El cantautor, multiinstrumentista y poeta chileno, que acaba de editar “Nano Stern canta a Victor Jara”, va a estar presentándose este viernes en el Teatro Ópera para rendir homenaje al gran trovador de Chile asesinado hace 50 años por la última dictadura.
Por Marina Cavalletti.
El mapa de la música latinoamericana tiene trazos diversos y fundamentales. Uno de ellos, sin dudas, lo delineó, indeleble y certero, uno de los más grandes trovadores de Chile: Víctor Jara. Así, a cinco décadas de su asesinato, a manos de la dictadura pinochetista, su conterráneo Nano Stern, le rinde homenaje y mañana, a las 21, actúa en el teatro Ópera de Buenos Aires. “Sus canciones nos hablan con fuerza y claridad desde un Chile que se fue, pero a la vez nos permiten vislumbrar el alma de esta tierra que habitamos. Víctor Jara fue un creador de una sensibilidad extraordinaria y su poesía nunca deja de conmovernos”, afirma.
En diálogo con Ruda, el artista y referente de la música popular actual, asegura que el ejemplo de Jara “aún tiene mucho para enseñarnos” y que la reciente condena a sus verdugos –algunos prófugos- tiene “un sabor agridulce”, entre cierta tranquilidad y la rabia.
¿Cómo nace el proyecto de cantar a Jara?
En realidad, yo vengo cantando sus canciones desde muy chico, desde que aprendí a tocar la guitarra 12 años. Su música siempre está muy presente, en el cotidiano aquí. Pero en el contexto de los 50 años del golpe estado y de su asesinato, me pareció que era importante dedicarle un trabajo entero, revisitar sus canciones y volver a cantarlas, volver a ponerlas sobre los escenarios. Y volver a hablar de Víctor no solamente desde la reivindicación de Víctor víctima, mártir y asesinado, que tanto se hace, sino sobre todo desde la vida, el rescate de su creación y su energía colectiva. Eso es lo que estoy procurando hacer. Entonces, decidí hacer este disco con guitarra y voz. Me parecía que era formato más apropiado, muy austero, en donde la poesía estuviera en primer lugar.
El concierto original sucedió en la Universidad de Santiago de Chile, donde Víctor trabajaba como profesor y músico…
Así es, pensé que sería bueno grabarlo en directo, en vivo. Entonces, el lugar con el que soñé desde el primer momento y que se pudo concretar era el aula magna de la Universidad de Santiago, ex Universidad Técnica, donde Víctor trabajo los últimos años de su vida. De hecho, su oficina está en uno de los camarines actuales del Teatro, a 5 metros del escenario en donde grabamos este disco. Fue por supuesto emotivo, muy cargado de historia y de emociones fuertes poder hacerlo allí.
¿Qué significado tuvo entonces y cuál tiene ahora, al cumplirse 50 años de su asesinato, que coincidió con el golpe de Estado de Pinochet?
Hacer este disco hoy creo que tiene dos sentidos distintos. Por un lado, cómo conecta con la historia, cómo marca un hito al pasar 50 años de esos hechos tan determinantes en la historia de Chile. 50 años, hoy, de ese 15 de septiembre en que asesinaron a Víctor. Entonces, está todo ese aspecto reivindicativo de la historia, del pasado, de la memoria. Y, por otro lado, tiene una dimensión muy contingente, tanto en Chile como en Argentina y muchos lugares de Latinoamérica y del mundo, en donde las democracias están tambaleando. Se empiezan a ver fuerzas políticas que son muy masivas, que tienen un olor a reivindicación de las dictaduras; una dimensión peligrosa en ese sentido, y la historia de Víctor Jara es un antecedente muy potente y muy importante de recordar en tiempos tan peligrosos como son estos.
De su extenso repertorio seleccionaste 12 canciones, ¿cuál fue el criterio que tomaste para elegirlas y como están asociadas a tu propia historia, como chileno, latinoamericano y hombre de mundo?
El proceso de selección fue largo, de mucho trabajo. Primero, volver a escuchar todos los discos de Víctor en sus órdenes originales. Eso cuesta, porque los máster fueron destruidos. Siempre uno las escuchaba repartidas, circulaban en cassettes, en grabaciones piratas. Tuve que reconstruir eso, escucharlo muchas veces y luego aparté las canciones que no eran compuestas por Víctor, que son bastantes y algunas incluso muy emblemáticas. Hay canciones de Daniel Viglietti, de Atahualpa Yupanqui y muchos otros. En una segunda etapa, de sus canciones aparté aquellas que me parecían que era más bien canciones contingentes, que hablan de hechos muy particulares de la época y que respondían a sucesos específicos, que quizás hoy quedarían un poquito fuera de contexto. Y luego, de ese grupo que quedó de canciones atemporales, inmortales, seleccioné siguiendo otros tres criterios: gusto y afinidad, por un lado; quise también abarcar las distintas épocas en su creación y mostrara su recorrido y desarrollo como compositor. Entonces el disco, no por casualidad, comienza con “Paloma quiero contarte”, la primera canción que hizo Víctor y cierra con el “Manifiesto”, que es la última.
También quise lograr un equilibrio entre canciones muy conocidas y emblemáticas como “Te recuerdo Amanda” o “El cigarrito” y otras, como “El pimiento” o “El lazo”, que son mucho menos conocidas, pero son bellísimas y me parecía importante relevar. Por último, el asunto del formato de la guitarra y voz también tenía cierta exigencia, y fue interesante porque grabé también canciones de las que no hay registro de Víctor tocándolas solo, sino con arreglos de banda, con Quillapayún o Inti-Illimani. Fue muy interesante ese trabajo también y tuve la oportunidad de colaborar con varios de los músicos que tocaron con él. Fue un privilegio.
