El Pregonero

No confundir gordura con hinchazón | Sobre el avance de Avanza Libertad y su cierre de campaña

Crónica del cierre de campaña del partido del candidato porteño Javier Milei en Parque Lezama.


Por Julieta Menéndez Noé.

“No confundir gordura con hinchazón” era una de las frases predilectas de mi abuela. Si bien el día de hoy se la puede llevar al terreno de la revisión, incurrir en eso nos puede privar de tomar algo valioso de este dicho, el cual retumbó en mi cabeza mientras escuchaba el cierre de campaña de La libertad avanza de mano del líder de la coalición.

Javier Milei se hacía lugar entre la gente, desfilando por las escaleras del anfiteatro de Parque Lezama hacia el escenario, que lo esperaba para prender sus fuegos artificiales; avanzaba escoltado mientras se escuchaba por los parlantes al Chizzo, Yo soy el león (en referencia a su eslogan de “despertar leones” en contraposición a “guiar corderos”) a todo volumen, para unirse a sus compañeros y compañeras de fórmula de estas elecciones. Se lo podía ver con el pecho inflado al pararse frente al micrófono y comenzar con una voz áspera a predicarle a sus espectadores eufóricos.

Comenzó entonces a repetir gran parte de las ideas principales de su partido, primero recorriendo por un análisis económico. Comparó números y fechas, generando en quien lo escuchase esa sensación de atraso al hablar de un pasado mejor o, peor aún, de un pasado argentino inmutable frente a un mundo que siguió su rumbo dejándonos comiendo polvo. No obstante y pese a que el candidato esté formado como economista, la salsa de la cuestión fue cuando dio lugar a criticar las medidas del gobierno en tanto a la pandemia, al sistema impositivo a personas y empresas, etc. Y la verdadera cereza del postre fue cuando se posicionó en su candidatura, explicando a los presentes qué papel tiene él en esta historia.

“Si bien su oratoria es un tema que viene entreteniendo hace rato, no es costumbre escuchar a Milei de la forma que se lo escuchó en su cierre de campaña. Se lo notaba cómodo a la hora de disponer de manera total de su espacio para demorar el tiempo que quisiera; a la vez la ausencia de alguien que le retruque o lo cuestione permitieron que el discurso se valiera de fluidez”.


Si bien su oratoria es un tema que viene entreteniendo hace rato, no es costumbre escuchar a Milei de la forma que se lo escuchó en su cierre de campaña. Se lo notaba cómodo a la hora de disponer de manera total de su espacio para demorar el tiempo que quisiera; a la vez la ausencia de alguien que le retruque o lo cuestione permitieron que el discurso se valiera de fluidez. Y aunque estuvieron presentes las actitudes de siempre que se traducen como enojo y bronca: la voz áspera, el cejo fruncido, al opinar de los otros partidos, y la rosácea que le toma la cara completa; hubo momentos donde pudo interrumpirse esa forma de relato para hacer acotaciones que pretendían ser graciosas, con una voz limpia, de manera calma y con un tono bajo. Y esto fue lo primero que me hace pensar que, tal como invita a reflexionar el dicho que usaba mi abuela, no hay que confundirse. En este caso creo que la ridiculización de Milei, por parte de quienes nos percibimos como sus opositores, nos llevó a ese punto. Si a esta altura, principalmente tras los resultados de las últimas elecciones, no volvimos sobre esto nos llevará a encontrarnos en las urnas, tanto en las de noviembre como en las que le sigan, con un fenómeno que va a haber conquistado espacio de manera progresiva y constante.

Javier Milei, que se construye como candidato bajo un descreimiento enorme en los dirigentes y los espacios que representan, que llevan siendo parte de lo que él domina la “casta política”, aparece como aquel que viene a devolver la esperanza. Como opositor al kirchnerismo toma críticas típicas del macrismo y los medios de comunicación, pero dando algunos pasos más allá. Porque aun cuando en los pasados días los portales de noticias titularon con algunos dichos del candidato de Avanza Libertad como que no descarta la posibilidad de una fórmula con la exministra de seguridad Patricia Bullrich, comentarios de comprensión hacía el expresidente Mauricio Macri y a su vez la introducción en el discurso hacia los medios de los “halcones” en su dicotomía de leones o corderos, no es un discurso que haya repetido en su comodidad, en el espacio que su partido dio a sus seguidores devotos presentes el domingo en el anfiteatro en su cierre de campaña. Pese a todo lo que se rosquea por detrás de la mirada, lo poco que nos llega indica que, de tener que acordar con algún espacio, Juntos por el Cambio es la opción predilecta. Dudo que los dichos benévolos hacía los referentes de este partido, que parecen hasta buscar que los acojan, hayan causado otra cosa que no sea un descontento en la gente que lo aprecia como una tercera vía en el país de la grieta.

Este 6 de octubre, frente a sus seguidores, Milei no barajó en ningún momento la posibilidad de esta unión, no trató a ninguna de las opciones por fuera de él como favorables para el futuro del país. Esto fue parte incluso de la presentación previa a su discurso por parte de [Carlos] Maslatón, que refirió a Milei como el único que lleva adelante un compromiso con los valores liberales. Por su parte el candidato, en las pocas menciones que hizo de Juntos por el Cambio, se dirigieron exclusivamente a cuestionar el rol de ellos como oposición, argumentando que existe una reciprocidad en la dinámica de la grieta conveniente a ambas partes, refiriendo a una contaminación por parte del kirchnerismo y de quienes el partido identifica como socialistas dentro de los espacios del PRO.

