El dúo platense presenta su cuarto álbum de estudio, Dogma, el 25 de noviembre en el Teatro Sala Ópera de La Plata.
Por Marvel Aguilera.
Todo dogma tiene un peligro. Una explosión que puede culminar en la ira, el resentimiento o incluso el desprecio. Sin embargo, hay también un aprendizaje en aquello que toda doctrina encierra, una serie de hilos a los que nos aferramos a lo largo de los años; un camino sinuoso de huellas, heridas y saberes que hacen propiamente a una identidad. El nuevo disco de Peces Raros, Dogma, parece invocar ese espíritu. Desde la transformación sonora que los caracteriza, cruzando a través de canciones que ponen de relieve los matices que el dúo platense fue absorbiendo desde sus inicios, el larga duración gana en densidad musical, surfeando entre los frentes del rock, el techno y el pop, pero conservando esa aura espacial que los representa y los hace reconocibles en cada una de las canciones.
La banda ya había estado adelantando parte de su material en tres cortes que mostraron algo del linaje que Dogma finalmente puso sobre la mesa. En “Cicuta”, la base bolichera se arremolina con una guitarra hard rock y acompasa una voz suave que ilustra un ritual maniqueo: Sudor, cicuta y sudor/ Tus ojos se iban, tus ojos se iban/ Perdón, pedía perdón/ Lloraba y mentía, lloraba y mentía. En “Fabulaciones”, el otro adelanto que contó con su puesta en video, la base techno gana presencia ante una voz más clara que crea una atmósfera a medida que el tema avanza, y que hace rememorar a “Barrio Adentro” de Anestesia, pero con cierto dejo de angustia en sus colores. “Reliquia”, por otro lado, profundiza en tonos pop más propios de una canción que podría escucharse por fuera del resto. El tono trip en “Antes que nos despierten” juega hacia una cadencia que va ganando en pequeños detalles sonoros, con un gran laburo coral, que de a poco ilustra un tránsito cansino pero repleto de interrogantes. El clareo que propone el estribillo de “Infieles” se contrapone con el minimalismo de “Insuficiente”, que brega por una salida: Tengo que salir de acá/ Porque nada es suficiente/ Nunca nada es suficiente. Las formas de “Espora” podrían acercarlo a los rincones más intimistas de Charly García. Y el final, con “Aluminio”, transporta al disco a un nuevo eje, con aristas menos crudas aporta cierta transparencia que deja un cierre abierto, entre lo celestial y lo satisfactorio.
Peces Raros siempre propone un buen viaje, donde uno está obligado a dejarse llevar por capas y capas de sensaciones que van desprendiéndose como una mamushka, para dejarnos a la merced de nuestra naturaleza más íntima; aquella que, a veces, hasta olvidamos poseer. Un laberinto del que salimos por un instante, solo porque olvidamos estar en uno. Un sonido sumamente sólido, que no deja ningún detalle al azar, pero que a su vez construye un clima en donde cada canción parece estructurarse sobre una lógica narrativa de inicio, trama y desenlace. La significancia de las letras se centra justamente en la potencia de lo concreto: los conceptos acompañan como loops y van alimentando una potente descarga musical.
Dogma es un disco para escuchar suelto de cuerpo y de oído, para dejarse amalgamar por texturas que simbolizan parte de lo que cada uno transita a lo largo de sus estados de ánimo. Una producción que confirma que Peces Raros ya no es una promesa sino una banda con ideas claras, pasión por el ejercicio de búsqueda en cada nuevo disco, y con mucho para seguir demostrando en una escena musical por demás diversa.