Literaturas

Adriana Santa Cruz: “Mí desafío ya no es publicar, sino tener lectores genuinos”

La profesora de Letras y crítica literaria del portal Leedor, Adriana Santa Cruz, charló sobre literatura, escritura y lectura en la escena porteña.


Por Pablo Pagés. Fotos Dante Fernández

Una tarde ventosa de verano quedé para hacer esta nota con la colega Adriana Santa Cruz. La gente pasaba caminando por la amplia vereda de la Avenida Corrientes mientras yo esperaba, esperaba porque siempre llego temprano (es una costumbre, se podría decir) en el café La Paz. Ese café donde antes, hace bastante, se sentaban Miguel Briante, Soriano, El Dipi y tantos otros. Ahora en plena tarde de verano solo estábamos dos personas. Una señora cerca de los baños y yo pegado a la puerta de salida.

Cuando me puse a pensar en las intenciones literarias de mi novela, Cuesta Abajo, me di cuenta que de todas las devoluciones, había una muy acertada. Por que yo sabía la existencia de una prosa, un juego verbal llevaba la intriga del texto y de alguna forma jugaba con ciertos pasajes de Ricardo Piglia, que tenía que ver en la construcción de los personajes y su marco histórico. Hablo del Piglia de Prisión Perpetua o Ciudad Ausente: esa construcción de un discurso que se aleja de la realidad física y queda rebotando quien sabe dónde para escapar al horror. Todo eso lo puse a propósito porque me cerraba eso de Piglia en ese entonces. Me parecía interesante laburar la prosa no desde un estilo pigliano pero sí teniendo en cuenta que ya esos tópicos fueron laburados por un escritor y que los laburó muy bien. Porque aparte Piglia cuando habla en sus novelas, sobre todo en Respiración Artificial, está contando parte de la historia, nuestra terrible historia. Y ese dato que permanecía camuflado en las demás críticas a Cuesta Abajo (que no son críticas, sino devoluciones generosas) lo tuvo en cuenta Adriana Santa Cruz. Que, más allá de que sea una profesora o Licenciada en la UBA, tiene mucho potencial intelectual, que es muy bueno, que es copado.

¿Sos consciente de eso?

Me gusta hacer las cosas con profundidad. Las reseñas me las tomo muy seriamente, para encontrar cosas ocultas en los textos, como cuando voy a ver una obra de teatro. No me gusta hacer una crítica contando el argumento o diciendo “uy el libro está bueno” y contar de qué se trata. Intento descubrir todo lo que el escritor puso ahí, por ahí todo lo que tiene de nuevo o de diferente de otro libro u otra novela. Lo otro, lo del potencial intelectual, no me puse a pensar mucho al respecto.

Imagino que una cosa es hacer una devolución de una obra de teatro en donde parece que el trabajo es más fácil porque uno está viendo una escena, pero cuando vos agarrás un libro es mucho más complicado de laburar la crítica.

Sí claro, una vez que vos empezaste a leer el libro se desdoblan un montón de capas y vos tenés que ir viendo cada vez más profundamente. Bueno, eso me gusta, intento hacerlo con cada libro. En la medida de los posible. Si el libro está bueno y da posibilidades.

Un chico interrumpe. Vende medias. No tengo un sope para comprarle. Nos miramos con Adriana. Estamos saliendo… esto y mucho más es lo que nos dejó Macri, digo. Adriana asiente con un tono de tristeza en sus ojos inconfundibles.

A veces también subo boludeces al Facebook para que parezca que no soy tan seria. Realmente no lo soy. Lo que yo no quiero es dar aspecto de una intelectual.

Sí bueno, pero sos una intelectual en cierta medida.

Sí, ponele, pero me corro de ese lugar del intelectual orgánico, académico, de eso mismo me quiero escapar.

Por eso a lo que escribís le ponés un touch de lenguaje coloquial.

A mí me gusta difundir cosas fuera de la academia. Conocer cosas que sean de fácil acceso porque me parece que son cosas tan interesantes que hay que compartirlas, y para que lo entienda la mayor cantidad de gente hay que decirlo con un lenguaje fácil.