Ahí se hace lugar Javier Milei en esta historia como el verdadero antagonista que se enfrenta a “la casta política”. Validando su discurso con una analogía sobre el fútbol, donde él es Messi, el encargado de meterse a la cancha. Y los ciudadanos, que no aspiran a cargos públicos de gobierno, como la tribuna en un partido, incapaz de ser la que cometa el gol por más hinchada que haga. En su propio relato y con la antipolítica como base, Milei ofrece meterse en el partido, en el juego de la política para hacer un cambio desde adentro (lo cual reivindica por sobre formas revolucionarias, y habla de la no violencia como principio liberal). Dice tener los “huevos suficientes” para ser él quien tenga que usar la remera del diez.

Vuelvo a la imposibilidad que sería, al posicionarse contra el discurso libertario, subestimarlo. Las herramientas que tiene el candidato del partido a la hora de convocar y de llamar la atención de quien lo escuche evidencian el entramado que se encuentra presente para que se haya dado semejante avance en tan poco tiempo. Suele gritar enojado, se lo puede ver con la cara colorada, hablar canalizando la bronca que atraviesan muchos argentinos; y hace esto apropiándose y resignificando palabras más propias de los discursos del espacio político al que ataca, por ejemplo haciendo uso del término “genocida” para referirse al gobierno actual, al que acusa de culpable por las muertes por Covid-19 enfatizando en el número de estas, argumentando que no se vacunó a la sociedad a tiempo.

A esto agregó una fuerte crítica a las medidas tomadas para la prevención de contagios, señalándolas como excusas para avanzar sobre las libertades individuales. Habló también de censura (otra palabra clave para el espacio que representa Milei) en referencia al llamado a denunciar a quienes no cumplieran la cuarentena obligatoria. A la vez se apropia de elementos típicos que relucen en la historia como parte de “lo popular”, ligado a los partidos de izquierda, desde entrar con un tema de La Renga (banda que desde que comenzaron a usar su tema se desligó completamente de esta coalición) o las analogías futbolísticas.

A los suyos, Milei les dio todo. Desde agradecimientos, hasta un pogo en escenario de la fórmula de Avanza Libertad para cerrar al ritmo de El estallido de la Bersuit sonando por los parlantes.

Pese a todo lo que se rosquea, lo poco que nos llega indica que, de tener que acordar con algún espacio, Juntos por el Cambio es la opción predilecta. Dudo que los dichos benévolos hacía los referentes de este partido, que parecen hasta buscar que los acojan, hayan causado otra cosa que no sea un descontento en la gente que lo aprecia como una tercera vía en el país de la grieta”.


No hay ingenuidad en el discurso del candidato. Hay guiños constantes a emociones potentes y movilizadoras, a la bronca contra la casta política que es la que nos viene estancando como país. A la pasión por el rock nacional y el fútbol con su figura actual más emblemática, Lionel Messi. Milei el domingo hizo reír en medio de su discurso, hizo sentir seguros a sus seguidores, se reafirmó y se apartó de una coalición de Juntos por el Cambio, independientemente de sus no tan pasados dichos. Se burló agraviando en esas maneras que parecen interpelar a un conjunto de la sociedad fuertemente, contentando a sus partidarios.

El discurso liberal avanzó instalándose de manera profunda en la clase media, pasando por todos los rangos etarios. Logró convencerla de que proteger la propiedad privada de los empresarios era equivalente a defender los propios derechos, que no hay nada que la diferencie de forma sustancial de quienes poseen la propiedad de empresas.

Si bien este no es un candidato que podría aún llenar Plaza de Mayo, ya logró llenar gran parte del anfiteatro de Lezama. Entonces, ¿qué postura tomar frente a este tipo de discursos? Porque resulta evidente que tomarlo como objeto de burla tuvo el efecto inverso al deseado, ayudando a que se afiancen en el campo político. ¿Qué puede llegar a significar a futuro la presencia de más sujetos como Milei, si consiguen ocupar cargos en política? Estas son las verdaderas preguntas que hay que hacer a la hora de analizar figuras y propuestas que se presentan como opción nueva, desligada de todo antepasado político y que citan a liberales extranjeros reiteradamente.

Lo que pudo parecer ridículo e inviable para algunos que se negaron a tomar a Javier Milei de forma seria, supo hacerse lugar y conseguir su 13,6% en las PASO del 12 de septiembre en la capital del país. Se requiere una especial determinación para combatir este avance, hace falta un abandono de la soberbia y dejar de anular el debate. Salir a las calles, activar redes y salir de la postura endogámica de dialogar únicamente con quienes ya mantenemos consensos. Ser gobierno debe dejar de inducir a la pasividad, pelear discursos e ir al choque nunca deja de ser una obligación para hacer política. Una condición para pelear la gobernabilidad que es siempre el objetivo y que nunca deja de estar en juego.


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