Cuatro activos miembros del mundo del libro (escritores, libreros, lectores) brindan sus opiniones a la luz de las polémicas más sonoras del último año de pandemia en torno a los libros, la lectura, los PDFs, las regalías y las mesas de saldos.
Por Luis Alexis Leiva. Foto de portada: Somos Tigra
¿Qué fue primero, escribir o leer?
En estos dos años tan particulares y terribles por la pandemia, el campo de batalla en torno al libro y sus polémicas se plantó en las redes sociales. Sin sorpresas para nadie, esto empobreció todo tipo de pensamiento. Pero rescatemos algunas de las discusiones, motivaciones y problemas planteados y que siguen teniendo validez.
PDF: Polémica Digital o Físico
Primero fue la polémica sobre los libros piratas en formato digital y sobre los derechos de autor de los escritores. Una página en Facebook se abría para que los usuarios compartan archivos de libros digitales de forma gratuita. Algunos autores, incluso siendo usuarios de esa página, salieron al cruce pidiendo que no se suban los libros que aún estaban a la venta de contemporáneos argentinos. De aquí se derivaron varias discusiones: porcentaje de derechos de autor, escritores como trabajadores sí o no, la literatura como un producto con valor monetario o solo de valor cultural.
Los usuarios de esas páginas salieron a insultarlos por “ratas inmundas que solo quieren dinero”, o porque “tienen que agradecer que los estemos leyendo, rendirse ante el favor que hacemos de leerlos”. Mientras, las grandes editoriales, mutis por el foro, se desmarcaron de la discusión sin decir una sola palabra acerca de derechos de autor y porcentajes de ventas de sus libros.
Los bicivoladores
Cuando las ventas de libros físicos cayeron al cero absoluto —las grandes bocas de expendio estaban cerradas— las pequeñas librerías de barrio salieron al rescate del mercado. Surcaron las calles en bicicleta a repartir libros físicos a pedido. Levantaron así un poco, las ventas que estaban congeladas y se convirtieron en los héroes de las editoriales grandes y pequeñas. En respuesta a esto, un grupo editorial multinacional salió a vender sus libros directo al público mediante un canal de ventas online monopólico, puenteando a los héroes sin siquiera sonrojarse.
Novedad Nobel
A principio de este año, una editorial que siempre había publicado en español — y que le debía dinero de esas ventas— a la hoy ganadora del Nobel Louise Glück, vendió en 6 meses más libros de esa autora que en todos sus años de publicarla. En respuesta a eso —y a las deudas, imagino—, la autora les sacó los derechos de publicación y se los dio a una gran corporación editorial. En las redes sociales se sacaron los ojos por quién estaba en contra o a favor de la editorial abandonada.
Y entre todo este mar de insultos, posturas obligadas, griterío y ruido, está como gran trofeo EL LECTOR.
Una definición
La literatura tiene como figuras fundamentales a: el autor, la obra, el lector y el intérprete o traductor.
El lector es el último eslabón y premio de esta cadena de producción, porque es también el consumidor final. Pero para ser lector, primero hay que saber leer. La lectura es un hábito que se aprende. Puede disciplinarse y a la vez educarse. También puede ser fervoroso y salvaje. Cada uno tiene su forma de ingresar a la lectura. La relación de un lector con sus libros no siempre está ligada a los autores. Es más, puede que esté lisa y llanamente desconectada de los autores. El libro (digital o físico) es un objeto en sí mismo, una pieza de arte. La relación primera es con ese objeto. Uno puede amar (en el caso de que ame) u odiar (en el caso de que odie) las palabras que lo componen, no al autor detrás de las palabras. El autor es anónimo hasta que el lector se interesa por esa persona. Pero la primera relación siempre es con el texto.
WALTER LEZCANO | Escritor, poeta, periodista, docente.
La lectura es la relación más larga que tuve en mi vida. Es lo cotidiano para mí. Estoy constantemente leyendo, o por laburo o por placer, o para estudiar y robar de esa lectura.