“Escribir para el escritor es una necesidad, lo comprendo, pero el escritor que escribe pensando en lo que va a ganar con el libro o la fama o que se haga conocido, está realmente en un lugar equivocado, en el que tendría que reconsiderar su oficio. La escritura pasa por otro lado”.


A mí lo que me gusta es que compartís lo que te va pasando con tus alumnos, osea, esos cortocircuitos pedagógicos que vas teniendo a lo largo del día, también los compartís y hacés una reflexión sobre eso.

Eso me encanta porque los chicos son muy creativos y a veces me ponen en un lugar copado. Los pibes vienen con cosas que vos no sabés cómo reaccionar y te hacen repensar un montón de cosas. Es como que uno tiene todo el tiempo que hacerse de nuevo. O sea, todos los preconceptos que vos tenés, ya está, no sirven para nada, cada chico es individual y cada chico te plantea problemas distintos, no me gusta ir con algo rígido. Todos los años doy lo mismo, hago lo mismo, digo lo mismo, pero siempre encuentro la vuelta para laburar según vayan surgiendo las cosas.

En cuanto al laburo que hacés en LEEDOR, verdaderamente entre vos y un par más de personas le dan un potencial crítico a la página muy fuerte.

Sí, lo quiero mucho a LEEDOR. Por ahí me hubiese costado mucho más que leyeran mis críticas si las hacía de forma individual, pero el LEEDOR es una puerta impresionante a los autores, les interesa mucho que su libro tenga alguna reseña ahí. Lo manejan Alejandra Portela y Kekena Corvalán. Son dos mujeres muy capaces, saben un montón y por sobre todas las cosas tienen una mentalidad muy abierta.

¿Cuántos años hace que está?

Hace poco cumplió veinte años. Yo hace menos que estoy, pero es un sitio que creció mucho y es muy importante lo que genera.

¿Quién es Adriana? ¿de dónde venís, tus viejos a qué se dedicaban?

Mi papá era bombero, bombero de la policía. Trabajó mucho en La Boca.

¡No, mirá vos! ¡Mi barrio, La Boca!

Si, si, trabajó en la isla Demarchi. Yo recuerdo a mi papá que venía todo sucio, todo lleno de tizne. Después trabajó en Ezeiza mucho tiempo apagando los incendios en los bosques. Mi mamá trabajó en una fábrica de zapatos, era empleada administrativa, ES empleada, todavía vive, ya se jubiló. Ella vive pero mi viejo murió. Bueno, mirá, ellos no es que se dedicaban a las letras ni eran docentes, pero mi viejo, por ejemplo, todas las noches antes de dormir inventaba historias y relatos que nos contaba, hasta que nosotros nos quedásemos dormidos. O sea, mi mamá nos contaba cuentos leídos. Pero mi viejo inventaba cosas: extraños héroes que luchaban contra el diablo y cosas por el estilo, por ahí me viene la fascinación por la literatura. Pero recuerdo también que tenía un abuelo que escribía, no publicó nada, pero escribía… Viste vos cómo son esas cosas, seguro que hay una amalgama de todo eso que se junta en algún lado y provocó tanto interés que terminó por definir esta suerte de destino.

Perfil bajo, Adriana Santa Cruz siempre perfil bajo.

Sí, qué sé yo, y eso que soy de Leo.

Esto es lo que seguramente te da esa forma descontracturada a la hora de mirar las cosas. Imaginate otra persona, como yo, que viene de un pasado de padres monto, siempre libros por todos lados y música y charlas. Cuando tenía 8 años mis viejos hablaban de Marx en la mesa de la cena.

No, claro que no, cuando yo entré a Letras me sentí tan perdida porque todos mis compañeros habían leído tanto y sabían tanto y hacían preguntas tan interesantes y yo que no conocía ningún autor de los que mencionaban, no había leído nada. Pero era lo que me gustaba y yo fui refeliz en la carrera de Letras, era mi vocación, realmente.

“Vos decís quinientos mangos como caro para un libro. Yo realmente no sé si es caro, lo que pasa es que no lo podemos pagar, detrás del libro hay mucho trabajo: el tipo que lo escribió, el diseño, la corrección, la tapa, coordinar con una buena imprenta; son meses y meses de laburo en la más solitaria de las soledades”.


