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Guillermo Jemar: “Todo lo que no debería faltar en la sociedad, las personas lo encuentran en el Borda”

Médico Psiquiatra desde hace 16 años en el Hospital Borda. Profesional de la salud mental y forjador de una comunidad cada vez más grande al interior de la institución. Una retrospectiva de los estadíos del Borda, el rol del Estado, y una mirada crítica sobre los posibles cambios en la Ley de Salud Mental que introduce la llamada Ley Ómnibus.


Por Marvel Aguilera y Pablo Pagés. Fotos: Ruda.

Del otro lado de Dr. Ramón Carillo, tras un derredor de depósitos y calles semivacías que marcan un clima de tránsito y pavimento caliente bajo las hordas del sol, hay un lugar que siempre tiene sus portones abiertos. Es que el Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda es más que un espacio de atención mental, responde a una lógica de cuidados, contención y comunidad que parecen claves en tiempos donde el individualismo se acrecienta en los discursos dominantes de la época. En esa guardia donde entran y salen pacientes, estacionan vehículos, se ofician traslados, se fuma al costado de los árboles del patio, Guillermo Jemar se acerca con su ropa de profesional para adentrarnos en una de las tantas salas que alberga el hospital, uno de los más importantes de la región en términos de salud mental.

Guillermo es santiagueño, nacido en la localidad de Pozo Hondo, dentro del departamento de Jiménez. Hijo de un médico rural cordobés y una maestra jardinera de santiago, encontró en la salud una forma de identificación y desarrolló que lo llevó, paulatinamente, a nutrirse de diferentes saberes, en diferentes latitudes, hasta encontrar ya en Buenos Aires a la Psiquiatría como una disciplina forjadora de una síntesis entre lo científico, lo social y lo humano. Estudiando Neuropsiquiatría en la UBA y tras una concurrencia en el Hospital Borda en 2008, se halló de cara a una institución pública que recogía buena parte de ese recorrido profesional y espiritual que había estado alimentando a lo largo de sus labores.

En tiempos de lecturas apresuradas, Guillermo ha sabido ver las diferentes etapas que supo pasar el hospital desde su llegada como profesional. Tiempos de crecimiento; tiempos de contención profunda, como se vivió durante la pandemia; e incluso tiempos de represión, en alusión a ese fatídico 2013 que terminó con una brutal violencia de parte de la Policia Metropolitana hacia las y los trabajadores, bajo la intención de apropiarse los terrenos del Borda con fines inmobiliarios. Hoy, como explica Guillermo, muchos de los problemas están vinculados a la falta de presupuesto y de profesionales de la salud para hacer frente a la infinidad de atenciones que brindan de forma gratuita y de calidad en todo momento. “Actualmente, estamos trabajando mucho para el tema de concursos, para que salgan concursos tanto sociales como del personal administrativo. Es un gran problema que pronto podamos solucionarlo. El otro gran problema tiene que ver con la profesionalización de los enfermeros. Los enfermeros siempre fueron profesionales y ahora una de las cosas que se está peleando es que se reconozcan como tal por el Gobierno de la Ciudad”, aclara.

El rol del Borda para con la sociedad no es fácil medirlo con palabras. Porque, más allá de existir un imaginario respecto de sus proyectos artísticos, poco se sabe del involucramiento que llevan adelante sus trabajadores en la puesta de la institución, en la construcción de vínculos con sus pacientes, en la solidaridad que funciona como modelo de prácticas humanas, empáticas y de profundo conocimiento técnico. El Borda no es solo un hospital de salud mental, pareciera un lugar de encuentro para los desprotegidos, para aquellos que quedaron relegados del sistema, para los que anhelan un camino distinto, para los que necesitan escuchar una voz de apoyo en medio de la incertidumbre. “La Colifata, el Frente de Artistas y demás, son para nosotros un orgullo, entendiendo que en ellos se expresa la sociedad. Pero además el Borda tiene consultorios externos, hospital de día, hospital de noche, sistema de urgencia y emergencia. Cualquier persona que no tiene nada, puede venir a tratarse al Borda. El rol social que ocupa el Borda en varios aspectos es motivo de orgullo”, comenta Guillermo.

