Feminismos

Cecilia Macón: “Desafiar el sentir tiene que ver con advertir que el orden afectivo es político y se puede derrumbar”

En su reciente libro, Desafiar el sentir: Feminismos, historia y rebelión (Omnívora Editora), la filósofa ahonda en la lectura que los feminismos han hecho de los afectos como clave de emancipación.


Por Ana Frandzman. Fotos Dante Fernández

Cecilia Macón es Doctora en Filosofía, docente e investigadora. Comenzó a interesarse por el papel de los afectos en la esfera pública cuando, cursando su maestría en Londres, un docente de un seminario sobre democracia deliberativa se refirió a los latinos como personas muy pasionales a la hora de mantener discusiones. Carácter supuestamente inconveniente para el consenso.

Esa empobrecedora formulación le dio la impresión que discutir la política incorporando los afectos como ingredientes fundamentales de la esfera pública era mucho más interesante. Desafiar el Sentir: Feminismos, historia y rebelión (Omnívora Editora) es el punto final de un proyecto que comenzó en 2017, en el que investiga cómo los feminismos no solo advirtieron muy tempranamente la potencia del orden afectivo, sino también, la necesidad de alterarlo convirtiéndose así en un movimiento emancipatorio que pervive a lo largo del tiempo.

Revista ruda

¿A qué te referís cuando hablás de afecto?

Tiene que ver con subrayar que la dimensión afectiva no es meramente pasiva, sino que es acción; es un modo de intervenir en el mundo. Implica subrayar un orden corporal donde hay algo de alguna manera innombrado en esas conexiones entre los cuerpos. Las emociones, por su parte, son esos afectos codificados, atravesados por el lenguaje y la cultura. Esa es la distinción que se suele hacer, que en muchos casos es una distinción que funciona y que conceptualmente es bastante clara. 

Pero, cuando una tiende a dar cuenta de intervenciones políticas, advierte que hay una relación de ida y vuelta entre ese orden afectivo y el orden emocional. Ahí se vuelve muy difícil sostener esa diferencia porque estamos hablando de acciones que requieren del lenguaje y del cuerpo enlazados. De hecho, en algunos momentos del texto escribo “emociones/afectos” porque estoy dando cuenta de algo donde esa barra señala un reenvío entre las dos instancias.

Un afecto que mencionás en el libro es la rebelión: ¿Cómo lo pensás?

Me interesaba utilizar el concepto de rebelión por varios motivos, pero uno tiene que ver con la heterogeneidad del movimiento. Es decir, cuando se piensa en la revolución, en general se tiende a expresarlo en singular, con un determinado programa más o menos explícito. En cambio, la rebelión, tiene que ver con momentos que reconocen su heterogeneidad y que, en muchos casos, aparecen encarnados en el tipo de intervención que trabajo en el libro. En este caso, impulsando una suerte de desorden afectivo.

Un ejemplo que trabajas en el libro es la Declaración de los Sentimientos, que es el documento final de la reunión que se hace en 1848 en Seneca Falls, en el norte del Estado de Nueva York, donde se demandan una serie de derechos para las mujeres como el derecho al sufragio…

Exacto. Esa reunión se considera, tradicionalmente, como el momento fundacional del sufragismo norteamericano. No solo en el texto mismo del documento hay una referencia a la necesidad de cuestionar cierto orden afectivo, sino que también en otras intervenciones públicas de muchas de estas activistas, tanto en los años cercanos a 1848 como en momentos posteriores, se buscó desmontar, dar vuelta, ciertos modos de entender determinados afectos. 

Hay una referencia que siempre me gusta recordar más allá del documento en sí mismo de la Declaración de los Sentimientos, que es la apelación a la idea de desilusión. Esta idea se suele tomar como un tipo de experiencia des-agenciadora vinculada a la apatía, al desgano. Pero en argumentos de algunas de estas activistas -y en feministas posteriores también- la desilusión aparece como algo que potencia el movimiento. La desilusión no como des-agenciadora, sino, por el contrario, como algo que es necesario atravesar para advertir la opresión y así después poder intervenir con mucha mayor fuerza en el orden público.

Gran parte de las estrategias de esos primeros momentos de los feminismos tienen que ver con mostrar que el orden cisheteropatriarcal es un orden construido sostenido por premisas que parecen intocables como las vinculadas a los afectos.

“La desilusión no como des-agenciadora, sino, por el contrario, como algo que es necesario atravesar para advertir la opresión y así después poder intervenir con mucha mayor fuerza en el orden público”.


¿Cómo se configura el orden afectivo cisheteropatriarcal?

