Literaturas

Pablo Pagés: “El Corpus fue una manera de rescatar con elegancia las formas imprescindibles con que la humanidad puede seguir en pie”

Hablamos con el escritor y periodista sobre la conformación de su libro de cruces epistolares publicados durante el 2021 en Ruda, y conformadas como libro en papel a través de la editorial Ediciones en Danza con prólogo de Juano Villafañe e ilustración de Mercurio Sosa.


Por Marvel Aguilera.

De las tertulias fluviales alrededor de los ríos Luján y Carapachay al pueblerino andar en las calles cipolletenses. De amanecer faunesco en la puesta de los muelles isleños a la óptica en los cuadros de Rembrandt y Caravaggio. Del recuerdo insondable del Dipi Di Paola, con las sierras tandilenses de trasfondo, al movimiento de las aves de pantano. Este intercambio de cartas muestra cómo las experiencias y los saberes se entremezclan en una misma imagen, una que ilustra la belleza del entorno natural y de nuestras identidades culturales.

El Corpus Epistolar de la Pandemia es una exposición excepcional de registro y espontaneidad de la condición humana y sus indagaciones estéticas, que tiene el invalorable mérito de revalorizar un género y poner de manifiesto la urgencia de las palabras, el volumen de los tonos de conversación y la magnitud de los silencios en una era dominada por el algoritmo.

Revista ruda

¿Qué representa para vos el género epistolar y por qué decidiste elegirlo para estos intercambios que devinieron en el libro?

Significa una apelación desesperada hacia un pasado donde no existían los medios de comunicación que conocemos ahora. Donde ni siquiera existía el teléfono. Pienso que uno de los objetivos políticos de la pandemia fue generar una necesidad de llevar toda la vida a través de las plataformas. Es un horror, sentimos que estamos acompañados y cada vez nos encapsulamos más en las redes y eso es un mecanismo de control.

En las cartas de antes, aún hasta hace poco, existía en todo ese ida y vuelta de papeles un gesto casi romántico sobre la existencia. Uno guardaba esas cartas como pequeños tesoros en rincones desconocidos. Detenerse a laburar con la pluma y el papel para generar algo en el otro es un trabajo literario.

Pensemos, también, que hubiese sido de la carta a las juntas militares si minutos antes de su muerte Walsh no hubiese bajado de su oficina y colocado esa carta en el buzón. Claro, la carta genera un testimonio, una confesión, un dato que puede hasta demoler a un estado de hecho.

Hablame de los diferentes lugares en que viviste y que de particularidad tienen las islas del Delta para que hayas elegido asentarte.

Mi vida tiene sus recuerdos de pre adolescente en Tandil, me gustaba la pesca, la caza, cruzar las sierras y aparecer cerca de una ruta. Luego me fui a Capital Federal y lo viví como si fuese un zoológico, mucha noche, mucho sexo, drogas y rock and roll. Pasado el tiempo, por intermedio de una amiga que ahora está en Francia, conocí una chica que se llamaba Celeste, que vivía por un arroyo que se llama Gallo Fiambre. En ese momento mi hermano menor se suicida y yo me recluyo a la vida isleña. No podía creer que un Delta tan litoraleño estuviese tan cerca de la Capital Federal. Yo vivía por La Boca, lugar donde aún vivo. Mi vida se reparte entre La Boca, Aeroparque y Tigre Islas. Siempre pegado a la rivera.

Habías escrito una novela policial, con un trasfondo social, como fue Cuesta Abajo. Sin embargo, este libro lo fuiste trabajando a medida que salían publicadas las cartas en Ruda. ¿En cierto punto es un libro que une a lo periodístico con lo literario, no?

Por supuesto. Y se dio así porque una novela es un laburo donde uno trabaja muy solo y en el contexto de esa primera etapa de la cuarentena donde parecía que el capitalismo había presentado quiebra y nos sometía a una nueva etapa de control. Necesitaba comunicarme con un diálogo más directo de una manera afectiva con gente que conocía. Fue un placer sentir que uno se comunicaba y podía establecer otra forma de diálogo de manera, si se quiere, más afectuosa. Yo desde un lugar de contemplación pura de la naturaleza y ellos desde la city. Se generaron grandes diálogos, grandes cruces epistolares.