Revista ruda


¿Cómo evaluás las modificaciones de la ley sobre salud mental que se han mandado al Congreso?

La verdad es que no hay especificaciones claras para los cambios, salvo algunas excepciones que tiene que ver con casos de resonancia. La Ley Nacional de Salud Mental adolece todavía de muchas de las cuestiones que se solicita, por ejemplo, la creación de dispositivos alternativos. La ley tenía para nosotros, desde el hospital, un grave problema, que implicaba el cierre de los hospitales monovalentes, mal llamados “manicomios”. Nadie puede pensar en defenden la salud pública cerrando hospitales públicos, eso es algo que yo no voy a entender nunca. Es una ley que dice defender la salud pública cerrando hospitales. Yo creo que lo que debió haber pasado es la transformación de los hospitales, abandonando prácticas manicomiales y acercándonos a los estándares científicos actuales. Es una ley relativamente adolescente e implica una trascedencia cultural, que va más allá de lo que uno piensa sobre salud mental. Además, subejecutada. Nunca hubo un presupuesto real para que se dé la Ley Nacional de Salud Mental.

Entonces, estos cambios tienen las mismas incertidumbres. No sabemos cómo se va a ejecutar, cuáles son los argumentos científicos, cuál va a ser el presupuesto. Y esto con todas la patologías que están creciendo cada vez más, porque ante las dificultades económicas que tiene la población, cada vez más gente viene para acá. Y si a eso le sumamos que nosotros prácticamente nos estamos haciendo cargo de todas las intervenciones de salud mental en términos de evaluación policial. Es decir que los jueces penales nacionales, provinciales, civiles, comerciales y de otros fueros, están mandando a evaluar personas por distintos motivos -la mayoría son de jueces penales- que piden una evaluación interdisciplinaria antes que queden alojados en una dependencia policial, vayan a una cárcel, puedan afrontar un juicio. Bueno todo eso lo esta haciendo el Hospital Borda en estos momentos. Con lo cual, todo esto que se quiere implementar no sabemos bien con quién se consultó, cómo se consulto, quién lo hizo.

“No sabemos cómo se va a ejecutar, cuáles son los argumentos científicos, cuál va a ser el presupuesto. Y esto con todas la patologías que están creciendo cada vez más, porque ante las dificultades económicas que tiene la población, cada vez más gente viene para acá”.

¿Nadie del hospital participó de estas modificaciones?

No, y estamos hablando de uno de los hospitales más grandes de Latinoamérica. Que tiene la interdisciplina desde mucho antes de la Ley de Salud Mental. Entonces no sé por qué se propone, quién lo hace.

Esta idea de cambiar la lógica de las internaciones voluntarias, ¿qué implicancia tendría?

La internación no voluntaria siempre estuvo en la Ley de Salud Mental. La ley tiene dos formatos, voluntarias e involuntarias. Con lo cual, a lo que se vuelve con estos cambios -por lo que he leído en medios no en documentos científicos- es volver a la internaciones judiciales. ¿Qué están haciendo los jueces penales? Mandan a evaluar. Pero la Ley Nacional de Salud Mental saca la internación judicial, tiene internaciones voluntarias e involuntarias. Esa involuntariedad nunca estuvo en cuestión, de hecho está en la ley. Lo que se incluiría es la judicialización de las personas. Jueces que van a poder internar a pacientes. Un juez va a estar facultado para internar a una persona si lo considera peligroso.

