La militancia como resistencia, reflexión y trabajo colectivo. En contextos desfavorables y en contextos más amables también. De todas maneras, y en el contexto que fuera, las escritoras y escritores siempre tuvimos que lidiar con estas cuestiones.
¿Cuál es el Balance 2019 que podés hacer para los escritores de la Unión, por lo menos?
GF: Un balance positivo. El 8 de noviembre de 2019 llevamos a cabo una asamblea abierta en la cual votamos la conformación de nuestra primera comisión directiva y estatuto. Venimos construyendo desde hace más de tres años. Cada vez hay más escritoras y escritores que se acercan a la UEE, que ven el valor del trabajo colectivo.
La situación de precarización laboral de los escritores que resalta Guadalupe se explica en lo siguiente. El porcentaje por la venta de los libros se reparte en la siguiente proporción:
Autor: 10% del PVP* del libro
Editor: 30% del PVP del libro
Distribuidor y Punto de venta: 60% del PVP del libro
*PVP: Precio de Venta al Público
Ejemplo: si un libro X sale $800 de PVP, solo $80 van para el autor del libro, $240 para la editorial, y $480 se reparten entre la distribuidora y la librería, quienes tiene sus propios gastos de transporte, impuestos y alquileres.
Ahora, consideremos que entre las grandes ediciones de autores conocidos y las pequeñas ediciones de autores con poca o nula visibilidad, podríamos pensar en una edición promedio de 500 ejemplares. Esto habla de lo siguiente: Sobre un libro de $800 PVP —en caso de que se vendieran todos los 500 ejemplares— tendríamos un total de $400.000. De aquí $40.000 son para el autor; $120.000 para la editorial, y $240.000 entre distribuidora y punto de venta.
Vistos así, parecen números alentadores o razonables, pero no hay que olvidar que esos número serían efectivos si los 500 ejemplares se vendieran en su totalidad —algo que no sucede prácticamente nunca— y si esto sucediera en un plazo de tiempo medianamente razonable. Pensemos que $40.000 es un sueldo mensual de un empleado que está apenas por arriba de la canasta básica alimentaria —en diciembre de 2019, según el INDEC, una familia necesitaba $38.960 para no entrar dentro de la franja de la pobreza—. Una remuneración de un mes por un trabajo de escritura que puede variar entre uno y tres años, aproximadamente. Ese dinero se reparte entre los meses que se tarda en liquidar las ventas —cada 6 meses las librerías. Sin contar que no hay jubilación, ni obra social, ni muchos beneficios a los que puede acceder cualquier trabajador regulado. He aquí la precarización.
“Las librerías no son un comercio más. Son un lugar de difusión y desarrollo de la cultura. Tendrían que tener una contemplación de impuestos porque no tienen el mismo margen de ganancia que una tienda de ropa, por ejemplo”.
Ahora atravesemos la puerta de los libreros.
Laura Forni: Hace 11 años que soy librera. Empecé en una librería de usados sin saber nada del oficio ni si podía hacerlo. Venía de estudiar Filo y solo leía: la veta comercial era un misterio para mí. Al poco tiempo de arrancar, me di cuenta cuánto me gustaba y me terminé hallando en algo que nunca hubiese pensado hacer. Aunque nunca fui librera full full y siempre lo meché con otras cosas (laburos en editoriales, de corrección, docencia, gestión cultural, etc), de algún modo tengo un poco mi corazón puesto ahí. Actualmente, hace 3 años y pico que soy encargada de La Coop. Es una librería muy particular. Se dedica muy fuerte a difundir editoriales independientes y autogestivas. Fue un mundo nuevo para mí, que me encantó conocer. Varía mucho del público de barrio, del de Feria, del de cadenas. De hecho las librerías en las que trabajé fueron todas de un perfil muy diferente. Se sabe que Argentina en general y Buenos Aires en particular, tienen una cultura muy interesante en términos de librerías. Estar un poquito en cada lugar fue lo que más disfruté.