¿Cómo eran esos momentos en la isla durante los cuales vos escribias las cartas?

No había un momento, un lugar. Todo estaba en mi cabeza. Perdí la noción de tiempo y espacio y comencé a regirme por las subidas y crecidas del agua. Los amaneceres llenos de cantos de aves muy distintas. Me gustaban las de pantano que había a la madrugada. También las pavas de monte son majestuosas. Pero una cosa es segura: prefería para escribir los muelles ajenos, mi deck, sobre la mesa de la cocina cuando los primeros haces de luz entraban en la mañana.

¿Cómo se transitó en el Delta todo lo que vivimos en estos años de pandemia y encierro?

Más tranqui. Igual había un cuidado en los botes de los boteros que cruzan al barrio. El cuidado siempre estuvo pero hay que pensar que vivir en el Delta es estar en un espacio abierto donde corre mucho viento y esas distancias ayudaban a que el virus de la duda no se propague como en la ciudad.

“Fue un placer sentir que uno se comunicaba y podía establecer otra forma de diálogo de manera, si se quiere, más afectuosa”.

El colapso de la pandemia puso en evidencia los engranajes viles del capitalismo, ¿este corpus puede entenderse tambien como un pequeño manifiesto a favor de la humanidad?

Sí señor. Eso es seguro. En las cartas aparecen reflexiones sobre este chiquero que llamamos “civilización”. Fue una manera de rescatar con elegancia las formas imprescindibles con que la humanidad puede seguir en pie hasta la fecha. La solidaridad, el respeto, la belleza, la tolerancia, la ayuda inmediata.

El libro además recapitula momentos personales, recuerdos, anécdotas que marcaron tu ida y la de los escritores que participaron, ¿Hay mucho de catarsis en el acto epistolar?

Mucho. Diría que por alguna extraña razón es un acto de catarsis en sí mismo. ¡Mamita! Y en ese contexto, nos dimos un espacio para comunicarnos que fue muy aliviador, cálido y amoroso.

La política está presente, pero no de manera tan explícita, sino desde evidenciar esas formar opresivas del sistema, ¿cómo se fue conectando lo escrito con esas ideas filosóficas y sociales con que debemos lidiar como pueblo?

Me la chupan, el pueblo es un concepto como la clase media. Yo ni sé dónde estoy parado. Esas clasificaciones surgen de las ciencias sociales y humanas que no son tan humanas. Todos los mecanismos de control ahora pasan por las cargas impositivas y las plataformas, evitar el contacto físico y hacerse la paja. Puaj, un asco de mundo.

Quiero hacer foco en las palabras de Guillermo Saccomano en la Feria del Libro, para preguntarte acerca del momento que atraviesa la literatura y las dificultades que tienen muchos profesionales de la palabra para encontrar su lugar. A sabiendas de que este libro también fue una resistencia en ese sentido.

Sí claro, hay que dejar las dependencias, hay que dejar de especular, de escribir pensando en un lector determinado, de no correrse de los límites y cosas por el estilo. La feria es un gran comercio que atenta contra la producción de cultura, contra el encuentro en los bares, las tertulias literarias y las peleas a las trompadas porque alguien no entiende el valor de la prosa de Chesterton en la novela policial inglesa a posteriori. Yo no me siento bien en la feria. Además, los libros están carísimos, una vergüenza. Replanteo todo de nuevo. Usemos todas las plataformas, pero démosle un sentido distinto, para mostrar trabajos, para hacer pasquines, para que exploten de creatividad y locura. Para generar encuentros y ser una resistencia. Hagamos como hace el capitalismo que todo lo nuevo y que le hace temblar las bases, lo traga, modifica y lo pone en el mercado a su favor.

¿Cuál es el escenario que ves para la literatura y para el mundo artístico en sí luego de todo esto que nos tocó vivir?

Un escenario de mucha lucha, de alto compromiso con las políticas culturales, si no tomamos consciencia que nuestro cuerpo necesita a otro cuerpo para se generen neurotransmisores que tiene que ver con el placer, el deseo, el honor y cierta melancolía romántica, estamos fritos.



Pablo Pagés
Corpus epistolar de la pandemia
En Danza
2022

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