Tenemos evaluaciones policiales mandadas por jueces penales, por guardia. Esto no pasa en otro hospital de la Ciudad. Ningún hospital tiene entre nueve y diez evaluaciones por salud mental. La ley dice que tenés que tener una actitud interdisciplinaria en todos los hospitales. Si bien son pesonas con alguna acción disruptiva, para nosotros no son delincuentes. No somos jueces. Si una persona delinque o no, le compete al fiscal, al defensor, al juez. Nosotros somos psicólogos, enfermeros, médicos, terapeutas, musicoterapeutas, fisioterapeutas; distintos profesionales de la salud mental. Nosotros nos ocupamos de las conductas disruptivas de los pacientes, algunas pertenecen al campo de la psicopatología y otras no. Esa distintinción -tengo entendido- que un juez no la sabe hacer. ¿Cuál era el plan b? Que distintas instancias judiciales que hacen evaluaciones periciales los evalúen y discriminen ellos si tiene peligrosidad. Estamos hablando de terminología superada a nivel científico y legal. Pero la verdad que sobre estos cambios, no sé. No sé si ellos saben la diferencia entre evaluación pericial y una asistencial. No sé si la persona que pidió esos cambios sabe lo que implica poner a una persona con una patología del espectro antisocial con una que padece psicosis, el nivel de riesgo en que se pone a los más vulnerables.

¿Cuál es la mayor diferencia entre la evaluación pericial y la asistencial?

La evaluación pericial es muy distinta a la asistencial. La pericial busca entre muchas cosas informar al juez sobre el estado mental de un paciente, con fines de instruir al perito de peritos que es el juez. Además son no vinculantes en la Argentina. No son condicionantes para tomar decisiones. La evaluación asistencial busca el cuidado de la salud mental del paciente, que nada tienen que ver con lo pericial. El perito informa al juez, nosotros atendemos pacientes. Entonces esa disquisición debería tenerse en cuenta a la hora de homogeneizar una prueba para no vulnerabilizar a las personas que están internadas con criterios psicopatológicos, versus alguien con fines periciales que no comprende según estas personas la peligrosidad de sus actos, en el mismo lugar.

Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José Tiburcio Borda

Otro de los temas incluidos en la Ley Ómnibus es esto de las comunidades terapéuticas y su promoción, ¿podrías explicarnos qué fines tienen y qué cambios podrían traer aparejados?

En general en la Argentina las comunidades terapéuticas con concebidas para el tratamiento de personas vinculadas al consumo problemático. En general están construidas para ese tratamiento de consumo de sustancias, casi en sus totalidad en términos terapéuticos. Donde hay lugares en que existe una suerte de internación que entiendo es más voluntaria, que no implica involuntariedad del sujeto. Y que son tratamientos de mediano plazo.

Hay tratamientos en hospitales de día, ambulatorios también.

Esos son distintos dispositivos de tratamiento para todas las patologías. No es lo mismo una comunidad terapéutica que un hospital de día, un hospital de noche, que el tratamiento ambulatorio, que el dispositivo de urgencia que es la guardia. Son distintos dispositivos altamente necesarios todos. Los dispositivos terapéuticos son muy necesarios. Las comunidades terapéuticas, entrando en una generalización, tienen una búsqueda de tratamiento a mediano plazo del consumo problemático de sustancias. Se supone que la Ley Nacional de Salud Mental restringía un poco la apertura de estas comunidades, igual que los centros de internación psiquiatrica, los mal llamados manicomios. ¿Que existen prácticas manicomiales en otras instituciones? No hay dudas. Nosotros no somos un manicomio y no queremos ser un manicomio. Sino una persona de 42 años como yo no estaría trabajando en el Borda. Se deben abandonar las prácticas manicomiales, como por ejemplo la cronificación de los pacientes. No existe en ningún lugar del mundo que haya personas que viven en un hospital. Yo lo cuento afuera y no me lo creen. ¿Cuánto vale una persona por día en internación? Claramente los dispositivos comunitarios son altamente necesarios, pero nunca se aplicaron los presupuestos necesarios para que eso se pueda llegar a cumplir. Y ahí nosotros poder decir si fueron efectivos a lo largo del tiempo. Pero no lo sabemos, porque nunca se hizo.