PATRICIO RAGO | Librero, escritor.
La experiencia como lector es la que cuenta. El acto de leer es importante para mí. Soy bastante exigente con lo que leo. Soy muy sensible a lo que leo por el momento en el que estoy. Me gusta pararme frente a la biblioteca y pasar tiempo viendo qué tengo ganas de leer hasta terminar eligiendo algo.
DARÍO POTERALA | Youtuber, lector, poeta, escritor.
No me da prurito de decir que me transformé en un lector caótico. Ahora todo libro en mi biblioteca tiene algún subrayado, alguna marca, algún señalador. Leo ensayo, novela, poesía, cuento, lo que sea. Llevo tres o cuatro libros a la cama. Siempre anotando, subrayando.
CECILIA BONA | Youtuber, columnista de radio.
Soy más lectora de libros físicos. El contacto con el objeto hace que me queden más los títulos, las frases, hace que tenga otra incorporación del conocimiento que me está dando. Con la lectura digital no tengo la misma interacción. Igual reconozco las miles de ventajas del Kindle, y creo que son formatos que deben convivir porque hay muchos libros que no se pueden conseguir en físico, que no están en este país, o que no tenemos posibilidades de trasladarlos, etc.
Modos de leer
La serialidad. Una vez que se encuentra un texto que reacciona en el lector de manera positiva y movilizante, el lector puede (o no) salir a la caza de otros textos similares. Tal vez en ese punto aparece recién el autor real como factor común de esta relación de lectura. También surge la búsqueda de temáticas u objetos textuales parecidos. Se extiende así la relación del lector con “los géneros”.
El lector omnívoro. Estos lectores pueden virar entre Clásicos de la literatura, Historia, Política, ficción contemporánea, ciencia, y muchos etcéteras más, incluso pueden leer todo esto sin ninguna discriminación o preferencia privativa. Es el gran sujeto al que todas las editoriales quieren seducir.
El lector solo quiere leer. En el fondo, al lector no le interesa mucho si el libro es usado, nuevo, digital, físico, audiolibro; si pagó por él, si se lo regalaron, si es robado, si es prestado; si su autor tiene dinero, si no, si la editorial es grande o es pequeña; si murieron muchos árboles para hacer una tirada de 200 ejemplares o si para imprimirlo torturaron a una docena de esclavos de alguna isla exótica. El lector quiere leer y sentir algo con lo que lee.
Encontramos grande contradicciones a la hora de conocer personas que leen asiduamente. Porque en definitiva, el lector se refiere a los libros como SUS libros. “Estos son MIS libros favoritos”, “MI libro de cabecera es…”. La pertenencia con el objeto, con el texto en cuanto objeto artístico, es muy fuerte. De aquí es que el autor se desdibuja tras el narrador. Ese mundo de la lectura, de intimidad, lo toma todo y es el verdadero protagonista.
Patricio Rago
El vínculo que se da con un autor o autora que te transforma, que te interpela, que te conmueve, es de un cariño enorme. No importa si está vivo o muerto, o es contemporáneo o no.
Cecilia Bona
Mi relación con los autores: trato de investigarlos brevemente, siempre leo las solapas de los libros, las biografías. Después de leer un libro veo las entrevistas, para terminar de cerrar conceptos, etc.
Darío Poterala
Tengo una relación ambigua con los autores. Ya no me fijo en si todo lo que escribe me gusta, sino en seguir catálogos de editoriales. Confío en ciertos catálogos y voy por ahí. Entre elegir un libro nuevo de un autor que me gusta, prefiero ir por un nuevo libro de una editorial que me gusta su curaduría.
La lectura como acto político
De la lectura de Roberto Arlt se puede deducir que la cultura, para las clases populares, debía ser obtenida a la fuerza, robada, sustraída sin permiso. Porque el manejo de la cultura está vedado para los pobres. Las clases dominantes, las clases medias, son los dueños del discurso. Los pobres, gracias a la educación pública y gratuita, tuvimos acceso a la cultura y fuimos construyendo nuestro propio discurso. Eso también nos forma como lectores.