La base de esta configuración afectiva tiene que ver con la distinción entre afectos femeninos y masculinos, en donde los supuestamente femeninos pertenecen al orden privado. Tiene que ver, entonces, con la distinción entre el orden emocional y el racional como si hubiera una dicotomía radical. El binarismo forma parte así de una configuración patriarcal donde el orden de la razón, que era donde se discutía y se conformaba la esfera pública, era el espacio donde solo podían intervenir los varones. La base de esa distinción razón/emoción es un binarismo inapelable. Dentro de las emociones, además, se distinguía -y distingue- entre las masculinas -como el coraje- y las femeninas, donde las femeninas muchas veces tenían que ver con el orden de lo sentimental, con cierta fragilidad.  Sin embargo, lo que más me interesa trabajar en el libro es como los feminismos fueron y van siempre más allá intentando socavar muchos más estereotipos sobre lo afectivo, como el papel de la desilusión o de la ira.

¿Cómo desafiaron los feminismos el orden afectivo establecido? 

En cada uno de los momentos, que representan lo que tradicionalmente se consideran distintas olas, encontré que los feminismos advirtieron que hay una esfera presentada como si fuera intocable que opera para naturalizar la opresión; como si no se pudiera modificar: la esfera afectiva. Desafiar el sentir tiene que ver con advertir que el orden afectivo es político, que condensa modos de opresión cisheteropatriarcal y que, además, es modificable; se puede desafiar, puede ser derrumbado como cualquier otro orden.

El primer gesto de los feminismos fue apuntar a esas dicotomías, la que hay entre razón y emoción; y entre emociones masculinas y emociones femeninas, donde las femeninas tenían que ver básicamente con resguardar a las mujeres en el “orden privado” y designar a la subjetividad femenina como frágil, débil, imprevisible, sentimental.  A lo largo del tiempo, no solo es posible encontrar muchas intervenciones en ese sentido, sino también mostrar cómo determinadas emociones tenidas por privadas, en realidad, conforman parte de lo público y cómo esas emociones supuestamente públicas también forman parte del orden privado. Y, como en el caso de la desilusión, el amor o el odio, desarmar ciertos modos de entender determinados tipos de afectos o emociones. 

En el libro resaltás lo performático de esos gestos y su relación con la imagen como dos operaciones fundamentales realizadas por los feminismos.

Hay quienes dicen, de hecho, que los feminismos constituyen el movimiento que inventó la performance como intervención, como modo de intervenir lo público. Una lo ve, por ejemplo, en los desfiles de las activistas sufragistas que iban vestidas de blanco. Era una manera de llamar la atención en un espacio público dominado por varones, que en general, estaban vestidos de color oscuro, con la cual, la presencia de las mujeres en ese contexto llamaba mucho más la atención. Hay una estrategia visual, no solo de intervención del espacio público, al marchar en las calles, sino que el color blanco está pensado para que las mujeres se destaquen en las fotos que registraban esos acontecimientos y así multiplicar la intervención a través de la circulación de esas imágenes.

De hecho, en el libro hay fotos de los simulacros de votación de las sufragistas argentinas, que son imágenes posadas, estudiadas de alguna manera para lograr un impacto de largo aliento con su publicación. Lo que me interesó de este gesto, además de que es una performance extremadamente potente, es que era una manera de volver real lo que debería ser real. Las mujeres deberían estar votando en el día de hoy; no es meramente un deseo que ponemos en el futuro, algo que reclamamos para algún momento, sino que es algo que debería estar sucediendo hoy, entonces lo volvemos real con la intervención de nuestros cuerpos en el espacio público. El acontecimiento sucedió, aunque haya sido deslegitimado por un estado patriarcal. Y en ese sentido, como gesto de intervención política, tiene una potencia arrolladora.

Fuente: Archivo General de la Nación

Tristán Tzara decía que el pensamiento se hace en la boca. Das cuenta de cierta relación entre lo discursivo del gesto y el tiempo...

Eso que señalas tiene que ver con la inevitabilidad histórica, no como un gesto optimista, sino en tren de señalar que el futuro ya está en el presente y que nadie va a poder con eso. La lógica del optimismo señala que hay algo mejor que el presente que va a suceder en un futuro -más lejano o más cercano- y que demanda determinados sacrificios vinculados a la lógica de la espera, “en algún momento esto va a suceder”. La inevitabilidad histórica, en cambio, dice: no pueden hacer nada porque es un cambio ya sucedió. Persuadir de esto es extremadamente eficaz en términos políticos. A lo largo de la investigación encontré varios momentos del feminismo donde aparece esta lógica de lo inevitable, una superposición temporal entre el futuro y el presente “esto ya está sucediendo, esto es real”, como una estrategia política. 