¿Quedan aún manicomios en funcionamiento?

No, por lo menos no conozco. Sí lo que hay son personas formadas en otras épocas que tienen muchas prácticas manicomializadoras. La más frecuente es la cronificación de los pacientes, sostener internaciones prolongadas. Las cuales son muy escasas las condiciones científicas hoy para que eso se de. Deberían existir otros dispositivos para eso, con controles especificos para que la persona pueda estar inserta en la comunidad. Si vos lo sacás de la comunidad, no solo que el paciente deja de ejercitar lo que nosotros llamamos una comisión social, que implica una vida social, sino que además la comunidad se acostumbre a vivir sin el paciente. Entonces empiezan los estigmas, “el loco”, palabra odiosa a esta altura del partido, y estigmatizante desde todo punto de vista para el paciente. Hablamos de loco desde una banalidad, como si no supieramos lo que sufre una persona que no puede estar inserta en la sociedad. Creo que eso es un problema de la ley nacional, de en parte esconder un poco esta psicopatología, el sufrimiento de alguien que tiene un padecimiento de salud mental, por ejemplo la psicosis. En el espectro esquizofrénico con un padecimiento psicótico, menos de un 5% de su vida incurren en una conducta disruptiva.

Esa parte del sufrimiento humano, creo que esta cuestión de superficializarlo hacia una ley termina relativizando lo que realmente implica el padecimiento. ¿Que hay prácticas manicomiales? Probablemente. No son de nuestra generación, y nosotros vamos camino a no querer de se repita, sino una persona promedio de mi edad o más chica no trabajaría en un hospital como este. Somos formados desde otra concepción. Ahora bien, hay mucha gente que tiene ganas que siga el manicomio, no tengo ninguna duda, porque el concepto de manicomio implica el statu quo, que nada cambie para que sigamos igual hasta que nos jubilemos.

“Si vos lo sacás de la comunidad, no solo que el paciente deja de ejercitar lo que nosotros llamamos una comisión social, que implica una vida social, sino que además la comunidad se acostumbre a vivir sin el paciente. Entonces empiezan los estigmas, “el loco”, palabra odiosa a esta altura del partido, y estigmatizante desde todo punto de vista para el paciente”.

Lo que decías del consumo problemático, ¿qué implicaría que se pierda una política pública como es la de SEDRONAR?

No puedo ser tan específico con el tema, pero lo que te puedo decir en general es que sería gravísimo que se pierda el presupuesto sobre políticas públicas en el principal problema que tenemos asociado a la salud mental en este momento (que implica un problema salud mental en sí) que es el consumo problemático de sustancias. Ya de por sí se sub-ejecutan los presupuestos en salud mental y consumo problemático en general, si encima hacemos recortes, sería gravísimo. Se dejaría afuera del precepto de cuidado que tenemos nosotros. Es una politica de Estado ejemplar casi todo el mundo, no solo en términos científicos, sino culturales. Se estaría dejando en vunerabilidad la atención, los dispositivos, el recurso humano, el material. Hoy falta presupuesto, no sobra. Hoy faltan recursos humanos, faltan dispositivos, faltan medicamentos, faltan recursos materiales para una patología gravísima. Falta la formación en personas, porque la sociedad de hoy no es la misma de hace veinte o treinta años. Todo el tiempo va cambiando. Me da gracia los médicos que me dicen “yo hago guardia hace treinta años”, sí pero en otro hospital y otra sociedad. La experiencia no te está dando conocimiento.

Pareciera que la institución está fallando y que el “padre”, su mal legítimo representante. ¿A dónde nos conduce esta forma de de mirar el mundo?

No sé si el padre como sí, yo creo que la sociedad como tal. Por un lado, durante casi toda la historia han tenido una visión inquisidora o indiferente con los problemas de la salud mental. Ponerle en la cultura actual al padre como falla, sería como algo muy reduccionista.