¿Qué es una librería para vos?
LF: Primero, las librerías no son un comercio más. Son un lugar de difusión y desarrollo de la cultura. Tendrían que tener una contemplación de impuestos porque no tienen el mismo margen de ganancia que una tienda de ropa, por ejemplo. Obviamente en calle Corrientes es lo mismo para todos los locales y una librería compite en desigual forma con un local de comidas, uno de ropa, una librería de artículos de papelería, etc. Por eso cerraron tantas. Uno ve que la librería se queda con el 40% de PVP de los libros pero es por la cantidad de impuestos y cuentas que tiene que afrontar. Los editores, por lo tanto, sacan mucho menos por PVP. Es así que también, ellos y ellas tienen que tener otros trabajos además de editar libros. Y acá se manifiesta también la precarización naturalizada de toda la industria del libro. En este juego de porcentajes faltan también los ilustradores, que para conseguir su parte, hubo que sacar del porcentaje de los escritores. Por tanto, en los casos en que el libro esté ilustrado y realmente es una co-autoría, el escritor gana el 5% y el ilustrador el otro 5%. Las librerías de barrio también compiten con las librerías de las grandes cadenas, que poco a poco hacen su monopolio. Pero en una realidad como la argentina los libros llegan a Ushuaia o a Jujuy gracias esas cadenas grandes. Esto no está bien, porque desde el Estado y los municipios deberían dar ayudas a proyectos autogestivos. El monopolio siempre invisibiliza a otros. Hay mucha librería virtual, también, que tienen grandes lectores y catálogos. Son lectores muy bookgramers. Esas también son librerías. Mucho fue modificado por la aparición de MercadoLibre. Las librerías grandes incluso venden mucho por ese medio. La gente entra al local, ve que lo que quiere está publicado en la página, sale, lo compra por MercadoLibre y vuelve a entrar.
La pregunta ahora sería si MercadoLibre se amigó con las librerías.
LF: Es que no. Lo que sucedió fue que el año pasado, ML hizo un contrato con las librerías más grandes. Le sube todo el catálogo a la página y aparecen sus libros primero en las búsquedas. Esto mató a muchas pequeñas librerías que vendían en redes. MercadoLibre, como todo monopolio, quiere abarcar todo el mercado.
¿Y qué se está haciendo al respecto?
LF: Estoy creando junto con otros libreres un grupo de libreres autogestivos. Estamos viendo qué podemos lograr para arreglar mejores porcentajes con algunas editoriales con las que no trabajamos y que nos sirva a todes. También, pensar en políticas públicas puntuales para que las librerías, como comenté antes, tengan protagonismo concreto dentro del entramado cultural y de promoción de la lectura. Por otro lado, habría que hacer algo desde el Estado en cuanto al oficio de librero. Pensemos en que todos entran en la Cámara Argentina de Papelerías, Librerías y afines; o sea que vendes rollos de papel, block de hojas canson, cartón, libros y cosas por el estilo y es todo lo mismo. Los libreros figuran como empleados de comercio pero si sos librero re de oficio, que sabes muchísimo, no importa ese saber porque entrás en lo mismo. No puede ser que solamente te paguen por reponer stock, fichar en una maquinita, tu tiempo trabajando, y no por el conocimiento o el bagaje que puedas tener de los libros.
“Al parecer el camino está dictado por la junta, por la reunión, la organización. En los tres sectores podemos observar que esta idea de trabajo en conjunto se convirtió en la clave de la supervivencia. Para que EL LIBRO no muera en manos de unos pocos que desde siempre ostentan el capital, tanto cultural como económico”.
Pasemos a la última pata de esta conversación: las editoriales.
