En la antesala de la presentación de Matemática sentimental, el nuevo disco de Los Besos, Paula Trama discute sobre la palabra, la extraña familiaridad de sus letras y el ejercicio de la cita en la música pop.
Por Dante Fernández. Fotos Maru Rasdolsky
Luego de semanas de gris, viento y lluvia, el sol impuso sobre la ciudad un clásico domingo peronista -reafirmado por el voto popular-, dejando sin efecto las camperas y bufandas que los vecinos del Parque Centenario vestían. Prematuras meriendas mediante, los concurrentes de la cafetería de cadena discutían con liviandad que podría ocurrir esa noche, sin imaginar la paliza de les Fernández en las urnas. Trama llegó más preocupada que el resto que comparte la vereda, atiborrada de tareas, chats y pensamientos sobre el próximo disco de Los Besos, aún en producción. También, a contra reloj: todavía no había votado.
Esa tarde, el peronismo volvió a ser peronismo, como lo fue por última vez en 2011. Espacio en constante movimiento y transformación, que se contrae, explota en cientos de pedazos y, luego de atomizarse, parecer disperso y ajeno de tan distante, vuelve a reunirse, como reclamado por un extraño magnetismo, en un núcleo significante para hacer realidad el sueño de las mayorías argentinas. “Detrás de vos, tanto soñé, Telón, el más magnífico”, Paula Trama le canta a la despersonalización del peronismo. Sueña despierta con hacerlo más fuerte y con volver de la muerte con una extraña familiaridad que invita, así como el mismo Perón, a conectarse a través de la palabra, la canción, con aquelles que no conocemos pero con les que compartimos mucho.
En Telón cantas sobre romper espejos y volver de la muerte; me resulta imposible no pensar en el movimiento peronista. Negando lo que ve, lo que podría ser o fue, en la primera, y volviendo a encontrar su identidad perdida durante el menemismo, en la segunda.
No sé si podría hacer una lectura interpretativa, sería como forzar algo de la canción. El pensamiento musical tiene una matemática particular. Ese cántico partidario es el fundamento emocional como resto diurno de la canción. Recuerdo cuestiones cotidianas generando esa canción. De hecho, hay fundamentos muy matéricos como ‘se me rompió un espejo’; había una situación muy crítica, una especie de caldo emocional en el que estaba con un grupo de amigos. Hay algo que gestionó ese universo de la canción que está muy entrecruzado. De vuelta, la marcha peronista ahí es el resto diurno de la canción, y la canción es el sueño. Y sí, se pueden interpretar los sueños, pero ese lenguaje interior de los sueños es un poco el lenguaje del inconsciente.
Los Besos suenan extrañamente familiares, melodías que parecen ser parte de un gran cancionero pop y las letras que apelan a una cotidianeidad de fantasía. Esto hace que las canciones resuenen constantemente en la consciencia colectiva, al menos en la escena popera argentina, como si llevaran años sonando. ¿Esta cualidad, es algo determinado en el ejercicio de la producción o es ese lenguaje del inconsciente hablando a través de Los Besos?
Esto es algo que me pasa, mi mirada sobre la música. Con este último disco, Copia Viva, revisé y hablé mucho de lo que es reversionar, que te suene conocida una canción y que es igual que todas las otras. Esta idea de que las canciones son citas de otras canciones, todo esto tiene que ver con mi manera de hacer música. Muchas veces estoy un mes escuchando una canción, y luego un día hago una canción que tiene algo de eso. Esa es la idea de la “copia viva”, ser consciente de que uno está copiando algunas cosas, porque en realidad todos copiamos. La cultura es imitación, imitación de la naturaleza, y después imitación de las culturas. Nadie originalmente hace nada, el lenguaje es así también, aprender a hablar es imitar.
“La cultura es imitación, imitación de la naturaleza, y después imitación de las culturas. Nadie originalmente hace nada”.
Resulta extremadamente difícil crear algo de cero, o tal vez no haya forma de hacerlo.