Abrazás el formato unipersonal, en favor de la poesía que, en Jara, tiene una gran profundidad.
Desde el momento pensé que este disco tenía que ser así, en guitarra y voz, por varias razones. Primero por elevar la poesía y ponerla en el centro, en primerísimo plano.
Creo que existe el riesgo siempre, cuando se hacen discos homenaje o tributo, de pasarse de rosca un poquito: metámosle esto, pongamos aquí, que la electrónica, que la orquesta sinfónica y demás. En realidad, estas canciones cuando mejor viven es cuando están así, en un contexto más desnudo. Yo lo disfruto como intérprete y también como público. Cuando voy a ver autores que me gustan, siempre disfruto más ese momento en que hay intimidad. Porque, insisto, la poesía sale a flote, está en primer plano.
Por otro lado, hay una cuestión de austeridad: en el tiempo en que vivimos todo pareciera estar hiperestimulado. En los conciertos, con las pantallas, con tanta luz, tanto ruido al final, siento yo también que me termino alejando un poquito de la razón de ser. A mí me gusta mucho llegar a los teatros con una guitarra y chau. Cantar y dejar el alma y entender que basta y sobra, que es otro tipo de conexión y que esa aparente carencia de elementos permite llegar a otras profundidades o explorarlas de otra manera. Es importante reivindicar la simplicidad en estos tiempos en que los estímulos son un poco excesivos.
Mañana actuás en Argentina con esta propuesta, ¿la vas llevar a otros puntos geográficos, cuáles son tus expectativas con el show?
He tenido el privilegio de girar con este disco por muchísimos lugares. Ya estuve en 13 países en Europa en el primer semestre y Latinoamérica casi completa. He dado conciertos aquí en Chile, en Bolivia, en Colombia, pronto se suma Uruguay, mañana Argentina. Iré a Cuba, después a una gira por Estados Unidos. Ha sido muy interesante poder mostrar estas canciones por tantos sitios y ver que la figura de Víctor Jara y el legado de sus canciones recibe tanto cariño de la gente y está tan presente en el canto de cada uno de esos lugares. Y Argentina no es la excepción, todo lo contrario, yo sé que Víctor dejó una huella muy profunda allí y se relacionó con muchos músicos argentinos; y se siguieron y se siguen cantando sus canciones por allá.
Mis expectativas radican en hacer, más que un espectáculo solista, un homenaje colectivo. Porque va a haber mucho invitados: Teresa Parodi, Bruno Arias, Manu Sija y algunos otros que estamos confirmando. Pero además en la dimensión de poder hacerlo junto al público: el Teatro Ópera es un sitio magnífico y esperamos echar a volar esa energía que se va a reunir ahí, para cantar juntos estas canciones.
“Cantar y dejar el alma y entender que basta y sobra, que es otro tipo de conexión y que esa aparente carencia de elementos permite llegar a otras profundidades o explorarlas de otra manera. Es importante reivindicar la simplicidad en estos tiempos en que los estímulos son un poco excesivos”.
Recientemente, la Corte Suprema chilena condenó a 25 años de cárcel a los militares por el secuestro y homicidio calificado de Jara, ¿qué impacto tienen esas decisiones para la historia de tu país y los Derechos Humanos en general?
Estas condenas de la Corte Suprema están rodeadas de una sensación bastante agridulce, porque da para cuestionarse qué es la “justicia” cuando llega 50 años tarde. De los cuatro condenados, uno se suicidó en el momento en que lo fueron a arrestar, otros dos escaparon y están prófugos. Son personas de 80 años que se están escapando de la ley. Entonces es muy fuerte. Por un lado, hay una sensación de tranquilidad de que la máxima instancia judicial del país finalmente, después de 50 años, se pronunció de forma definitiva; por otro lado está sensación de impunidad, de que estas personas vivieron todo el resto de su vida sin hacerse cargo, sin que tuvieran que responder por lo que hicieron. Y ya estos últimos antecedente son realmente como para sentir rabia también, si soy sincero. Es lo que siento personalmente y entiendo que se siente también del entorno más cercano de la Fundación y de la familia de Víctor, aunque yo no soy nadie, por supuesto, para hablar a nombre de ellos.
Alguna vez afirmaste que Víctor es para vos un modelo humano a seguir ¿Qué rescatás de su personalidad? ¿Cómo influyó en tu oficio de cantautor y en tu poesía?
Víctor es un modelo a muchos niveles. Primero, por su extraordinaria sensibilidad artística, su capacidad creativa, su apertura, su voluntad y capacidad de colaborar con personas de distintos ámbitos, de distintas presiones artísticas, de distintas corrientes estéticas dentro de la música, eso es algo extraordinario. También por su capacidad de reinterpretar las tradiciones más profundas de la raíz folklórica y llevarla a nuevos lugares. Entender ese lenguaje profundo de la poesía popular, y poder decir en ese lenguaje cosas tan relevantes y tan urgentes.
En ese sentido, siempre lo relaciono mucho con Federico García Lorca. Son dos personajes que comparten muchísimas cosas, a pesar de tener alguna diferencia importante en su biografía y de estar separados por una generación.
También está el ejemplo de Víctor como un ser comprometido con su tiempo y su realidad. Eso es algo que nos deja una vara moral muy alta. No por nada Víctor se convierte en un símbolo de reivindicaciones que van mucho más allá de la música. Siendo él un artista genial, no se queda sólo en eso, sino que pone su arte al servicio también de un colectivo. Y eso es algo que, sobre todo en estos tiempos, nos viene a enseñar muchas cosas importantes que por ahí no estamos viendo con claridad.