Iván Ardiles: Pertenezco a Indómita Luz. Somos una editorial que tiene más de dos años en el mercado. La impronta, o rareza como editorial es que tenemos un vínculo con la CTEP (hoy UTEP) —Central de Trabajadores de la Economía Popular. En 2017 editamos el primer libro que se llamó Walsh en presente, con el cual dimos comienzo a nuestro trabajo en la edición de libros. Obviamente con este título hicimos honor a la impronta de la editorial, porque más allá de que publicamos libros, editamos, nos interesa la literatura y lo hacemos con profesionalismo. La editorial también es una herramienta política. En el 2016 habíamos tenido la idea de hacer una editorial más de tipo cartonera pero decidimos hacer libros convencionales, en formato industrial, justamente para poder intervenir en ese mercado dónde no se daban discusiones políticas, y al mismo tiempo tener precios para democratizar el libro que hoy es un artículo de lujo. Y el nombre obviamente, viene del tema “Rezo por vos” de Charly y Spinetta. Nosotros cuando investigamos sobre las relaciones productivas en la industria del libro, vimos que eran muy similares a las relaciones productivas de la Economía Popular. Concentración en pocas empresas, las editoriales que monopolizan el mercado, relaciones desiguales entre los dueños de las empresas y los trabajadores, precarización, la distribución concentrada en pocas manos. Ahí también decidimos intervenir y proponer a los escritores por ejemplo, ponerlos en igualdad de condiciones y pagarles el 50% de las regalías. Creemos que el libro es una herramienta en el campo cultural para discutir o cuestionar algunas cosas. Nos queremos inscribir en ese trabajo de militancia del terreno de la cultura.
¿Cuál es el balance del año pasado?
IA: En 2019 pudimos publicar la misma cantidad de libros que en el 2018, por lo menos en eso es positivo. Indómita Luz, en el circuito de las editoriales independientes, se ha hecho conocida y en ese sentido también es un crecimiento importante para nosotros en estos dos años que llevamos publicando libros. Igual sufrimos lo que sucedió con los precios y los aumentos, sobre todo desde las gráficas. El precio del papel subió con el dólar y en un momento dejaron de tomar trabajos porque no sabían qué iba a pasar, y las librerías a la vez actualizaban los precios en poco tiempo. Nosotros tratamos de mantener los precios por debajo del mercado como para que los libros nuestros sigan siendo accesibles. Por suerte tenemos un gran nivel de autores. Muchos escritores de gran calidad se fueron acercando gracias a las recomendaciones de otros autores. Y así pudimos tener una buena selección en el catálogo. Las editoriales independientes ofreciendo mejores contratos a los escritores, preocupándose por la calidad de los textos más que por las modas; luchar y militar la cultura desde esos espacios. Las librerías que promocionan a estas editoriales, los libreros y libreras como agentes culturales de importancia. Los escritores juntándose para reclamar por sus derechos. Al parecer el camino está dictado por la junta, por la reunión, la organización. En los tres sectores podemos observar que esta idea de trabajo en conjunto se convirtió en la clave de la supervivencia. Para que EL LIBRO no muera en manos de unos pocos que desde siempre ostentan el capital, tanto cultural como económico.
Desde lo que hace cada uno de ustedes ¿Qué importancia creen que tiene el libro? ¿Por qué persistimos con el libro?
IA: La primera independencia es leer, dijo Gabilondo. En los últimos cuatro años hubo un retroceso en lo cultural muy fuerte, no estoy descubriendo nada. Obviamente estaba la parte de gente que se quedaba sin trabajo, gente que se quedaba afuera del margen porque no le alcanzaba para comer, que no podía cubrir sus necesidades. A nosotros nos pareció que las prioridades tenían que ser “volver al trabajo” y “volver a comer”. Pero nos parecía que la lectura también era algo importante. Tenía que estar también, no como contradiciendo las otras dos cuestiones, sino como otra necesidad. Entonces pensamos que el libro era tan importante como trabajar. El acceso a la cultura es muy importante. La prioridad es trabajar y volver a alimentarse, está claro, pero la lectura es de una importancia muy alta, casi a la misma altura. No pueden ser una cosa o la otra, sino las dos cosas juntas.
