El Pregonero

La persistencia de la impunidad


Por Marvel Aguilera.

Los años se acumulan y la justicia calla. Ya son tres. La desaparición seguida de muerte de Santiago Maldonado en el Pu Lof de Cushamen aún es una herida abierta en esta frágil democracia. Una democracia amenazada por los discursos de odio y la doctrina del “enemigo interno” impregnada en el Estado y en las Fuerzas de Seguridad por parte de Cambiemos y su pata reaccionaria, Patricia Bulrrich: responsable política de la desaparición y muerte de “El Brujo”. El contexto de su muerte es el escenario que se repite constantemente y en cada paso por la igualdad social, en cada despunte por la soberanía de los pueblos: la resistencia del establishment a través de sus títeres políticos de turno y la manipulación de los medios oligopólicos de comunicación para dividir la opinión pública.

La descomposición del poder judicial que juega a la incertidumbre con el avance de la causa -que hoy no cuenta con juez- es la misma que se planta ante la posible estatización de una empresa de estafó a miles de productores y que podría ser una de las soluciones a la emergencia alimentaria en esta crisis de pandemia. Es la misma que inventó causas, que intimidó a la familia Maldonado, y que trató de involucrar al pueblo mapuche en la muerte de quien era un aliado en la lucha, que todavía persiste, por la recuperación territorial en la Patagonia apropiada por el magnate italiano Luciano Benetton. La negación a que se habilite la carátula de “desaparición forzada” es parte del entramado de impunidad de jueces, gendarmes y operadores políticos involucrados en un macabro rejunte de sangre, odio y cipayismo.

Tres son también los meses de la desaparición de Facundo Astudillo Castro. El joven visto por última vez siendo detenido en el camino hacia Bahía Blanca. Otra víctima de la Policía Bonaerense. Un eco que nos recuerda la urgencia de una intervención profunda en las Fuerzas de Seguridad, y que nos invita a no bajar la guardia, a organizarnos y alzar la voz por otra desaparición en democracia: ¿DÓNDE ESTÁ FACUNDO?

La violencia institucional sigue creciendo, como el propio virus que se expande. Lo de Facundo no es un caso aislado sino que es parte de un ambiente de impunidad que corre para quienes deberían protegernos, pero usan su fuerza para disciplinar y abusar de su autoridad, tanto que no temen ser registrados golpeando a ciudadanos qom en el Chaco o asesinando a Luis Espinoza en Tucumán y trasladando su cuerpo, como si juntaran polvo debajo de la alfombra, hacia Catamarca. Los Derechos Humanos parecen hoy abatidos por un discurso de odio y bronca ensalzado por los medios amigos del poder. Un discurso que glorifica al que mata y que hace vista gorda de la precaria situación social a la que nos condenó la oligarquía. Preguntarnos por quiénes nos protegen pareciera ser hoy el interrogante necesario para replantearnos qué tipo de sistema democrático queremos y cuál debe ser nuestra demanda como sociedad ante la zozobra de algunos y el agite irracional de otros que usan la violencia y el terror como doctrina política.

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