Bien, pero la realidad es que vivimos en una sociedad machista, donde esa figura del padre sigue coercionando sobre el otro, en relación al éxito, que es bastante complicado.

Pero ese rol que ocupa cada uno -como vos bien marcás- es cultural. El sistema patriarcal es algo que está todavía y que penetra incluso hasta en las inferencias científicas estadísticas. Hay patologías que tan solo por ser manifestadas en una determinada manera en mujeres y hombres, por incluirse en un sesgo binarios (que es reduccionista), se le atribuye las conductas de labilidad emocional a un determinado género y conductas de violencia a otro. Palabras que se han llevado desde la psicopatología a la comunidad: histérica, psicópata. Son patologías graves, que se viven de hace muchísimos años, y han venido a la cultura como un ente caracterológico despectivo, no de explicación, no de contención. Por eso creo que es más complejo.

La religión ha jugado un papel importante en ese sentido.

No tengas ninguna duda al respecto. Nosotros somos una cultura altamente religiosa. Temas como la homosexualidad, la psiquiatría recién en los años setenta la saca de los manuales de diagnóstico estadístico. ¿Cómo puede ser que la psiquiatría se haya permitido pensar que la forma de ejercer la sexualidad puede ser una patología? Es terrible y una gran autocritica que nos tenemos que hacer nosotros los psiquiatras. Vamos cincuenta años de eso, que para el conocimento científico es poco tiempo. Son cosas que deberían trascender al género como implicancia de un sujeto en la sociedad que todavía no está resuelto.

También porque esas cosas se resuelven llevándolas a la práctica.

Totalmente, y porque nosotros aún vivimos en una sociedad machista, aun en las instituciones, aunque muchos lo quieran negar. No es lo mismo hablar de sexualidad en una persona de sesenta años, cuarenta o veinte. Por suerte, las generaciones nuevas nos están ayudando bastante, y sobre todo los chicos.

Sí, llama la atención que hoy la juventud, teniendo en cuenta eso, se vuelque tanto a las ideas de Javier Milei.

Yo vengo de la universidad pública. Mi padre viene de una pública, mi abuelo y mis hermanos estuvieron en una universidad pública. Espero que mis hijos estén en la universidad pública. Nosotros vivimos y nos hacemos patriotas a partir de construir las instituciones, con las instituciones propiamente dichas. Porque es imposible no pensar en un Estado que contiene, que protege, que asiste. Bueno, la pandemia fue un ejemplo de eso. Nuestro presidente representa un poco eso que nada tiene que ver con nuestras posición sobre el Estado, por lo menos con esa construcción que uno tiene de su rol, de la sociedad, de la patria.

La ley de que sobreviva el más fuerte.

Sí, la tierra la meritocracia, volvemos a la ley de la selva.

En los últimos años y con este discurso que hoy es hegemónico del individualismo y la meritocracia, como decías vos, que ya lo vivimos anteriormente, se generan muchos climas de angustia. ¿Cómo evalúas esta situación?

La incertidumbre es altamente vulnerabilizante para todos nosotros. El nivel de incertidumbre no es fácil, sobre todo para saber cuánto vas a ganar, si vas a comer o no, si van a comer tus hijos o no, si vas a poder pagar tu alquiler, si vas a poder comprar tus remedios, si vas a poder sostener un colegio privado. Son altos factores de incertidumbre que generan vulnerabilidad, y por lo menos nos hacen analizar un precepto en términos de un futuro bastante desalentador. Además, eso va a indicar que aumenten las consultas en el sector público, que es el sector que está en cuestión justamente. Entonces, ¿vamos a tener un hospital adonde ir cuando no tengamos dinero o las prepagas no colaboren? Para eso existe el Estado. No sé si en otro momento de la historia tuvimos tal nivel de incertidumbre. Sabíamos que el Estado estaba, ahora no lo sabemos. Por lo menos yo no lo viví nunca. La gente de mi pueblo en Pozo Hondo que no tenía nada, sabía que iba al hospital. Y había enfermeros, médicos, médicas, trabajadores sociales, psicólogos. Ahora si nos quedamos sin Estado, nos quedamos huérfanos.