GF: Desde lo general, creo que es una forma de construcción/deconstrucción, un espacio generador de pensamiento. El libro vincula, abre preguntas y posibilidades -no solo el libro, por supuesto-. Desde esa indagación y búsqueda seguramente vamos a poder arribar a una posición más comprometida.
LF: A mí me gusta muchísimo lo que posibilita el libro en cuanto a contacto humano entre el librero y el cliente. Las personas vienen y se pueden abrir a mundos diferentes, a libros y pensamientos distintos. No me gusta la posición de superioridad que tienen muchos colegas para con el cliente. Me gusta el contacto y compartir lecturas, recomendaciones, de si leyeron algo o no y por qué. La idea es poner la cultura al alcance de todos.
GF: Para llegar a eso tiene que haber políticas públicas que estén encaminadas en esa dirección. Es importante que todxs podamos acceder al libro. Por eso el Plan Nacional de Lectura está bien. Si se genera necesidad de leer entonces vas a querer leer. Otro espacio son las bibliotecas públicas. El hábito de la biblioteca es interesante no solo porque podés acceder al libro de modo libre y gratuito, sino porque plantea otra relación con él. Propone un vínculo que no es mercantil. La manera opuesta a lo que sería ir a una librería. Porque ese acto, el de ir a una librería, supone de antemano, tener dinero para comprar. No estoy diciendo que no deban comprarse los libros, que no se entienda así, solo digo que esa no debe la única vía de acceso al libro.
Oliverio Girondo decía: “Un poema debe ser construido como un aparato de relojería y vendido como si fuera salchichón”.
GF: Una frase pintoresca. Una muy buena idea con políticas públicas que la sostengan. Las escritoras y escritores no podemos cargar con la gratuidad de la cultura. Vuelvo al punto inicial: somos trabajadores. Así como un arquitecto quiere cobrar por la casa que construye, nosotros queremos cobrar por los libros que escribimos. Para que suceda lo que planea Oliverio Girondo debe haber políticas públicas acordes. Y reflexión cultural acorde, claro. Retomando lo que dice Laura, está bien un libro al precio de un kilo de pan —como decía Boris Spivacow, editor histórico del CEAL—, pero para eso habría que generar esa necesidad comparable a la necesidad de comprar pan -por decirlo de algún modo-, para que haya lectores.
¿Cuál es la importancia de este oficio de escribir para que persistamos en ello?
GF: Te puedo hablar de mi experiencia. Escribo porque es lo que me convoca. En el lenguaje se da la discusión de la cultura, pero el lenguaje no sucede solo a través de los libros, por eso digo que esta respuesta es particular y a la vez colectiva. Resuelvo esa discusión y ese debate escribiendo y militando en el colectivo de la UEE. Otros tendrán recursos diferentes.
Además hay algo de aperturas. Cuando se pone al escritor en una situación mejor reconocida socialmente, desde el lado laboral, se da la posibilidad a otros. Podría cambiarse así el discurso de “escribir no es trabajar” por uno más del tipo “ah, bueno, pero se puede hacer. No es una pérdida de tiempo, no es un hobbie, se puede vivir de ello”.
GF: Una piensa “yo quiero vivir de la escritura”. Cuando digo eso, no estoy diciendo, quiero vivir de la venta de libros –que ojalá sucediera-, lo que digo es, quiero que mi mundo sea la literatura, que mi trabajo tenga que ver con eso. A partir de ahí, construimos la posibilidad de vivir de la escritura. Si eso no existe, entonces eso se construye, se inventa ¿Por qué? Porque es lo que quiero hacer. De algún modo la UEE es la concreción de algo que necesitábamos: juntarnos los que buscamos lo mismo para encontrar la forma de construir y defender lo que queremos hacer.
IA: Este año queremos retomar las actividades con el espacio de los Trabajadores de la Palabra. Y en ese sentido pensaba que el plan de lectura es importante, es un avance pero creo que se tendría que construir así. Hay que aprovechar este plan nacional. Pero desde el Estado se debe incluir a los trabajadores, a los libreros. A los que saben de las necesidades del sector.