Que haya lectores que no se interesen por la injusticia en el pago de los derechos de autor de sus escritores favoritos, que esto no les interese y solo quieran leer sus textos sin importar si la situación actual permite que estos textos sigan sucediendo, es algo particularmente interesante y además político. Podríamos decir que hay lectores que no creen en el libro como producto, como hay ciudadanos que no creen en la política. Los AntiLibro. Para ellos un libro es un medio de entretenimiento y tal vez, una forma de pertenencia.
Darío Poterala
La lectura ES un acto político. Porque es una postura y una apuesta. La manera de lectura es aunar todos los géneros, y eso de tomar una postura es algo político.
Cecilia Bona
Pienso en la lectura como acto social y sus repercusiones. Debería ser ahí la lectura una política de estado. Es muy injusto que en un país como Argentina, donde la extensión territorial es tan amplia, se haga tan desigual el acceso a la lectura y el acceso a los libros también. En Buenos Aires tenemos una percepción muy injusta de cómo se consume literatura en el interior del país. Pensamos que una persona en cualquier parte del país va a una librería y se compra cualquier libro. Y nos preguntamos cómo es posible que en Formosa la gente no lea, y es porque en realidad en muchas zonas no hay librerías ni bibliotecas en muchos kilómetros a la redonda.
Volviendo a las políticas de estado: el Plan Nacional de Lectura que hay actualmente lo veo como algo positivo. Se da un presupuesto para la promoción de libros y lecturas, pero después viene mucha gente a quejarse de que el gobierno baja línea con los libros elegidos en la lista. Y los libros no los elige Alberto Fernández, sino que los elige un comité.
De todas formas, EL LIBRO es una provocación en sí. Vengo de leer Fahrenheit 451 de Bradbury, y por supuesto esa es la clave: el libro es una provocación. Es un arma, pero puede ser un arma de doble filo. Hay gente que lo cree peligroso porque inculca ideas o información suponiendo que el que lo lee va a creer o a adherir a todas las ideas que le presenta como un dogma, sin pensar que el que lee puede tener una lectura crítica. Y por otro lado hay gente pensando que tiene que ser el Estado el ente que regale los libros en lugar de que la mismas personas elijan lo que tienen que leer. Y ahí vuelvo a lo que te decía antes: habiendo un país con tan difícil acceso a la lectura ahí tiene que estar el Estado para facilitar la lectura. Y no alcanza con que el Estado acerque una pila de libros, sino también estimularlos a que lean, invitarlos a leer, desde la publicidad, desde el acceso a otros medios, como leer desde las redes sociales en donde se puede presentar la lectura de una manera más dinámica, más moderna, más parecido a lo que un adolescente puede llegar a querer consumir. Todo es un universo lector. Y en ese sentido la política de Estado el clave. Pensar en la lectura como un acto político es interesante, porque obvio que lo que uno lee también lo transforma a uno. Es un debate interesante de dar.
Patricio Rago
Sí, creo que la lectura es un acto político, ya de por sí. Primero porque es una actividad, no es algo que uno deja que pase. Creo que el acto de lectura es un acto de la imaginación, de creación total. Uno tiene que ponerle la cara a un personaje, o imaginar una casa, un ambiente y demás, y eso es la imaginación construyendo, creando lugares.
Walter Lezcano
La lectura es un acto político en la medida en que el que lee quiere ampliar su campo de batalla. A quién estamos combatiendo y a quién le hacemos la segunda, lo estamos apoyando. Si tenemos conciencia sobre los libros que compramos y por qué los leemos y para qué, qué función cumplen en nuestra vida, y qué tipo de utilización hacemos de esos materiales, ahí estaremos dentro de la lectura como algo vital, transcendente y cotidiano.
