La semana pasada falleció a causa de COVID-19 Teodora Olloa, compañera y luchadora que cocinaba para 70 familias en el meredendero Juana Azurduy de la villa 31 de Retiro. Se suma a la larga lista de trabajadores populares que fallecen a causa de esta enfermedad. Su labor en los barrios populares es esencial y deben recibir cuanto antes la esperada vacuna contra el coronavirus.
Por Walter Córdoba*
* Referente de Somos Barrios de Pie CABA, Consejero de políticas y economía social del CESBA (Consejo Económico y Social de la Ciudad de Bs. As.) y Secretario de Bienestar social de la UTEP (Unión de Trabajadores de la Economía Popular)
Perdimos a Teodora al frente de la pandemia, luchando contra el hambre. Cocinaba para 70 familias en el merendero Juana Azurduy de la villa 31 de Retiro. Se nos fue otra compañera, otra luchadora, otra mujer solidaria que pese a sus propios problemas de salud, se ponía de pie para sostener la alimentación de las familias de su barrio. Al principio preparaban viandas que se distribuían desde el merendero, pero cuando la segunda ola se puso brava, los más jóvenes empezaron a ir puerta a puerta entregando la comida a cada familia, y era Teodora quien coordinaba esa distribución. Sabía muy bien dónde vivía cada uno, cuántos chicos había en cada casa, dónde estaban los aislados y dónde los adultos mayores. Ella era una mujer muy comprometida, porque sabía que la necesidad era y sigue siendo, muy grande. Incluso estando internada en sus últimos días en el Hospital Fernández, no dejaba de enviar WhatsApp y preguntar, preocupada, porqué había nuevas familias que pedían un plato de comida para llevar a su mesa.
Pero todo esto al gobierno de Larreta no le parece un trabajo esencial que merezca un lugar de prioridad dentro del calendario de vacunación. En efecto, junto con el dolor que sentimos por la pérdida de nuestra compañera luchadora y solidaria, sentimos mucha bronca porque este gobierno parece no oír los reclamos populares y nos deja al final de la fila.
Hace varios meses que las organizaciones sociales le venimos solicitando al gobierno porteño vacunas para quienes realizan todos los días un trabajo esencial de cuidado comunitario en los barrios populares. Sin embargo, pareciera ser que no sabe, no oye, no ve, o no le importa. Pareciera ser que en la Ciudad de Buenos Aires las vidas de los sectores populares no valen. “Los vecinos” siempre son los que pertenecen a un determinado sector y los rostros, las historias y las vidas de los sectores populares tienden a pasar desapercibidas y a no estar incluidas en la lista de prioridades, como si hubiera ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda.
“Hace varios meses que las organizaciones sociales le venimos solicitando al gobierno porteño vacunas para quienes realizan todos los días un trabajo esencial de cuidado comunitario en los barrios populares. Sin embargo, pareciera ser que no sabe, no oye, no ve, o no le importa. Pareciera ser que en la Ciudad de Buenos Aires las vidas de los sectores populares no valen”.
Teodora Olloa tenía 59 años, vivía en la villa 31 con su marido, dos hijas y tres nietos en una vivienda demasiado pequeña para todos, luego que el plan de “urbanización” vinculado al negociado inmobiliario llegara al barrio y fueran desalojados de su casa que estaba ubicada en el sector Bajo Autopista. Comenzó a trabajar en los comedores y merenderos de la zona hace siete años. Tenía un rol de coordinación en el merendero Juana Azurduy, y a su vez colaboraba y cocinaba para otro comedor de la zona. Quienes compartían con ella las labores cotidianas destacan, además de su solidaridad y compromiso, su lado más amoroso, recordando cuando le cocinó ese ceviche, la comida preferida de una de ellas, en el día de su cumpleaños.
Por la memoria de Teodora Olloa, que se suma a la de Víctor “El Oso” Giracoy, Ramona Medina, Agustín Navarro, Víctor Ávila, Pedro Condorí, Salvador Benítez y Carmen Canaviri, una larga lista de trabajadores comunitarios fallecidos durante la pandemia. Las organizaciones sociales vamos a seguir reclamando que el gobierno porteño reconozca nuestras voces y oiga nuestros reclamos: Vacunas y reconocimiento para las personas que trabajan en el cuidado comunitario de los barrios populares.
Cocineras, promotores en salud, educación, género. Una inmensa red viene sosteniendo el tejido social, golpeado por la crisis de los años macristas, y ahora golpeado por la crisis producida por la pandemia, en su primera y segunda ola, tanto en su faceta sanitaria como económica. Las organizaciones sociales sabemos que nadie se salva solo, es por eso que venimos redoblando esfuerzos y desplegando un trabajo local y territorial esencial. Estamos presentes donde el Estado no llega: en las postas sanitarias, en el acompañamiento de aislados, orientando a los vecinos según los protocolos, en la distribución de insumos, en la asistencia alimentaria, en los apoyos escolares para los pibes y las pibas a los que el gobierno les negó sus notebooks y no les otorgó conectividad, en las consejerías de género ante la violencia machista y en la infinidad de tareas y urgencias que cubrimos a diario.
En la Legislatura se aprobó recientemente un proyecto de ley que promueve la vacunación prioritaria contra el coronavirus para quienes realizan trabajo de cuidados comunitarios en los barrios populares. Estamos esperando que el gobierno porteño oiga por fin nuestros reclamos, o al menos cumpla con la reciente ley sancionada y vacune, en forma rápida y efectiva, a quienes todos los días arriesgan su vida en favor de sostener y cuidar a la comunidad en su conjunto. Cuidemos a quienes nos cuidan. No podemos seguir siendo los últimos de la fila.