Sí ocurren cosas de cero en relación a mecanismos de intervenir en la realidad que son nuevos y que generan una novedad, por cómo intervienen. Las vanguardias, por ejemplo. Los movimientos en el arte y en la política, en la vida cotidiana, en el amor, en la amistad. Todo el tiempo estamos tratando de intervenir sobre el mundo. Y hay nuevas maneras de intervenir. Para mí Copia Viva es la consciencia de que en el mundo de la música y de la canción hay influencias y diálogos que hay que reponer. También eso tironea con la idea de originalidad, con la idea de individualismo, con la idea del creador como estrella. En el mundo de la canción pop, muchas veces el gesto de cita queda devaluado. Creo que esta bueno ponerlo sobre la mesa, para pensar más. Usar ese canal. Lo primero que uno piensa cuando algo suena a algo es ‘estoy robando’. Esa idea que el mercado impone, y dice “esto es un plagio”.
Hace trece años te referías sobre esto en un pasaje del poemario Biblioteca Nacional (2006) “[…]tengo miedo de que mi canción les suene conocida[…]”. Hoy trabajas abocada a esto, ¿cómo llegaste hasta acá?
Me había olvidado que tenía miedo. Evidentemente el miedo insiste, y está bueno que se transforme en otra cosa. Esto creo que lo sentimos todos, todos los días: la acción, aún siendo valientes, tiene un fondo de miedos. La valentía tiene que ver con ser consciente que un poco de miedo tenés, y que lo vas a hacer porque te parece que es necesario. Pescaste algo germinal de esa canción, muchos años después, más de diez.
Escribiste hace unos años para Página/12 sobre The Garden, tu canción favorita, del disco Perverted by Language de The Fall. Todavía eras estudiante de Letras y más poeta que cantante, cuando los viste en Manchester en el 2000. ¿Cómo pensás hoy ese disco -y ese título significante- y tu relación con el lenguaje?
Creo que es ingenuo el título. Es un tipo de posicionamiento de músico más decadente o maldito; hay un disco de Einstürzende Neubauten, que tiene la canción Silence is Sexy, dónde defienden el silencio, que es un posicionamiento; ambos tienen en común la sensación de que las palabras engañan un poco. No sé si comparto ese posicionamiento. Siento que sí, engañan, pero no siento que el engaño, en ese sentido, sea moral, que tenga que ver con el mal, sino que tiene que ver con una fantasía que sirve para construir otra cosa mejor, o peor. No es el mal en ese sentido. Hay una cosa medio Rousseau en el encuentro del hombre con la cultura, se produce esa gran caída de la inocencia originaria, que es el bien. De ahí deriva ese pacto social que instala un nuevo momento en que hay una perversión. Ese posicionamiento lo entiendo como una pertenencia a un tipo de manera de construir la música, que tiene más que ver con una autonomía completa de la música respecto del mundo del pensamiento por medio de la palabra. Es algo muy valioso, es construir una manera de hacer música. Como que cada uno construye su posicionamiento.
“La copia viva tironea con la idea de originalidad, con la idea de individualismo, con la idea del creador como estrella. En el mundo de la canción pop el gesto de cita queda devaluado”.
Esa construcción, ¿deviene de un proceso consciente del artista?
Creo que tiene que ver con qué te emociona más. La literatura para mí fue un acceso a las experiencias más variadas. Fue mi manera de acceder a la vida en un sentido ampliado. Leer una historia y poder empatizar con una persona que jamás voy a conocer, que me cuente una historia una persona que nada tiene que ver conmigo o que tuvo una experiencia; acceder a una variedad de la vida que por ahí a mí, por diferentes motivos, me resulta inaccesible. Mi punto máximo de emoción se construye en ese territorio, y en ese territorio se hace necesario la palabra y la fantasía. Lo que prevalece es salirme de mi propia subjetividad. Esa es una manera en la que me posiciono a la hora de pensar la palabra. Es una oportunidad de entrar en una experiencia que no tiene que ver con el yo, como mí misma, pero con otros yo.