¿Qué edad tienen tus hijos?

Son más que adolescentes aunque son eternos adolescentes, tienen 26 y 29. Ya está, se quedaron en casa en ese tibio cuidado de la adolescencia. Pero tampoco ellos eligieron carreras que tengan que ver con mi laburo. Mi hijo es ingeniero y mi hija es Licenciada en Economía. Pero le gusta escribir. Algo tiene que ver con la madre.

¿Dónde escribís?

Preferentemente en todos lados, por lo que los papeles se llevan más de un premio en esto. Una servilleta, un cuaderno de apuntes. He llegado a cometer este pequeño desliz, corrigiendo las pruebas de mis alumnos, he escrito con lápiz sobre la misma corrección cosas que se me venían a la cabeza. O si no lo escribo con tinta y lo borro con liquid, porque de lo contrario pierdo la idea.

Macedonio escribía sobre las servilletas.

Sí, claro. La cuestión es así, tratar que no pasen de largo esas pequeñas ideas que luego encuentran su argumento y desarrollo.

Me gustan mucho algunas etimologías porque están narradas con un lenguaje tan coloquial que me parecen interesantes. Para mí te tendrías que tirar a la narrativa en algún momento.

Bueno, yo entré a Letras porque quería ser escritora.

Si querés escribir no tenés que ir ahí.

Pero mirá vos lo que me pasó. Empecé a encontrar otras cosas y me alejé de la escritura literaria. Por el momento no me considero escritora. Por ahí escribo microrrelatos, cosas sueltas.

Salgamos del formato que un escritor debe escribir un libro de cuentos o una novela.

Claro, te entiendo, pero hay una mentalidad del escritor. Para mí el escritor tiene una forma de pensar distinta a la que tengo yo. No sé, yo lo veo de afuera, y una de las cosas que les sucede siempre es escribir literatura y pensar en una posible publicación, es como que estás repasando tus posibles lectores; vos, por ejemplo, estás pensando en armar un libro de cuentos ahora. Bueno, yo eso no lo tengo.

Tengo una página web que me hizo Daniel Franco y yo la verdad mucha bola no le doy, pero el otro día me enteré que tenía un montón de seguidores y ahora, pienso, cuando saque el libro de cuentos estaría bueno que alguno de esos seguidores vaya a la librería y compre el libro.

Es que sin las redes sociales no podes avanzar en este tema.

Sí, ahora casi todos los días tengo una visualización nueva.

Hay que usarlas a las redes. Así como son negativas para tantas cosas, para otras parece que no, ahí son un lugar muy positivo. Las redes ayudan para eso. En una parte muy reducida, pero depende como se las maneje funcionan en esta difusión a la que vos te referís. Mirá Pablo, el desafío ya no es publicar, el desafío para mí, ahora, es conseguir nuevos lectores. Tener lectores genuinos y que crezcan.

No existe el escritor sin lectores. Y no existe escritor que no trascienda por tener la sutileza de tocar las fibras sensibles de un momento. Es un ida y vuelta, digamos.

Todo escritor busca que lo lean y trascender su círculo, eso es lo importante. Lo que pasa también es que hay muchos escritores y muchas editoriales, mucha diversidad, muchos grupos de escritores. Gente que hacen su grupito y batallan desde ahí. Lo bueno sería que los lectores de un grupito pudieran salir y conocer los de otro y leerse.

Está bien, hay que aceptar que en estos últimos cuatro años comprar un libro de quinientos mangos era y sigue siendo algo imposible.

Sí y también que la gente tiene que valorar lo que significa un libro. Vos decís quinientos mangos como caro, yo realmente no sé si es caro, lo que pasa es que no lo podemos pagar, detrás del libro hay mucho trabajo: el tipo que lo escribió, el diseño, la corrección, la tapa, coordinar con una buena imprenta; son meses y meses de laburo en la más solitaria de las soledades. Acordate de la distribución, es mucha gente que está involucrada en cada libro y decime ahora si eso no vale quinientos mangos. Uno va a comer afuera y te gastás un montón de plata y no ponés ni una queja, y si vas a comprar un libro, hasta te calentás por el precio y discutís con el vendedor. Estoy segura que te gastás más guita en una comida que en un libro. Y nada, pasaste un rato lindo pero el libro es otra cosa. Lo que pasó en estos diabólicos últimos cuatro años es que a un tipo con un sueldo más o menos, ciertamente le es significativo.