“No sé si en otro momento de la historia tuvimos tal nivel de incertidumbre. Sabíamos que el Estado estaba, ahora no lo sabemos. Por lo menos yo no lo viví nunca. La gente de mi pueblo en Pozo Hondo que no tenía nada, sabía que iba al hospital. Y había enfermeros, médicos, médicas, trabajadores sociales, psicólogos. Ahora si nos quedamos sin Estado, nos quedamos huérfanos”.

Es la cuestión de ver a lo público desde la rentabilidad.

Es un sesgo ideológico. El Estado se defiende con salud pública universal gratuita, de calidad, con formación, con atención, con empatía, con un montón de cuestiones que impliquen al otro constantemente. El hombre es un ser social o no es. Es una especie que no puede vivir si vos la dejás sola. Somos seres sociales de entrada, aun padecientes o personas que no tienen ningún tipo de padecimiento mental. Lo que a nosotros nos nuclea como comunidad, problablemente en términos gregarios, es un ente que nos representa como tal. Eso es el Estado. Nosotros no podemos cuestionar lo que somos, y en Argentina somos salud pública universal y gratuita, universidades gratuitas, educación en todos los niveles. La universidad pública en la parte de medicina sacó todos los premios Nobel, también Favaloro salió de la Universidad de La Plata. Pero cuando está en cuestión el Estado, se genera este alto grado de vulnerabilidad.

Desde la cuerentena parecía que estábamos aproximándonos a una sociedad más de control, del estilo de Orwell. Y con estos cambios de aire político a eso se le suma la vuelta de una lógica de vigilancia al estilo de Foucault, donde parece que el sector de la salud mental también es visto como un sector poblacional que debe ser aislado. ¿Cómo crees que atraviesa hoy al campo de la salud mental estas ideas que podrían cruzarse?

Lo que si te puedo decir es que hay mucha mitología respecto al Borda. Y que muy pocos conocen, y por lo tanto difunden, el rol social del hospital Borda durante toda sus historias. Al Hospital Borda viene la gente que no tiene nada. Aquí la gente viene a veces a atenderse por salud mental: tiene un psicólogo, un médico, y tiene comida, tiene techo. Todo lo que no debería faltar en la sociedad, las personas lo encuentran en el Borda. En esa mitología está todo eso del encierro, el vigilar y castigar, la manicomiolización, que se analiza en términos generales. Y que a mí particularmente me ofende porque yo también soy el Borda, y te puedo asegurar que no soy manicomiolizador. Y no soy alguien que va a internar a una persona por cualquier cosa. Como te referís a un costado que no tiene que ver con lo científico, pienso que no se sabe todo lo que hace el Borda a nivel social. Y que en salud mental implica un montón de cosas. La interdisciplina que aparece en la Ley de Salud Mental, está en el Borda desde hace 40 años. Pichón Riviere trabajó en el Borda. Y eso no lo dicen muchos, pero la atención comunitaria empezo aquí. Nos dicen que somos un manicomio. ¿Hubo prácticas manicomiales? Sí hubo, por algo existe esa fama, pero en mi generación eso ya no pasa, sino no estaría aquí. Entonces creo que todo eso no está contemplado a la hora de hablar del Borda. Por eso uno sale y ve que le dicen “uh trabajás en el Borda, qué miedo”, como si fuera peligroso. O la gente que dice “cuidado que ahí te encierran, te dopan o te torturan”. Falso de toda falsedad. Hay que desarmar esos preceptos de estigmatización, porque de esa forma también se desarman los prejuicios que tienen los pacientes que vienen diariamente a recibir lo que ellos perciben necesario del hospital. Hay gente que viene a comer, a que los escuchen. Nosotros incluso en términos horizontales, no somos más ni menos que los pacientes. Nosotros queremos ejercer nuestra vocación y lo hacemos aquí.

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