En el libro trabajas la tensión dentro de los feminismos que produjo la muerte de Maradona el 2020. Tal vez el movimiento se sostiene justamente por esas tensiones, desencuentros…

Exactamente; es un movimiento, y por eso usamos el plural, y hablamos de feminismos. En general los conflictos, las tensiones, forman parte de la discusión. Esto no quiere decir que muchas veces no haya habido crisis radicales o cosas que no son enteramente consensuables; pero en general esos conflictos están a la vista de distintas maneras, tanto ahora como en otros momentos en que las intervenciones eran más reducidas. Hubo muchísimos conflictos a lo largo del tiempo. Por ejemplo, en Estados Unidos el vínculo con el movimiento antiesclavista era muy claro; eran aliados evidentes, pero después, hubo un momento en el que muchas sufragistas adoptaron una posición claramente racista y ahí se produjo una crisis importante. Como vos dijiste, creo que la perspectiva sobre los afectos permite iluminar de una manera más rica situaciones que incluyen conflictos, superposiciones, tensiones. Eso no quiere decir, por supuesto, que la teoría de los afectos pueda explicarlo todo.

“Dudo bastante de que se pueda ser feminista y trans-fóbica porque lo que se está defendiendo como feministas son determinados derechos que tienen que ver con eliminar cualquier tipo de opresión por razones de género o sexualidad”.


¿Cómo lees las tensiones y/o diálogos que se producen entre los feminismos y los movimientos LGBT? 

Esos diálogos con tensiones, las alianzas, no solo en términos de activismo sino también en términos conceptuales entre los feminismos y los movimientos LGBTIQ+, en los momentos en que se produjeron, eran bastante claras. Además, permitieron, por ejemplo, que la ley del aborto legal en Argentina maneje un determinado vocabulario y presente las políticas públicas asociadas al reconocimiento de derechos de un modo distinto a las legalizaciones del aborto producidas en la década del 70.

Por supuesto, sabemos que, en los últimos años, aparecieron las TERF, las feministas trans-fóbicas; creo que en otros países mucho más que en la Argentina. Por ejemplo, en el caso de España donde efectivamente el sector feminista TERF no solo está encarnado por las feministas de los ‘70, ‘80, sino que también en feministas más jóvenes. Efectivamente, ahí es inevitable preguntarse de qué modo se puede ser feminista obturando los derechos de otras personas cuya opresión se debe a cuestiones de género.

Dudo bastante de que se pueda ser feminista y trans-fóbica porque lo que se está defendiendo como feministas son determinados derechos que tienen que ver con eliminar cualquier tipo de opresión por razones de género o sexualidad. En ese sentido me parece que no se puede ser feminista y TERF; es una contradicción en los términos. 

Hay contradicciones que abren el diálogo y otras que lo vuelven nulo…

Exacto, no es cuestión de romantizar las tensiones o los conflictos. Obviamente, hay que consensuar determinadas cuestiones, por una cuestión práctica. Creo que eso siempre lo tuvieron muy claro los feminismos a lo largo de la historia desde la Declaración de los Sentimientos; pero las tensiones existen. Así como no hay que romantizar el consenso, tampoco tenemos porque romantizar el conflicto interno; hay cosas que quedan por fuera. 

¿En qué estás trabajando actualmente?

Ahora estoy comenzando a trabajar la fotografía feminista de la transición democrática argentina. Me interesa mucho el modo en que los feminismos latinoamericanos tienen una serie de características propias que los distinguen de los feminismos “centrales”. Una de esas características tiene que ver con el pasaje por la experiencia del terrorismo de Estado. Creo que eso marcó a los feminismos de manera perdurable, sugiriendo determinadas estrategias, dándole determinado contenido. Por ejemplo, en un libro que publiqué en 2017, analicé a partir de entrevistas la experiencia de dar testimonio de violencia sexual en los juicios de lesa humanidad en la Argentina. Esta es, entre otras, una experiencia que ha dejado marcas sobre el activismo presente. Muchas veces, las huellas que deja el terrorismo de Estado están vinculadas también a la experiencia de la temporalidad asociada a ciertos afectos como la ira o la esperanza. Es decir, no es meramente que, durante las dictaduras, se pasó a un activismo clandestino o en algunos casos se suspendió la intervención, sino que el terrorismo de Estado marcó y marca de manera diferenciada a los feminismos de la región en términos muy variados.



Cecilia Macón
Desafiar el sentir: Feminismos, historia y rebelión
Omnívora Editora
2021

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