Te veo en futuro como editora.

Me gusta, ahora que se abrió la carrera de edición en la UBA estaba pensando en hacerla y todo. El año pasado hice el posgrado en Gestión Cultural y también me gustaría hacer algo con eso, pero de alguna manera, viste como son estas cosas y siempre hay puntos de conexión. La cuestión editorial me gusta, no sé si yo tendría una editorial, pero estaría bueno poder colaborar de alguna manera.

“Todo el mundo escribe y todo el mundo quiere publicar, y hay muchas editoriales. No sé si se dio en otro momento de la historia, si alguna vez hubo semejante explosión editorial”.


Estamos hablando de buscar lectores y todo este mundillo de la literatura argenta. Pero ¿cómo podemos ubicar aquí, en este punto existencial, un Proust que en la puta vida se calentó porque lo publicaran?

Claro, lo que pasa es que es distinto. Yo tengo una teoría, escribir para el escritor es una necesidad, lo comprendo, pero el escritor que escribe pensando en lo que va a ganar con el libro o la fama o que se haga conocido, está realmente en un lugar equivocado, en el que tendría que reconsiderar su oficio. La escritura pasa por otro lado, por una necesidad interna, algo que te pasa por arriba y lo tenés que hacer nomás. Y el tema de los clásicos ya está, no va a haber otro Proust, otro Borges, otro Stendhal, otro Poe. Ahora hay muchos buenos escritores pero esos que pasan la media son genios, no todos pueden hacer eso. De alguna manera ellos inventaron la escritura moderna. Era otra época, estaba todo por hacer. Y muchos escritores eran pobres pero otros no. Mirá el caso este que te voy a contar, ahora yo tuve que reseñar la vida de Silvina Ocampo y Bioy: no tenían el problema de pensar en la plata, en el pan del día, entonces se encerraban y escribían, era lo único que hacían, escribir.

Y después hay locos como Macedonio.

Y otros que fueron reconocidos después. El caso de Kafka que se publicó con el amigo.

O el caso más cercano, La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, que se suicida antes de ganar el Pulitzer y la madre tiene que llevar la novela a un editor.

Claro, y todos los clásicos son universales y muchos lo trascienden como ahora Agustina Bazterrica, que es una escritora contemporánea y escribió Cadáver Exquisito, la están traduciendo a todos los idiomas. Es impresionante eso también. Pero retomando a los clásicos, eran otras sociedades, otros campos culturales. Aparte vos pensá que no todo el mundo tenía acceso a la lectura, ni a los libros y entonces eran pocos lectores pero también menos escritores. Ahora todo el mundo escribe, está buenísimo, es una explosión de escritores. Todo el mundo escribe y todo el mundo quiere publicar, y hay muchas editoriales. No sé si se dio en otro momento de la historia, creo que es un momento especial, no sé si alguna vez hubo semejante explosión editorial.

Pero bueno, hay que leer para ver como viene la mano. Mi viejo se fue hace poco a Venezuela, fue a una librería y le consultó al librero y justo era poeta, la tenía re clara y le dijo qué libros llevarse para tener un pantallazo de la literatura venezolana contemporánea.

Es muchísima toda la literatura latinoamericana que existe, en Ecuador, Brasil, Paraguay, no nos llega o directamente yo no la conozco. Por todo esto que venimos hablando, es un momento interesante para todo lo que sea difusión de cultura y literatura, a través de Internet, las redes.

Yo pienso que vos tenés la fuerza de voluntad para crear una editorial copada.

Me gustaría. Más allá de mis títulos y toda esa cantinela, en algún momento voy a hacer algo al respecto. Tengo ganas. Vamos a ver. Las cosas aparecen por los lugares menos imaginados. Para eso hay que estar preparado, para la sorpresa.

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