Walter Lezcano Darío Poterala
Prejuicios sobre los lectores
Ser lector también es tener una imagen de lo que es ser lector. Hay un estatus al que se accede, supuestamente, en cuanto uno toma el hábito de leer. Y para empeorar la discusión, desde hace décadas que “el lector” parece ser considerado un bicho en extinción. Se carga sobre la imagen del lector un centenar de juicios y prejuicios: que ya no se lee, que nadie lee tantas páginas, que ahora todos se lo bajan en PDF, que ya nadie quiere leer nada complejo. Y esta generalización solo desmarca al capital que quiere maximizar sus ganancias: No es que se lea poco, es que imprimir libros es caro. No es que un libro nuevo de 1000 páginas no lo lee nadie, es que su costo de producción es altísimo. Y así.
Si escuchamos a los demás elementos de la literatura (el autor, el texto, el traductor o intérprete), estos nos darán una definición de lo que es un lector, pero nunca se les preguntó a los lectores qué creen de sí mismos. Es más, los otros agentes eligen la definición que más les convenga a los fines de su tajada en el mercado.
Nuestras formas de consumo posmoderno y ultracapitalista nos lleva a una lectura y relación con los textos bastante particular. La virtualidad dio la ilusión de que los productos culturales son gratuitos. Esto derivó en una ilusión de “cultura liberada para todos”. Y digo ilusión porque es una falacia creer que la gratuidad de la información fuera tal. Tampoco es una revolución “anarco marxista”.
Internet —nos reveló esta pandemia— es una herramienta que solo es posible para algunos sectores. La pobreza y la falta de accesibilidad a las tecnologías era y es más importante y preocupante de lo que suponían las clases medias. Por lo tanto, leer un libro en una pantalla necesita primero tener una pantalla, luego un servidor desde el que se pueda acceder a la descarga de ese libro, y luego recién se produce la lectura. Además de que se tiene que obtener previamente la pericia para saber manejar las herramientas informáticas.
Las redes sociales y la lectura
Los comentarios en la página Biblioteca Virtual en Facebook, que intercambia libros en formato digital, comentaron que creen que esta forma es la más democrática para acercar los libros. Aseguran que lo hacen porque los libros en físico están demasiado caros, y que los libros digitales son “el futuro” y muchos lugares comunes más. Pero también declararon que no iban a librerías ni compraban libros usados.
Esta ilusión de que en Internet todo es gratuito, creó un capa de lectores fanáticos de un formato que se cree es “el futuro”. El PDF tiene más años que muchos de sus lectores, y acá todo se vuelve paradójico. Los libros en formato digital se amontonan ociosamente en los discos rígidos acumulando bits sin ser leídos. Incluso sin ser revisados, puesto que muchas veces, los textos digitales están con fallas o solo son muestras o selecciones.
Una reflexión abierta
Dejo la inquietud de pensarse —Y dejar sus comentarios bajo esta nota— cada uno como lector y pensar a los otros como lectores. ¿Qué clase de lector soy? ¿Cómo me relaciono con los textos? ¿Leer es un acto político? Espero que sí.
Y para cerrar estas reflexiones que no se agotan en una nota como esta, me gustaría dejar algunas puntas para poder leer libros físicos sin costo o con un costo bajísimo.
Algunas ideas de lectura accesible:
Volver a lo analógico nos permitiría ciertas ventajas. Los libros de saldo y usados son muchísimo más baratos, no necesitan de un implemento tecnológico realmente privativo para ser leídos y ayuda a que no se descarte papel aportando a la reutilización.
Datos de lugares para leer sin pagar (o sin pagar tanto)
- CONABIP
En la página de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares se pueden encontrar las direcciones y contactos de todas las bibliotecas populares del país. - PILA DE LIBROS
En esta página uno puede hacerse un usuario y subir los libros que ya haya leído e intercambiarlos con otros usuarios, de forma totalmente gratuita. - BIBLIOTECA ESYLF
En esta página uno se puede suscribir por $400 mensuales y llevarse un libro a elección todos los meses. Esta página pertenece a un podcast sobre literatura que creó este método para sostenerse económicamente.