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Muere Monstruo Muere: lo innombrable y otros tantos horrores

En escenarios naturales propicios para el western, un monstruo femicida esparce sangre y dudas. Con ritmo sosegado pero sin monotonía, este filme que transitó la red carpet de Cannes y brilló en Sitges, esquiva la obviedad para advertirnos acerca de los peligros de la inacción y el silencio, para repetirnos algo que sabemos: el mal viene de adentro.


Por Laura Bravo.

Zygmunt Bauman asegura que nos circundan tres tipos de miedos: los que acechan el cuerpo y las propiedades de las personas, los que conspiran contra la duración y la fiabilidad del orden social y, por último, los que conminan el lugar de la persona en el mundo, su identidad, sus mecanismos para evitar la exclusión. Muere Monstruo Muere, la segunda película de Alejandro Fadel, ubica el miedo en todos y en ninguno de los puntos de esta tríada porque lo que se teme no tiene nombre, no es delimitable.

La cordillera es inmensidad, es inocultable, ciclópea. En la vasta cordillera, en el interior de la provincia de Mendoza, es donde acontecen femicidios, donde aparecen mujeres decapitadas. Una de ellas es Francisca, amante de Cruz, el policía que lleva adelante la investigación. Francisca, además, es esposa de David, inmerso en la enfermedad mental. En esta instancia se configura el triángulo amoroso, primera respuesta simple e incompleta a un enigma de temática coyuntural que deviene en universal.

Los cuerpos decapitados sobre la tierra ocre, tendidos en las geografías de Tunuyán, San Rafael, Uspallata, precipitan interrogantes: ¿quién o qué es?


El monstruo amenaza a las mujeres pero también los roles que los personajes detentan en el pueblo, sus relaciones románticas y laborales, sus ideas de la vida. Los cuerpos decapitados sobre la tierra ocre, tendidos en las geografías de Tunuyán, San Rafael, Uspallata, precipitan interrogantes: ¿quién o qué es? David, desde un neuropsiquiátrico, asegura que aquello de lo que no se puede hablar es lo que está en el hueco entre las palabras. Vale para la pasión, la muerte, la angustia. Tiene lógica, ante el miedo se enmudece o se grita pero, ¿qué se podría decir? ¿y acaso esa ausencia de palabras no es productora de enfermedad?

Los policías son híper reflexivos, son filósofos diseminados en la geografía provinciana, lyncheanos como adjetivo aunque no como contigüidad. A fin de cuentas, todos los policías de ficción son raros: Ichabod Crane, Sherlock Holmes, River. Todos tienen vicios, defectos, debilidades.

Fadel manifiesta que el proyecto nació desde el deseo de filmar las montañas de su Mendoza natal con una base documental. Esta expectativa se satisfizo con creces: la fotografía de Julián Azpeteguía y Manuel Rebella es excepcional, por encima de la media histórica del cine argentino. No solo reviste a la película de belleza sino que es parte de su honestidad. El predominio del rojo, los movimientos en una oscuridad alumbrada por brasas, las sombras de los árboles, todo se transforma en un elemento narrativo.

Como en toda buena película de terror (y esta lo es) el miedo es la punta del iceberg o, en este caso, el pico del cordón. El pliegue hundido de tanta orogenia son las preguntas irresolutas: quiénes somos, qué es el amor, qué sentido tiene nuestra vida o, peor aún, por qué tendría que tener un sentido. Es aquí donde la incomodidad y la perturbación nos sacuden de la butaca.

Muere Monstruo Muere

Los referentes de Fadel son Cronenberg, Carpenter y Tourneur, todos se intuyen pero ninguno aparece más allá de un matiz o una inspiración. Tal vez porque la película está surcada por nuestra idea local de lo fantástico, por un freakismo provinciano que permite que un desbordante animatronic se asemeje a nuestros mitos populares.

La voz de Víctor López, el rostro de Tania Casciani, la precisa composición de Jorge Prado son consecuencia de un casting afilado que eligió expresividad antes que estrellato. Esta decisión artística disminuye la cantidad de salas en el circuito de distribución, no obstante, posibilitó que el guión desplegara todo su potencial.

El filme recorre la comisaría, el neuropsiquiátrico, lugares donde se esparce un poder que es insuficiente para frenar las muertes. No bastan la racionalidad ni la coerción para vencer a esa otredad. Te irás, me iré, canta Sergio Denis, en la película más desafiante, más punk de los últimos tiempos. Tenemos miedo, entonces el Capitán nos explica que no somos originales. “¿Te creés que sos un privilegiado?”, interroga, “no lo sos, todo el mundo tiene miedo”.



Alejandro Fadel
Muere, monstruo, muere
109 min
Argentina – Francia – Chile, 2018

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