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Lo que el río hace | Un hogar interior

La celebrada obra de Paula y María Marull conquista el circuito teatral a partir de una historia sencilla que conecta con lo más íntimo de nuestras raíces: la vuelta al pueblo de crianza y el reencuentro con otros modos de vida alejados de la fugacidad contemporánea.


Por Marvel Aguilera.

Vivir en el presente, sin tener en cuenta el vínculo con el pasado y el futuro, implica perder una continuidad histórica. Una que da cuenta de las tradiciones, de las raíces que hilan con las experiencias que nos conforman, y que trazan una mirada sobre nuestra identidad en la distancia. Porque, como dice Gilles Lipovetsky, en esa “devaluación del pasado” construimos un futuro amenazante e incierto. Una sociedad sin anclajes ni opacidades que convierte nuestra indiferencia en un narcisismo colectivo: el síntoma social de una generación incapaz de afrontar su destino si no es en la propia desesperación.

El apego por la apariencia. La búsqueda de eterna juventud en detrimento de sembrar para las futuras generaciones. Durar. Rendir, a pesar de todo. Monetizar. Sin oportunidad para el dolor ni para los errores. ¿Cómo construimos una valoración del tiempo en medio de esa inmediatez? ¿Cuán importante es reencontrarse con eso que fuimos y, sin saberlo a ciencia cierta, dejamos de ser?

Lo que el río hace, la obra de María y Paula Marull, nos habla de esas pequeñas historias que construyen nuestra identidad y que dejamos atrás para armarnos un gran relato ante propios y ajenos. Una afrenta contra el desengaño de la corriente de los mandatos. Esa que nos hace perder de vista el roce con las aguas que nos mecieron. Porque muchas veces en aquellas ruinas que pisamos para seguir adelante, con prisa y dientes apretados, están las hojas de ruta de lo que consideramos esencial en nuestro interior.

“Entre el realismo mágico y la poética que se entrevera a modo de consciencia, la obra triunfa desde ese espejo que construye con el público; donde las conexiones con lo mínimo, esas experiencias juveniles despojadas del peso de un interés social, nos ponen de cara a lo que somos debajo de los maquillajes de esta ‘vida adulta'”.


Amalia es una persona de la gran ciudad. Una mujer de agenda llena y pocas pulgas. El burnout la agobia ante cada hecho de su rutina. Los objetos la acorralan y los consumos la impulsan con cierta inercia. La muerte del padre la obliga a un viaje intempestivo al pueblo que la vio crecer para hacer el trámite de una herencia. Esquina, una pequeña localidad correntina donde supo ser la reina del Pacú, pero que hoy le representa una marea de nostalgias, vaguedades y frustraciones a dejar atrás sin mediar interacción.

La protagonista, una escritora de novelas abrumada por la imposibilidad de terminar una nueva historia, se encuentra allí con una cadencia temporal enervante para quien está inmerso en la lógica fugaz de las grandes urbes. Todo es lento. Precario. Antiguo. Las palabras sobran y las acciones nunca llegan. Sin embargo, como dice la frase, la espera empieza cuando no hay nada que esperar. Cuando la irritación se convierte en contemplación, y los recuerdos anquilosados comienzan a rejuvenecer a una mujer hastiada de vivir resistiendo embates que ella misma refuerza.

Paula y María Marull escriben una obra que rescata aristas del género maravilloso. Esa capacidad para contar una historia de tono costumbrista, pero introduciendo hechos inusitados que trastocan la linealidad del relato, como bien sucede con el concurso de pesca que cambia el destino, y el sentido, de la protagonista. Entre el realismo mágico y la poética que se entrevera a modo de consciencia, la obra triunfa desde ese espejo que construye con el público; donde las conexiones con lo mínimo, esas experiencias juveniles despojadas del peso de un interés social, nos ponen de cara a lo que somos debajo de los maquillajes de esta “vida adulta”.

Con un tono cómico donde afloran gags y escenas hilarantes que contrastan los mundos de la protagonista y de los habitantes de Esquina, la obra atrapa desde su agilidad, en un texto que se mueve y cambia utilizando flashbacks y recursos escenográficos. Y donde los personajes que interactúan con la protagonista juegan un papel central en la creación de esa atmósfera de pequeño lugar: desde el lunfardo local, los modos, las metáforas y las forman de convivir con el territorio.

A través de un compacto elenco conformado por Mónica Raiola, Mariano Saborido, Débora Zanolli y William Prociuk se genera un ida y vuelta con diálogos que se bifurcan entre la hilaridad y la conexión con una historia familiar que se va develando a medida que la protagonista -interpretada por Paula y María- abandona los cerrojos de su individualismo. Saborido, un empleado de viejo hotel que cumple el rol de Virgilio en el encuentro de Amalia con su pasado, se destaca desde el magnetismo que su impronta atrevida y desfachatada va tejiendo con el público, donde la calidez y la picardía transmiten ese aire de pueblo en que el rumor se hace bulla y las anécdotas son moneda corriente.

Lo que el río hace combina una visual poética, que encuadra calidez y reflexión, con la ternura propia de las películas argentinas que se veían los domingos en familia hace algún tiempo. Una obra que pone el eje en la carga de las posesiones, conductas, normas y mandatos que acumulamos para transformarnos en seres que funcionan en piloto automático; bajo el sinsentido de una realidad que nos abstrae de nuestra historia personal, haciéndonos perder en la furia de una carrera que nunca tiene punto de llegada.

Esta obra escrita y dirigida por Paula y María Marull refresca la comedia a través de una historia sencilla pero repleta de minuciosos recuadros de una forma de vida que hoy parece extinguirse entre filtros y tendencias. Una pieza que retoma la idea de que el hogar siempre se construye en armonía con los vínculos forjados, con los sueños perseguidos y las experiencias que perviven en una memoria acorralada por la fugacidad del ahora.

Ficha técnico artística

Elenco: María Marull, Paula Marull, William Prociuk, Mónica Raiola, Mariano Saborido y Débora Zanolli.
Música original, puesta de sonido y voz en Off: Antonio Tarrago Ross
Diseño de iluminación: Adrián Grimozzi
Diseño de vestuario: Jam Monti
Diseño de escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez
Supervisión artística: Javier Daulte y Mauricio Kartun
Fotos: Carlos Furman
Asistencia de dirección: Alejandra D”Ellia
Producción ejecutiva: Laura Quevedo
Prensa y difusión: Caro Alfonso
Dramaturgia, dirección y producción general: María y Paula Marull

Teatro Astros Corrientes 746, CABA.
Funciones: Miércoles, Jueves y Viernes 20:00 hs / Sábados 22:00 hs (Noviembre).

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