Arrebato del día, fin de la noche es el nuevo libro de poemas del poeta, editor y gestor cultural, Sebastián Realini, publicado este año por Hemisferio Derecho.
Por Laura Bravo. Foto: Facundo Gastón Floria.
Soy un ojo fílmico, soy un ojo mecánico, una máquina que les muestra el mundo solamente como yo puedo verlo.
Dziga Vertov
Arrebato del día, fin de la noche, último poemario del editor, poeta y gestor cultural Sebastián Realini, ofrece a los lectores una experiencia contemplativa, un estado de detención que nos transporta a momentos propios del cine, o de las muestras pictóricas, donde el ojo opera como cámara y los fotogramas o cuadros construyen un itinerario.
Algo en el orden de lo escenográfico ocurre en esta obra; el drama se diluye, se esparce sin prepotencia, emerge silencioso entre islotes de vida cotidiana. Así, el amor, la muerte y la tragedia de la existencia pierden su tono altisonante para entrar en la cadencia de lo barrial, en el ritmo de lo conocido.
En Modos de ver, John Berger (a propósito, también mencionado por Realini) asegura que la vista antecede a las palabras, que nos ubica en el mundo circundante y establece relaciones entre las cosas. El ensayista connota a la mirada como acto voluntario y subraya la brecha entre la visión y la palabra. A este tipo de avistaje nos invita Realini; a la transición en la que aquello que se ha elegido mirar se vuelve palabra.
¿Por qué Ciudadela? Pregunto porque los lugares que se nombran en un poemario pueden obedecer al lugar de origen, a un espacio donde se vivió o se transitó, o a uno que se deseó.
El libro, en un principio, se iba a llamar “Ciudadela” porque hay varias cuestiones urbanas circulando pero quedó un solo poema que la nombra de manera explícita, quizás también “La puerta verde”. La intención no es hacer referencia al barrio sino atravesar esa idea, hacerla más general. Vos decís que uno puede haber vivido, transitado el barrio, intenté hacerlo al revés: ¿qué tanto el barrio lo transita a uno? Lo hice para dejar de lado la primera persona y, no sé si fundirme con ese paisaje, pero sí intentar una cuestión cercana a la postal.
¿Cómo fueron apareciendo el orden y la estructura? Porque las formas diseñan un sentido en tu poemario, una suerte de plan de navegación.
Está supeditado a varios temas, recién a fines del 2020 le di ese orden, esa estructura, después de pasar por varias etapas previas. Por un lado, está el hartazgo de tener que revisarlo una y otra vez porque siempre le encontraba algo para modificar. Por otro, se da también la circunstancia de haber fragmentado “Persiana”, un texto inicialmente largo, ahí surge una cuestión que también buscaba, los ciclos, el abrir y el cerrar. Respecto a la división en “arrebato del día” y “fin de la noche”, en la primera parte hay incertidumbre, frustraciones, preguntas que corresponden a una época; en la segunda aparece algo más vital. El “epílogo”, a su vez, es una síntesis de las otras dos partes, no quería que cerrara bonito ni que tuviera una impresión concisa sino que fuera más abierto, no sé si a libre interpretación pero sí que generara una pregunta.
Hablaste de esa imagen de la persiana, te cito: partículas en el aire / que se entremezclan; / estaban ahí / como la oscuridad / desde el principio. Tengo la impresión de que una persiana contiene, de modo tácito, a un espectador.
Las partes en la que dividí el texto original, de alguna manera, atenúan, acompañan o sirven de estribo a “arrebato del día”. Para que aparezca el día uno tiene que levantar la persiana, abrir las ventanas, está relacionado con eso. La cuestión del espectador es adrede. A mí me hubiera gustado prescindir de inocular, todo el tiempo, un yo lírico en la escritura. Recién en la segunda parte aparece un yo lírico más marcado, alguien que transita el barrio, pero hubiera querido borrar todo rastro de una persona para que afloraran otras cosas, por eso arranco hablando de una quintaesencia, de algo que está ahí en el ambiente, de un paisaje.
“Las partes en las que dividí el texto original, de alguna manera, atenúan, acompañan o sirven de estribo a ‘arrebato del día”. Para que aparezca el día uno tiene que levantar la persiana, abrir las ventanas, está relacionado con eso”.
¿De dónde surgen las referencias? Como lectora me intrigan esas elecciones.
Sí, son varias. Las que tienen que ver con las artes visuales aspiran a darle mayor importancia a un paisaje, como cuando cito a Turner que destaca la escena, los barcos, los atardeceres, la figura humana aparece en segundo plano. Después, cada una tiene su porqué o intenta tener su porqué. No sé, pienso en París, Texas, en ese personaje que retoma una vida, vuelve de un desierto, de un mutismo, vuelve por lo suyo o intenta volver a lo suyo. La cita de Agamben alude a lo contemporáneo, qué es contemporáneo desde una escritura que no tiene que ver con la manera en la que se escribe hoy. Además, hay otra referencia a la que quiero hacer mención, la de Williams Carlos Williams, Paterson, su obra más reconocida, trata acerca del barrio, de la ciudad, del lugar al que él pertenecía. Algunas referencias son viejas, del 2012, además son variadas, películas, libros, música.
¿Cómo va emergiendo el libro entre este corpus de poemas, textos, intenciones, citas?
La idea era escribir, no estar pensando en generar un libro ni mucho menos sino escribir, decir lo que tuviera para contar en ese momento desde la manera de la que dispusiera para contarlo. De a poco fueron apareciendo patrones que se repetían, un conglomerado de cosas que podían ir juntas, compartiendo un espacio, desde ahí fui armando un libro. Sí tengo presente la idea de cómo surge “Aerosoles”, a partir de recorrer el barrio, de caminar ese pasillo que se arma al lado de la autopista con todos esos murales que en una época fueron políticas públicas del gobierno, embellecimiento urbano se les decía. Los recorridos tienen que ver con eso, con ponerle el cuerpo, con cargar la escritura a través del cuerpo, después llegan las palabras.
Sebastián Realini
Arrebato del día, fin de la noche
Hemisferio Derecho
2022