GF: Además del PNL que, como su nombre lo indica, es un plan, tenemos la posibilidad del Instituto Nacional del Libro Argentino. Ahí plantamos bandera, es un bastión fundamental para la UEE. Queremos ser parte porque, de hecho, somos actores fundamentales. Somos parte desde el inicio . Entonces ahí estamos, pensando, proponiendo, articulando con otros sectores, participando activamente del debate. Fijate que en un principio, en el INLA, el libro estaba considerado como un producto material pero no intelectual. No estaba la figura de lo creativo, del que crea el contenido. Lo mismo hay que hacer con todas las políticas públicas que tengan que ver con el sector: incluirnos, debatir, encontrar la manera de tensionar para conseguir lo que queremos.
IA: Se habla de trabajo material o intelectual, pero ambos son trabajos.
¿Qué expectativas tienen para estos próximos cuatro años, considerando que las políticas parecen que irán cambiando?
GF: Iremos por nuestros derechos. Seguiremos generando espacios de debate pero no solo de debate. Accionaremos y traccionaremos para que se entienda –para que nosotros mismos lo comprendamos- que somos trabajadores y nuestro trabajo tiene un valor.
LF: Espero que se propicien de parte del Estado espacios en los que circulen los libros y estén a disposición. Que haya libros en lugares no habituales, que se expanda a todo el país. Ferias y exposiciones. Que haya perseverancia en repetir modelos que hayan funcionado. El Encuentro general de la Palabra en Tecnópolis, por ejemplo. Con esas cosas tengo cierta expectativa. Y que se replique en todo el país. Además de que se necesita una reactivación económica para que el interés que se genere sea posible satisfacerlo. Es indispensable pensar en eliminar ciertos gravámenes para ayudar a la cadena de producción, que las librerías también sean contempladas. Obvio que cuando yo hablo de “el libro” hablo de producciones más pequeñas, que no tienen tirada tan amplia y grande ya que son de editoriales independientes. Esos son los que necesitan más difusión, promoción y alcance.
IA: Nosotros retomamos de nuevo el colectivo de Trabajadores de la Palabra, para ver de qué manera podemos hacer fuerza y sumar a este nuevo gobierno y con estas nuevas políticas. Ver si desde ahí podemos aportar desde la editorial. La clave parece que es reunirse, organizarse. Abandonar el sálvese quien pueda del neoliberalismo y poder construir espacios y lugares para defendernos y crear. Los libros, ese espacio íntimo de lectura, de apertura de mundos, ese objeto que carga en sí mismo a la humanidad entera, no es solo el espacio para reflexionar de una sola persona. Dañar la cultura del libro y la literatura es dañar a la humanidad completa. Ese lector, que está solo en casa, leyendo una novela cualquiera, sostiene en sus manos un objeto que es fruto de un trabajo de varias vidas e historias.
Terminada la charla nos separamos hacia nuestros hogares. Atardece en el Abasto. Corrientes y sus luces que nunca mueren, aunque agonicen, esperan más allá. Ver las librerías abiertas con ofertas internacionales, nacionales y de saldo. Precios que buscan ser baratos. Persianas cerradas por la Av. Corrientes. Pero siempre alguien está revisando algún libro, entre volúmenes y hojas. Entran y salen los lectores. Damos vuelta las páginas y preguntamos los precios, rogando que el dinero nos alcance. Hacemos cálculos de cuánto nos queda y si no estaremos gastando de más. A veces, incluso, nos preguntamos: ¿No lo tengo repetido a este?
Pero persistimos, porque lo que los libros nos dan es algo único. Persistimos comprando libros, persistimos escribiendo, editando y ofreciendo libros. Prestamos y vendemos libros. No nos sentimos tan solos ahora, porque hay gente que está tras los libros —gente real y ficcional —que nos comprende. La cosa es crear juntos.
Persistimos porque elegimos hacerlo. Elegimos leernos.
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